El Gobierno que merecemos

JPG Javier Paz García

Una característica de los países con baja corrupción es que se castigan severamente los actos de corrupción. Una característica de los países más corruptos es que apenas se castiga la corrupción. Esta afirmación, que suena a verdad de Perogrullo, parece ser ignorada por quienes eligen a los gobernantes: los ciudadanos.

En Bolivia pueden suceder cosas atroces cuya responsabilidad es del gobierno sin que apenas exista un costo político para los gobernantes de turno. Desde sus inicios, el gobierno de Evo Morales dio señales claras de combatir por sobre todas las cosas la disidencia, antes que la corrupción, de castigar a quienes cuestionen al gobierno o a sus funcionarios, antes que castigar a los corruptos. Para ello no hay mejor ejemplo que YPFB, donde, ante denuncias de corrupción, se castigó a los denunciantes y se premió al denunciado con una embajada en otro país.



Pero el causante de la corrupción no es solo de Evo Morales (aunque tiene mucha responsabilidad), sino también de la ciudadanía en general, que avaló una y otra vez los actos de corrupción de este gobierno, dándole su apoyo en varias elecciones posteriores.

No es suficiente justificarnos diciendo que este es un pueblo de ignorantes (que lo es), ya que hasta el más ignorante sabe que mentir y robar debería ser sancionable. El problema no es la ignorancia, sino la complacencia. Somos complacientes con la corrupción, con la mentira, con la ineptitud. Y por eso un gobierno puede crear empresas que no funcionan, no rendir cuentas de los gastos, utilizar la justicia como un arma de persecución política a opositores o intimidar y coartar a la prensa independiente, con un costo político mínimo.

Nos movemos según conveniencias y no según principios. Tratamos a los partidos políticos como si fueran equipos de fútbol, justificando el accionar del partido de nuestra preferencia y condenando todo lo que hacen los demás.

Si las acciones antidemocráticas de Evo (que las tuvo desde el principio de su gestión) y los actos de corrupción de su gobierno (que también existieron desde el inicio) hubieran tenido un castigo en las urnas, tendríamos un gobierno más democrático y menos corrupto. Los culpables de la situación actual, son los ciudadanos. El gobernante, simplemente intentará cimentar su poder hasta donde se lo permita su nivel de popularidad y la popularidad de Evo, a pesar de todo, sigue casi intacta.