“La gente busca agua como loca”

Cuatro días después del paso del huracán, la desesperación y el caos impiden el envío de auxilio a los supervivientes de Tacloban, epicentro de la tragedia

Reparto de ayuda a supervivientes en Capiz (centro de Filipinas). / TARA YAP (AFP)



Cuatro días después del paso del supertifón Haiyan, la isla de Leyte sigue viviendo en el caos. Los vehículos apenas pueden circular entre el puerto de Ormoc y la capital provincial, Tacloban. Los masivos movimientos de la población en busca de ayuda y la ausencia de agentes de las fuerzas de seguridad para controlar el éxodo han sumido a la isla en la anarquía.

El recorrido desde Ormoc, adonde se llega por barco desde la cercana isla de Cebú, hasta Tacloban, que suele durar unas dos horas, supone ahora hasta diez. Terri Maloc, un ingeniero y empresario de Tacloban, tardó ayer en llegar nueve horas a Ormoc, donde buscaba gasolina, agua y comida para su familia.

Su conductor lleva desde las cinco de la mañana haciendo cola en la gasolinera para poder repostar antes de emprender el camino de vuelta. Maloc no ha conseguido agua potable, el bien más escaso de toda la isla. Mañana lo intentará en la ciudad de Samar.

La carretera que lleva a la capital de la isla ya ha sido despejada de los árboles, postes de electricidad y coches que había arrastrado el tifón hasta el asfalto. Las autoridades empezaron ayer a distribuir víveres —sobre todo arroz— a la población en los principales cruces de la carretera, lo que desató un atasco gigantesco de coches, motos y camiones y un caos generalizado.

«Las autoridades no controlan el reparto de comida, así que las familias acumulan tanta como pueden para vender luego el excedente al mejor postor», explica el ingeniero Terri Maloc. Su conductor negoció así la compra de un kilo de arroz por 700 pesos (unos 12 euros). Después de tres horas de camino y otras cuatro de atasco aparece la zona más afectada por el paso del tifón Haiyan. En la ruta desde Ormoc tan solo había un policía.

Tacloban es un escenario de tragedia bíblica. Ya no quedan casas ni árboles. Decenas de personas deambulan como sonámbulas por los caminos en busca de comida o de un medio de transporte para escapar de la ciudad. En el centro de la capital de Leyte, el hedor a putrefacción lo inunda todo. La mayoría de la gente se cubre la nariz y la boca con mascarillas o con su propia ropa.

Elmer Cinco, superintendente de la policía de una población cercana a la capital, reconoce la magnitud de la tragedia: «Todavía hay muchos cadáveres que recoger. Nosotros estamos aquí desde el sábado y nuestros médicos no han dormido desde hace 72 horas». Pero el desorden es total, y no existe coordinación entre los equipos de rescate. Las ciudades más próximas han enviado sus propios equipos de rescate por separado y ahora los socorristas empiezan a estar agotados y faltos de agua.

«Los últimos días han sido una locura, la gente busca como loca agua y comida entre las ruinas», explica sombrío Elmer Cinco. Las autoridades han impuesto el toque de queda, pero la mayoría de habitantes de Tacloban han perdido su casa. «No sirve de nada, no tienen donde recluirse», admite.

Los equipos de rescate no saben qué ha ocurrido fuera de la capital. No hay electricidad y las comunicaciones son muy difíciles. Nadie sabe cuándo llegará la ayuda internacional a Leyte. Ferdinand Briones, técnico del departamento de Obras Públicas, confía en que todas las carreteras sean transitables a partir de la noche de hoy, martes.

Pero en la medianoche del lunes los vehículos seguían avanzando lentamente tras una excavadora que iba retirando los obstáculos de la carretera. Muchos habitantes de Leyte se disponían a pasar la noche en el interior de un coche y de un autobús con destino a ciudades de la isla menos afectadas por el huracán. Hay quien incluso intenta llegar hasta Manila. Ya nadie tiene miedo a la eventual llegada de otro tifón. En Tacloban ya no queda gran cosa por arrasar.

Fuente: elpais.com