FFAA: ¿Subordinación y constancia o rebelión?

Arturo Yáñez Cortes

ZORRO CORTES A propósito de lo que está acaeciendo con suboficiales y sargentos de las FFAA, mi tocayo Schopenhauer decía que la rebeldía es la virtud original del hombre, con lo que estoy muy de acuerdo. Y no es que pretenda incitar a la rebelión o algo parecido como alguna mente afiebrada podría endilgarme, sino sostengo que cuando la disciplina y jerarquía se usan como vil pretexto para justificar vetustas estructuras de poder apoyadas en la aplicación sistemática del abuso y la discriminación, la rebelión se convierte hasta en obligación.

Aun admitiendo aquella tradicional lógica castrense que justifica jerarquías y disciplinas para –dicen ellos- el funcionamiento de la institución, sostengo mis fundadas dudas cuando aquellas se utilizan como mecanismos para la violación sistemática de los derechos humanos, peor cuando se trata de los más débiles o “de menor jerarquía”.



Es que aquello de jerarquías, subordinaciones y disciplinas impuestas a como dé lugar no por la institucionalidad, el respeto o la razón sino por la subordinación y constancia (léase aguante y resignación), me huele a burdo ejercicio de la fuerza bruta, como cualquier soldado raso podría atestiguarlo o como ahora ocurre, por los suboficiales y sargentos de las FFAA que han puesto en la mira de los medios y la gente lo que es de conocimiento público, incluso para quienes pisamos ocasionalmente algún cuartel (por si acaso, no creo en aquella superflua clasificación entre quienes hicieron el cuartel y quienes no, para mí todos somos ciudadan@s y pare de contar…).

Me cuestiona y conmueve especialmente, el manifiesto temor que persiste en esos nuestros conciudadanos por las torpes represalias que, por defender sus elementales derechos humanos, amenazan desde la superioridad o del gobierno.

Así las cosas, encuentro muy difícil justificar y peor perpetuar por los siglos de los siglos estructuras basadas en el desconocimiento del elemental sentido de dignidad del ser humano, que les obligue por ejemplo a cumplir órdenes de un “superior” cuando son descabelladas (¡compra esto con una piedra y me traes el cambio en dinero!) abusivas (¡chocolatea a los sarnas infringiéndoles abusos físicos!) y hasta ilegales (¡dispara!). Peor entonces, cuando se impide la superación personal, creando –así sean sargentos o sufs-ciudadanos de 1ª y 2ª clase.

La situación está además caldeada por la torpe respuesta que ha merecido de las jerarquías gubernamentales y castrenses: baja fulminante de más de 700 “rebeldes”, obviamente sin debido proceso (¡faltaba más mi comandante!) y espionaje oficial a sus actividades, violando groseramente sus derechos constitucionales a la libertad de reunión y asociación pública y privada y a la privacidad, intimidad y dignidad; que por si acaso están también franqueadas constitucional y convencionalmente en favor de toda persona, incluyendo naturalmente a los suboficiales y sargentos.

Con estos y otros síntomas, lo acontecido muestra una enfermedad mayor: la desinstitucionalidad de las FFAA que ha quedado como otras instituciones, reducida a unos alfiles más al servicio del poder político gobernante, peor cuando las altas jerarquías militares en los últimos tiempos no tuvieron el valor civil de hacer respetar frente al poder político su tan cacareada institucionalidad a la que se refieren en sus discursos, himnos y desfiles (que tanto les gustan…).

Machacar como suele acontecer desde el stablishment oficialista con propaganda descalificadora a quienes padecen esos sufrimientos no es la vía adecuada para solucionar el problema, tampoco la multitudinaria baja inmediata sin debido proceso y menos la eterna acusación de tratarse de movimientos políticos (claro que lo son, pues se inspiran en mejores condiciones de vida). Podría ayudar para empezar a solucionar el entuerto, entender como sostiene Hoffer que: “No es el sufrimiento, sino la esperanza de mejores días lo que incita las rebeliones”.