Vargas Vila: la Libertad como esclavitud

Luis Christian Rivas Salazar

LUIS CHRISTIAN Muchos juicios se han realizado y se realizan en torno a José María Vargas Vila, lo acusan de romper esquemas gramaticales, algunos lo tienen de existencialista, otros de liberal radical, anticlerical, antiimperialista, así también, como libertario anarquista, sea como se lo califique no se puede negar su servidumbre, en su obra como en su vida, a la Libertad, como si fuera su palabra favorita, la usa y abusa, una obsesión, un fetiche: “mi pasión por la obra de horror ¿la libertad ha devorado mis páginas?”, ha devorado sus páginas como su vida, tanto así que la frase de Chávela Vargas: “No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad”, en Vargas Vila tiene sentido esa condena.

En la narrativa de Homero, los dioses manejan el destino; los mortales tienen el libreto marcado, el hombre es una marioneta de la divinidad que le ofrece cierta seguridad en un mundo tan inseguro, a cambio de sometimiento.



Vargas Vila es un Prometeo que reta a esos dioses que en su pedestal ofrecen seguridad a cambio de veneración, los enfrenta como David el individuo enfrenta a Goliat el Estado, Sociedad, Iglesia, y entrega a los hombres ese fuego y esa honda para someternos y ser esclavos de la libertad.

Pero los hombres libres no son totalmente libres: “Yo, ame tanto la Libertad, que terminé por esclavizarme a ella; tal es la única forma de Libertad, que el Destino deja al hombre; ésa de escoger su Esclavitud” (Citas tomadas de Saudades tácitas).

¿Libertad? ¿Para qué? solía repetir Lenin, si sometiendo al hombre al conjunto podemos hacer que todos sean iguales. Y los diferentes liberticidas, sean: socialistas, comunistas, demócratas cristianos, socialdemócratas, indigenistas, populistas, nacionalistas, etcétera, se espantan, de fenómenos que tienen como génesis la libertad individual, ¡Horror de horrores!

El único amor de J.M. Vargas Vila, solo un dios, una pasión: La Libertad. Anarquista odiado y calumniado por los hijos del colectivismo y los adoradores de dioses y héroes, esos integrantes de la sociedad cerrada, a quien sabiamente les dijo: “Yo, amo el culto de los héroes, pero a condición de que estén muertos, como los dioses; un dios vivo entre los hombres, haciendo milagros en cada esquina, sería estorboso y ridículo; casi tanto como un Héroe, haciendo heroísmos diarios y agitando su penacho en los diarios menesteres; la Muerte sienta muy bien a los dioses y a los héroes…”.

Pero nuestros hermanos conciudadanos desprecian la cultura de la Libertad, tanto que incluso son capaces de constitucionalizar ese desprecio, someter la libertad individual a la arbitrariedad de un gobernante o elite gobernante, como si fuera sintomático en estas tierras latinoamericanas, gobierna la arbitrariedad: “El despotismo, es siempre el justo castigo de los pueblos pervertidos; Ellos no queriendo obedecer a las ideas, se arrodillan ante un hombre para obedecerlo; no soportando el yugo del Orden, se fabrican el del Despotismo; la Historia no registra el nombre de un Pueblo, que no hay merecido, el yugo que ha llevado”.

Esas personas que desprecian la Libertad, se lamentan todos los días y piden al Estado intervenir: ¡Porque existe la libertad!, le dicen, ¡Debe recortarla! ¡Preparad leyes, hojas de papel! ¡Legislar, controlar, fiscalizar! ¡Crucificar, encarcelar, confiscar!, gritan y adulan a quien ostenta el cetro y le permiten deleitarse con las mieles del poder. Los áulicos del liberticida, tarde o temprano, sufrirán las consecuencias de sus palabras: “La tristeza de los aduladores del Despotismo, es, que acaban por disgustar a aquellos a quienes lamen; el roce de esas lenguas, llega un día a hacerse odioso a las ancas de la Bestia; y, los aplasta de una coz”.

Por cualquier motivo, se enarbolan las banderas de la patria, y salen militares y políticos al púlpito a vociferar: ¡nuestra patria, es como nuestra madre, defenderla es un deber! ¡Subordinación y constancia!, pero El Maestro sentencia: “La Patria es una madre que se alimenta del cadáver de sus hijos; ¿habéis visto una madre que envíe sus hijos a morir por ella? No; pues la patria hace eso; ella devora a sus hijos como Júpiter (tal vez Saturno); y, se hace de los huesos de sus hijos un pedestal”. No insultéis a las madres comparándola con esa patria. Nuestra madre es única, como nuestra libertad.