El rey y la monarquía parlamentaria

Pedro Shimose

SHIMOSE Sigo glosando el artículo Las tres herencias del franquismo, de Reymi Ferreira [EL DEBER, 06.06.14]. Este dice que “en 1975, al morir Franco, el príncipe Juan Carlos asume la jefatura de Estado para ‘reinar sin gobernar’”. Cierto. El poder del rey es simbólico, representa al Estado, pero no gobierna. Salvando la distancia, Evo Morales tiene más poder en Bolivia que el rey Juan Carlos I jamás tuvo en España. El rey Juan Carlos I nunca ejerció la jefatura de Estado, presidió el Gobierno y la federación de seis sindicatos, al mismo tiempo. Por lo tanto, nunca compró caprichosamente y sin control alguno, satélites, aviones, helicópteros, autos blindados; ni ordenó la realización de referendos, elecciones de jueces y cumbres internacionales, entre otras ocurrencias. El rey Juan Carlos I no tuvo jet privado ni anduvo por el mundo a su aire y capricho, excepto su escapada a Botsuana, que minó su prestigio y popularidad, por lo que pidió públicamente perdón, gesto insólito en un rey.

Es cierta la observación de Reymi sobre el deterioro institucional en España, en el que se han visto involucrados la Casa Real (dos de sus miembros, hoy excluidos y sometidos a juicio), los tres principales partidos políticos (PP, PSOE e IU), varias comunidades autónomas (Andalucía, Cataluña, Baleares, Valencia y otras), los dos grandes sindicatos (UGT y CCOO), alcaldes, concejales, ministros, empresarios, banqueros y presidentes de clubes de fútbol. Me atrevo a decir que Reymi se queda corto, porque los millones de españoles sin trabajo “todavía están allí”, como el dinosaurio del minicuento de Monterroso. (De todos modos, la cifra real es un misterio estadístico, pues existe una incontrolable economía sumergida y un abultado fraude fiscal). Esta situación, siendo grave, no nos autoriza a afirmar que el pueblo español rechaza la monarquía parlamentaria, opinión que debe ser demostrada. Recordemos que el rey Juan Carlos I no es culpable de la crisis económica mundial, la ‘burbuja inmobiliaria’ y la corrupción en España. No obstante, Reymi opina que la monarquía es un anacronismo, sin admitir que la República es otro anacronismo, a cuya sombra florecen tiranías, oligarquías, despotismos y dictaduras aún vigentes en Latinoamérica.



En fin, Reymi habla de encuestas y afirma, sin citar sus fuentes, que “hoy, menos de la mitad de los españoles apoyan el sistema monárquico”. No nos engañemos. Las movilizaciones callejeras con banderas republicanas son, apenas, un dato a tener en cuenta en un país de 46,7 millones de habitantes. Por lo demás, el reinado de Felipe VI está por escribirse. // Madrid, 27.06.2014

El Deber – Santa Cruz