Jennifer Salinas, la reina boliviana

La boxeadora publicó un vídeo donde confrontaba públicamente el origen del mal: dos hombres de la familia abusaron de ella



Salinas al ganar el título mundial.



A Jennifer Salinas el boxeo la salvó. Tenía 19 y estaba llena de rabia, cuando decidió probar suerte en un gimnasio cerca del restaurante donde trabajaba de mesera. Hija de padre boliviano y madre estadounidense, hacía cuatro años vivía en Grand Rapids, Michigan, una ciudad helada muy distinta a su Santa Cruz natal. Mr. Love, el entrenador del gimnasio, intentó disuadirla apenas la vio. El boxeo no es un deporte para chicas bonitas, dice que le dijo. A partir de ese momento, de esa respuesta, Jennifer supo de inmediato que no ­había vuelta atrás. Poco después empezó a entrenarse en otro gimnasio. Siguieron días de rigor y disciplina, y una pelea amateur tras otra, hasta que debutó como profesional dos años más tarde, en mayo de 2003.

“Cuando entreno con rabia es cuando entreno mejor”, me confiesa 11 años después la ahora campeona mundial en la categoría supergallo. Y añade, evidenciando la misma intensidad con la que enfrenta a sus contrincantes: “Antes de iniciarme en este deporte no tenía dirección, no me importaba nada, estaba literalmente en un plan de destrucción total. Pensé en diferentes maneras de quitarme la vida. Cambiaba de colegios constantemente por problemática, cambiaba de trabajos. Me fui dando cuenta de que este deporte me estaba ofreciendo lo que no tenía: seguridad en mí misma, una familia, reconocimientos positivos y ganas de vivir”.

Lo cierto es que debajo de esas ganas parecería haber una guerra interior permanente, rabia interminable. Este febrero, tres meses después de obtener el título mundial, Jennifer publicó en Facebook un vídeo donde por primera vez confrontaba públicamente el origen del mal: dos hombres cercanos a la familia abusaron de ella sexualmente durante años, en su infancia. Dirigido a uno de ellos (el otro ha muerto), el vídeo causó revuelo y se hizo viral. “En todo momento, desde los cinco años, es algo que estuvo ­presente en mi memoria, haciéndome pensar una y otra vez que yo me lo busqué”, me explica Jennifer. Dice también que el vídeo la ayudó a iniciar al fin un proceso de sanación, y que su abusador ya no la acompaña todo el tiempo.

Ahora en Virginia, la llamada “reina boliviana” lleva meses preparándose para su primera defensa del título. Han sido tiempos movidos: además de su exhaustiva rutina de entrenamiento y de una vida doméstica exigente (es madre de cuatro hijos), se ha desatado a su alrededor un torbellino mediático. Para sorpresa de muchos, la aguerrida boxeadora es una mujer bella, la chica bonita a la que Mr. Love no quiso dar una oportunidad. Todo junto parece demasiado y seguramente es, pero ella no se queja. Al contrario, da la impresión de que disfruta como nadie el reino de su día a día. “Primero vienen mis hijos. Cuando los despacho al colegio, después de prepararles un buen desayuno, alistarlos, acompañarlos al bus, limpiar y acomodar mi hogar, voy a mi entrenamiento con mi hija menor de 2 años. La llevo a la guardería del gym y me pongo a trabajar. Aprovecho cada oportunidad que tengo para entrenar al máximo. Debido a mi estilo de vida y a mis responsabilidades, mis entrenamientos son un privilegio”.

A ese privilegio, y a esa felicidad, se aferra Jennifer Salinas. La ha salvado, la sigue salvando.

Fuente: elpais.com