La mentira como arma política

Susana Seleme Antelo

seleme La segunda entrega de la revista Percontari, del Colegio Abierto de Filosofía, habla sobre la mentira. Número imperdible, no solo como provocación intelectual, según afirma su editorial, sino como ejercicio que estimula el conocimiento y el pensamiento abstracto, para aplicarlos luego al análisis de la práctica política. A partir de la mirada de diversos autores, como el primer número sobre la “Felicidad”, este segundo me indujo a pensar y escribir sobre la mentira como arma política en la Bolivia de Evo Morales, quien se autocalifica de izquierda, socialista del siglo XXI, ramas anexas y otras imposturas como declararse demócrata, defensor de indígenas, originarios, campesinos y de la Madre Tierra.

Que la mentira política existió siempre, no es alivio para quienes creemos que la democracia es perfectible, pese las falencias del comportamiento político de los hombres, más que del orden democrático. Es perfectible a pesar de dictaduras disfrazadas de demócratas, como de aquellas con ínfulas totalitarias que pretenden quedarse en el poder “para toda la vida” como quiere el presidente-candidato Evo Morales. Que en política todo vale o que la “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”, según Jean-Francois Revel, no amilana la razón democrática, y tampoco la sentencia de Simone de Beauvoir, de que “La tentación de dominar es la más universal, la más irresistible que existe”.*



Su persistencia en la historia, no logran disminuir ni la pulsión por el orden democrático, ni la pulsión critica, aunque de sobra se sabe que la mentira como arma política subvierte la relación del tejido social frente al poder. Esa subversión convierte a ciudadanos en súbditos, despojándolos de su libertad individual y de la pluralidad de la verdad, que nunca es única. Con la mentira política, la información y la comunicación se transforman en abusiva propaganda a favor de quienes detentan el poder de turno, ya sea largo o corto. Esa es la Bolivia de Morales, que convoca a elecciones -12 de octubre próximo- sin árbitro independiente, más bien subsumido al poder político, y con un padrón electoral manipulado, arreglado para la reproducción del poder de la dupla Morales-García Linera y sospechoso de fraude sin atenuantes.

Si la mentira política sirvió desde el inicio de la era Morales, hace 9 años, para aplicar “guillotinas judiciales” a los opositores en abierta politización de la justicia también subordinada al poder político, en esta época electoral lanza calumnias, una tras otra, contra sus adversarios. La “guerra sucia” –que nunca es limpia ni en el campo de batalla ni en el campo político- echa mano del principio nacionalsocialista de que una mentira repetida mil veces llega a convertirse en verdad. Nada diferente del terror totalitario que fundaba y funda su poder, entre otros medios, en la temible policía secreta y los órganos de propaganda, como apuntaba Hanna Arendt.

Ayer y hoy la mentira política va siempre acompañada de la coacción a los medios de prensa. Más que la censura, que también se aplica en Bolivia, el régimen de Morales ha hecho de la mentira política su mejor arma para engañar a la opinión pública y para encubrir sus propias debilidades con millonarias campañas de desinformación, tergiversación, engaño y autoengaño. Sobre esa base, con el poder Judicial sometido al poder político y un brazo político-militar-policial represivo, el régimen montó y difundió, entre otras mentiras, lo acaecido en Porvenir, Pando, hace 6 años, y sobre el complot contra las autonomías, bajo el título “terrorista-separatista” en Santa Cruz, hace más de 5. El saldo de muertos, presos, perseguidos y exiliados, también por otros casos, no le inmutan al régimen, y tampoco las comprobadas ejecuciones extrajudiciales, pues todo fue montado en el núcleo más duro del poder y sus máximos representantes.

Recordar esos crímenes y denunciarlos es un deber político democrático y ético para que no queden impunes y para que no terminen convirtiéndose en una “banalidad del mal”, como analizó Hanna Arendt, en “Eichmann en Jerusalén”. La cito con la necesaria salvedad de hechos y tiempos históricos diferentes, y sin extrapolarlos al margen de la realidad de entonces y la actual. Sin embargo, las acciones represivas y violentas del régimen se diluyen u olvidan ante la bonanza económica por el incremento de los precios internacionales de hidrocarburos, y minerales, estos ya en declive, del contrabando, el narcotráfico en apogeo y la corrupción. Así se consolidan las economías informales con el espejismo del dinero fácil, del trabajo-empleo, aunque sean precarios, amén de bonos y subsidios.

Llegados a este punto ¿qué espera la mayoría de la sociedad boliviana en víspera de las elecciones del 12 de octubre? Según la tendencia de las encuestas hasta ahora conocidas, el voto ciudadano se decanta por oficialismo y no le importará otorgare un fatídico ‘dos tercios’ en el Asamblea Legislativa, como hace cinco años. Vive la burbuja del dinero fácil sin que importe si es legal o no, o que el régimen viole los principios del Estado de Derecho y Derechos Humanos. No se da cuenta, o no quiere darse cuenta, o no le importa, que le mientan porque la propaganda política del llamado “proceso de cambio”, más simbólico que real, ha producido una cultura rentista merced a la prebenda y la corrupción que satisfacen sus anhelos de salir de la pobreza, no importa el medio ni que esa bonanza sea transitoria.

Frente a esa cruda realidad, la oposición política no fue capaz de articular un instrumento de unidad frente a un poderoso enemigo y su proyecto político continuista, autocrático, populista y centralista. Debió haber ofrecido una alternativa distinta, con un liderazgo que le haga frente al de Morales, que sí lo tiene, y por eso pasó de la hegemonía político-cultural a la dominación sin concesiones. A un mes de las elecciones, no parce que esa realidad vaya a cambiar, con cuatro candidatos de la oposición dispersos y sin un discurso común. Nunca se dieron cuenta de quien es su enemigo principal.

Concluyo con un oportuno pensamiento de Enrique Fernández García**: “…hay mortales que prefieren una realidad falaz a la verdadera. El hecho de que conceptos como demagogia, manipulación, mito, utopía e incluso diplomacia, entre otras invenciones, no pierdan vigencia, sirve para probar que la discusión sobre las mentiras en la esfera pública, no debe juzgarse irrelevante”.

*La autora francesa pensaba en términos de ideología patriarcal, y nada tan político como que “los dos sexos jamás han compartido el mundo en pie de igualdad”. Lo escribió hace 65 años, en “El segundo Sexo”, y aunque ya había progresos en su época, y siguen habiendo hasta hoy, aun “la mujer tropieza con graves desventajas”.tico como0n al rático, ya vida sty prñactico. ra vez a ítico

**En “La mentira entre nosotros”. PERCONTARI, Año I. Nº2. Santa Cruz. Bolivia. Agosto 2014