Utopía, distopía y ucronía

Emilio Martínez20150605_174638Ponencia leída en el I Encuentro de ciencia ficción y literatura fantástica, FIL 2015IntroducciónEn contra de la opinión corriente, que supone el origen de la ciencia ficción en autores como Verne y Wells, y en los folletines de los años treinta, la costumbre de imaginar ingenios artificiales que sirvan de condimento o de columna vertebral para el relato hunde sus raíces en la noche de los tiempos.Baste recordar al gigante mecánico Talos, guardián de la isla de Creta; a los pájaros metálicos que fueran nodrizas de Ares o a aquellos toros de bronce que Jasón unció al arado, según nos cuenta la mitología griega.O, por qué no, a aquel barquero de cobre con una lámina en el pecho que en Las mil y una noches rescató y abandonó al tercer mendigo del rey.Esta tradición incluye a la Historia verdadera de Luciano de Samosata, a las imaginaciones lunares de Ludovico Ariosto, al Somnium Astronomicum de Kepler y a las Noches Áticas de Aulio Gelio, donde se habla de una paloma de madera que andaba por el aire.Ray Bradbury distinguía entre ciencia de ficción “dura” y “blanda”. La primera sería aquella que se ocupa de una descripción profusa de aparatos y que se explaya en la causalidad de los fenómenos científicos citados, y donde esto parece ser la prioridad en la narración.En la segunda, en cambio, la máquina y la ciencia son excusas para contar, quizás recordando que, como decía Borges, toda literatura es simbólica.Una definición sofística ha intentado encasillar a la ficción científica como “literatura de evasión”. Nada más alejado de la verdad.Sucede que en la mejor literatura de imaginación, la construcción de mundos ficticios, de utopías, distopías y ucronías, se transforma en manos del autor en instrumento de crítica y disección de otros mundos mucho más cercanos y concretos.Como si se tratara de un espejo mágico, que muestra lo que las apariencias ocultan, el libro es una ficción menor que oficia de trampa para que otra ficción mayor, la realidad, revele el arte de su engaño.UtopíaEtimológicamente, la palabra Utopía significa “en ningún lugar” y fue acuñada por el inglés Thomas More como título de su obra homónima, de 1516.Utopía es una isla habitada por una imaginaria sociedad, que More quiere mostrar como perfecta, con una organización política, económica y cultural contrapuesta a la sociedad inglesa de su época. Era claro el propósito de crítica implícita a la situación imperante en su tiempo, con referencias a abusos cometidos en el mundo rural: la ciudad principal de Utopía se llama Amauroto (del griego, sin muros), regada por el río Anhidro (sin agua) y regida por el magistrado Ademo (sin pueblo).Moro se sirve de las crónicas del navegante ficticio Rafael Hythloday, quien habría seguido en sus exploraciones una ruta distinta a la señalada por Vespuccio, descubriendo civilizaciones distintas a las del continente americano.Describe como perfecto al Estado de Utopía, una sociedad completamente cerrada y con comunidad de bienes, con 54 ciudades-estado, todas con la misma forma y extensión.Esta uniformidad se extiende a todos los aspectos de la vida social: todas las casas son iguales y los ciudadanos tienen que cambiar de casa por sorteo cada tantos años.Cada año, la mitad de la población de la ciudad va a trabajar al campo y la mitad de los habitantes del área rural van a la ciudad, un experimento que habría agradado a Pol Pot en Camboya.El sistema político es piramidal e indirecto, con grupos de 30 familias que eligen a un anciano o sifogrante, los que a su vez eligen a otros representantes de mayor jerarquía, conformando una élite que elige a un príncipe vitalicio.Las consultas sobre el estado de la república hechas fuera del Senado son castigadas con la pena de muerte, para evitar conspiraciones.Como se ve, lo que para Thomas More puede haber sido un sueño podría fácilmente convertirse en una pesadilla totalitaria, rasgo común que encontraremos en muchas utopías.Por los mismos años surgen otros textos utópicos, como el que presenta Rabelais en su Gargantúa y Pantagruel, de 1532, describiendo la comunidad ideal de Telema, dedicada a cultivar el amor, y que es en realidad una sátira de la vida monástica.Ya en el siglo XVII tenemos a La ciudad del sol, de Tommaso Campanella, y La Nueva Atlántida, de Francis Bacon. Esta última incluye la descripción de avances científicos y tecnológicos, que la acercan mucho más al universo de la ciencia ficción.Sin embargo, el género utópico sería en realidad más antiguo, teniendo como precedente la proto-utopía planteada por Platón en La República, donde describe lo que entiende como el Estado ideal.La República platónica está conformada por tres estratos sociales: los gobernantes o filósofos, los guardias y los productores. Los gobernantes dirigen el Estado; los guardias se encargan de la protección y defensa; y los productores abastecen todos los bienes materiales.La comunidad de bienes rige en los estratos superiores, así como la uniformidad obligatoria, con un rasgo sintomático: los poetas están prohibidos de la República, considerados peligrosos elementos revulsivos.Ya en el siglo XX, el filósofo austríaco Karl Popper hace una disección crítica devastadora del sistema político platónico, en su libro La sociedad abierta y sus enemigos, donde muestra la naturaleza totalitaria del modelo social propuesto por el pensador ateniense.El control absoluto, la uniformidad forzada y la sociedad cerrada, autárquica, son algunas de las características cuestionadas por Popper.Otro caso de construcción de sociedades imaginarias, supuestamente perfecta, aparece en el siglo XIX con el socialismo utópico, con personajes como el conde de Saint-Simon, Charles Fourier y Robert Owen.Fourier planteó comunidades autosuficientes -una vez más la sociedad cerrada-, comunidades llamadas falansterios. Por la extravagancia de sus propuestas y descripciones, Fourier fue considerado por el movimiento surrealista como uno de sus predecesores.Vemos, desde Platón en adelante, que el pensamiento utópico ha estado ceñido mayormente a una pretensión de planificar cada aspecto de la vida, lo que hoy llamaríamos ingeniería social.Es la tentación del despotismo ilustrado, peligro siempre presente para el intelectual.La excepción que confirma la regla tal vez sea el libro de Robert Nozick Anarquía, estado y utopía, de 1974, donde propone un utópico Estado ultra-mínimo donde se maximizan las libertades individuales.DistopíaSi, como vimos, el potencial crítico del pensamiento utópico, como herramienta de cuestionamiento a las sociedades reales, naufraga por el carácter autoritario de las alternativas planteadas, vamos a ver reaparecer con mucha mayor eficacia esa potencia crítica en otro sub-género de la literatura de imaginación: la distopía o antiutopía.“Mal lugar” sería la etimología aproximada del término, que fue utilizado por primera vez en el siglo XIX por John Stuart Mill, que también empleaba el sinónimo creado por Jeremy Bentham de cacotopía.Pero es en el siglo XX que surgirán las grandes novelas distópicas, en las cuales, según la Real Academia Española, se de la “representación imaginaria de una sociedad futura con características negativas que son las causantes de alienación moral”.El libro pionero es la novela Nosotros, del ruso Yevgueni Zamiatin, inicialmente bolchevique y luego exiliado de la dictadura soviética. Su obra maestra se publicó en Londres en 1924 y estuvo prohibida en la URSS hasta 1988.Nosotros influyó decisivamente sobre George Orwell y Aldous Huxley, que declararon su admiración por la novela de Zamiatin.En Nosotros se describe una sociedad futura opresiva, donde una clase dirigente hegemónica tiene total control sobre la población y donde se reprime no solo a los disidentes, sino a los que pudieran llegar a serlo.En la sociedad perfectamente opresiva de Nosotros los edificios son transparentes, los sueños son considerados una enfermedad y se otorga a los ciudadanos un horario para cumplir, incluso para mantener relaciones sexuales.Zamiatin aludía al experimento soviético, aunque también al incipiente fascismo mussoliniano.A diferencia de la etapa de la literatura utópica, donde los borradores totalitarios estaban en los libros de los reformadores, en la época de la novelística distópica los sistemas totalitarios ya son una lacerante realidad, y estas obras van a servir para desentrañar sus mecanismos de dominación y anulación de la individualidad.A Nosotros van a seguir los trabajos de los tres grandes de la distopía: 1984 de Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.George Orwell, nombre de pluma de Eric Blair, fue parte de las Brigadas Internacionales que lucharon contra el fascismo en la guerra civil de España, de donde salió a duras penas habiendo sido víctima de la represión estalinista al interior del bando republicano.Probablemente esta experiencia, así como el antecedente de Zamiatin, confluyeron en la escritura de 1984, donde plasma una sociedad futurista dominada en todos sus aspectos por el Partido, encabezado por el omnipresente Gran Hermano, que podría ser tanto Stalin como Hitler, Mussolini o una mezcla de los tres.El título de la novela sería una inversión del año en que fue escrita, 1948.Orwell describe un mundo futuro dividido en tres grandes potencias: Oceanía, donde impera el Ingsoc o “socialismo inglés”; comprende el Reino Unido, Irlanda, América, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica.Eurasia, gobernada por el neobolchevismo; comprende la Unión Soviética y Europa continental.Estasia, donde impera la “adoración de la muerte” o “desaparición del yo”; comprende a China, Japón y Corea.La acción transcurre en la Franja Aérea 1 -ex Reino Unido- de Oceanía, donde la policía del pensamiento se encarga de mantener la uniformidad absoluta, la obediencia al Gran Hermano y, de paso, reescribe la historia según los intereses cambiantes del Partido.Impera la neolengua, un idioma reformado y deformado por el poder, que invierte la realidad de manera perversa.El gobierno incluye el Ministerio del Amor (en neolengua Minimor), que administra los castigos, la tortura y la “reeducación”.El Ministerio de la Paz (Minipax), encargado de la guerra permanente.El Ministerio de la Abundancia (Minidancia), a cargo del racionamiento a una población que vive siempre al borde de la subsistencia.El Ministerio de la Verdad (Miniver), que manipula documentos históricos.La siguiente gran novela distópica será Un mundo feliz de Aldous Huxley. Cronológicamente anterior a la de Orwell (fue publicado en 1932), el libro de Huxley describe una sociedad basada en la genética, la eugenesia y las tecnologías reproductivas.Los dos mil millones de habitantes del estado mundial están divididos en cinco castas. La sociedad es controlada por los alfas y sus subordinados, betas. Abajo, en orden descendente están los gammas, deltas y epsilones.Se utiliza la hipnopedia, con drogas psicotrópicas para manipular emociones y conseguir una sociedad conformista.La humanidad es “feliz” y saludable, pero han desaparecido la familia, la diversidad cultural, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía.Los nombres de los personajes principales, la ciudadana perfecta Lenina y el inadaptado Bernard Marx, nos dan una pauta de las alusiones que tenía en mente Aldous Huxley.Fahrenheit 451, del norteamericano Ray Bradbury, completa la trilogía de las grandes novelas distópicas.Publicada en 1953, el título alude a la temperatura en la escala de Fahrenheit en la que el papel de los libros se inflama y arde, equivalente a 232.8 grados centígrados.En la sociedad imaginada Bradbury los bomberos tienen la misión de quemar libros, ya que, según el gobierno, leer impide ser felices y los hombres empiezan a ser diferentes cuando deben ser iguales, lo que es el objetivo del gobierno.El personaje central del libro, Guy Montag, es un bombero que termina comprendiendo lo abyecto de su trabajo y escapa al bosque, donde encuentra a los “hombres libro”, cada uno de los cuales ha memorizado un libro completo para transmitirlo oralmente.Existen muchos ejemplos más de literatura distópica, entre los que se puede mencionar a La pianola de Kurt Vonnegut, publicado en 1952 y que habla de la automatización de la sociedad, gobernada por los ingenieros y donde los hombres han quedado rezagados por las máquinas.Los desposeídos de Ursula K. Le Guin, publicado en 1974, que describe un mundo anarquista llamado Anarres en oposición al mundo opresivo de Urras.También la trilogía de J. G. Ballard de El mundo sumergido (1962), La sequía (1964) y El mundo de cristal (1966), que aborda hipotéticas catástrofes ecológicas creadas por el abuso tecnológico y ambiental.UcroníaSi Utopía significa “en ningún lugar”, ucronía quiere decir “en ningún tiempo”. Se trata de narraciones basadas en versiones alternativas de hechos históricos, lo que también se conoce como historia contrafactual.El término fue empleado por primera vez por el filósofo francés Charles Renouvier, en el siglo XIX, en su obra Ucronía: La utopía en la Historia.Renouvier imaginó el desarrollo de la civilización occidental si el cristianismo y el despotismo militar no hubiesen triunfado en el Imperio romano del siglo II.Pero se considera que la primera ucronía fue escrita por Tito Livio en uno de los capítulos de la Historia de Roma desde su fundación, donde relata una hipotética guerra entre el imperio de Alejandro Magno y Roma en el siglo IV a. C.Trevelyan desarrollaba en 1907 las consecuencias de una victoria de Napoleón en Waterloo. Chesterton en 1931 especulaba sobre un hipotético matrimonio de don Juan de Austria con María de Escocia. André Maurois, en 1932, escribía sobre qué hubiera sucedido si Luis XVI hubiera tenido “un átomo de firmeza”. Ese mismo año, Winston Churchill escribía sobre la creación de unos hipotéticos Estados Confederados de América. En 1934 Toynbee publicó una situación contrafactual en la que los vikingos capturan Constantinopla en el año 860, colonizan las costas de América del Norte, dominan la navegación en el mar Caspio y sus descendientes controlan, para 1400, Europa, Norteamérica y el norte de Asia.Uno de los temas desarrollados con mayor frecuencia en las ucronías es la descripción del mundo luego de un eventual triunfo de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, punto donde la ucronía se toca estrechamente con la distopía.Sucede así en El hombre en el castillo, de Philip K. Dick, y en Patria de Robert Harris. Esta última transcurre en 1964, con un III Reich victorioso que controla la Unión Europea y donde hay guerrillas soviéticas en los Urales apoyadas por Estados Unidos.Otros temas empleados en las ucronías han sido la no extinción de los dinosaurios, la victoria de la Armada Invencible sobre Inglaterra, la victoria de España sobre Estados Unidos en 1898 y la victoria de los republicanos en la guerra civil española.Vladimir Nabokov, famoso autor de Lolita, también escribió su ucronía en la novela Ada o el ardor (1969), donde relata la historia de un romance incestuoso entre hermanos en un mundo paralelo del siglo XX, con unos Estados Unidos conquistados por la Rusia zarista y donde la electricidad está prohibida.Historiadores y cientistas sociales han cuestionado la “utilidad” de las ucronías o contrafactuales, a lo que se podría contestar que una utilidad posible es el aprendizaje sobre la causalidad de los hechos históricos, pero sobre todo, para quienes amamos la literatura, el placer y el juego lúdico de imaginar mundos alternos, con la tentación demiúrgica que esto conlleva, son justificación más que suficiente.