Ética y política

int-72568Carlos Toranzo Roca*Todos los regímenes revolucionarios, los gobiernos de las izquierdas, antes de hacer sus revoluciones, previamente a su ingreso al poder, en las épocas de las proclamas fogosas contra sus enemigos, en las fases de las ofertas electorales, lo que afirmaron es que avanzarían al futuro generando otro tipo de valores, dotados de puridad. Expresaban que transformarían las conductas de los políticos, porque estaban hastiados del manejo corrupto del poder de los viejos partidos políticos y de los excesos de los partidos tradicionales. Juraban que los nuevos líderes, ellos, los dirigentes renovados, los nuevos partidos, vendrían vestidos con los trajes de la transparencia, de la austeridad y de la incorruptibilidad.Ese tipo de políticos y organizaciones políticas casi siempre han marcado sus ofertas revolucionarias y arengas preelectorales con los signos de la ética, de la transparencia, con la idea de la creación del «hombre nuevo”, diferente a los corruptos del pasado, distintos a los manejos voluptuosos del poder de la clase política tradicional.Todos ellos han sido críticos de los caudillos de los partidos tradicionales, los han criticado por el exceso de concentración del poder en el gobierno, en sus partidos; han expresado firmes arengas contra la ausencia de democracia interna, ya sea en el MIR, en ADN o en el MNR.Se han manifestado bulliciosamente contra cualquier forma de nepotismo, han enjuiciado a los políticos que osaron poner en la administración pública, en embajadas, a sus parientes, hermanos, tíos, sobrinas, yernos, enamoradas o enamorados. Sí, así actuaron durante años en la oposición, asumiendo el rol de jueces, cubriéndose con el manto de la puridad para enjuiciar   a cualquiera que -según ellos- habría cometido un pecado de corrupción o de falta de transparencia y de ausencia de respeto a las normas de austeridad que debería tener un país tan pobre como el nuestro. ¿Y cómo estamos ahora? ¿Cumplieron su palabra, ésa que decía que iban a recuperar la ética para la política?Mucha gente, popular o no, encopetada o no, molesta también con las corrupciones de los sistemas políticos pasados, cansadas de los excesos de los políticos tradicionales, hastiadas de los tráficos de influencias, aceptaron nuevos gobiernos, hasta votaron por nuevos liderazgos, pero con la esperanza de que la ética pueda acercarse a la política, con el sueño de pensar en el manejo transparente de la cosa pública. ¿Usaron bien su voto?Pero, como siempre, hay una distancia sideral entre la palabra y los hechos, como también es muy grande la distancia entre el verbo y la conducta real de los políticos, incluidos los nuevos líderes revolucionarios, la realidad del proceso de cambio, lo concreto del uso del poder en estos últimos años nos muestra, ya no signos, sino conductas recurrentes que borran los discursos níveos de transparencia que emitieron esos políticos cuando estaban en la oposición.A eso se suman los manejos no transparentes en muchos campos. Por ejemplo, en la compra de las barcazas, en los autos «chutos”, en el uso de la coca incautada, en el manejo inescrupuloso de Diprove. Y lo que es peor, en el manejo de dineros que no entran al TGN, que sirven -sin auditoría alguna- para prorrogar el poder.Hoy, las nuevas normas amparan la violación de la transparencia, pues se adjudican obras públicas millonarias sin ningún tipo de licitación. Muchos no se sonrojan al usar vehículos proporcionados por el narcotráfico. Y el tráfico de influencias, incluidas las nominaciones en las embajadas, no sonroja a nadie del poder.El poder «austero” vuela en aviones de lujo, llevando a séquitos de incondicionales, pero todavía el proceso de cambio expresa que vino a instalar nuevos valores en la política, ¿qué valores? Los valores se han trastocado, la transparencia se ha hundido, se ha reforzado el mundo de ”cambalache”, donde, desde el poder, el que no roba, el que no utiliza el tráfico de influencias, el que no usa los favores del gobierno, es un gil. En estos tiempos ya no se discute la necesidad de incorporar la ética a la política. El mundo de los valores ya no existe.*EconomistaPágina Siete – La Paz