Déspota

FERRUFINO1Claudio FerrufinoHe estado atareado con el regreso a Denver. Con todos los males que pudiera haber, estoy en otro mundo. He eludido la basura beligerante de Cochabamba, el remedo de progreso en un yermo donde  todos y cada uno de los representantes del gobierno se enriquecen, violan, matan, siembran coca, destruyen. ¿El indígena amante de la naturaleza? Mentira. Recuerdo siempre a mi padre diciendo que nadie odiaba al árbol como ellos, y que si árboles había en el valle que deslumbró a D’orbigny se debía a los patrones. Triste verdad. Desde entonces se ha talado y quemado hasta convertir lo feraz en desierto. Y es solo el comienzo, ya que la parodia plurinacional campesino originaria tiene como agenda tabla rasa.El líder de este movimiento que tuvo ribetes interesantes y resultó fraude peor que lo anterior es Morales, el omnipotente, omnipresente, el amante de quien quiera, cuando y donde quiera. Los acólitos llegan al servilismo extremo al mejor estilo del trujillismo dominicano. Se busca un modelo tipo coreano que duda va a perecer. Sin embargo le falta mucho para alcanzar aquella tragedia asiática que lo ilusiona sin permitirle dormir. Mientras tanto despacha aviones, golpea camareros, da rodillazos a rivales en su jueguito de pelota, se hace amarrar los zapatos. El amor, dicen estos delincuentes (caso Maduro), es el que guía al pueblo a dar esas muestras esclavistas; el amor, no otra cosa.Da pena que la oposición tenga que hacerse desde el exabrupto, pero sucede que no hay ideología en el masismo, ni siquiera en el tonto elegante que siempre anda detrás. No hay lugar para conversación económica, histórica, no, porque lidiamos con un grupo humano de grandes carencias y solo mucha habilidad para el crimen y la ganancia ilícita. ¿Qué se puede discutir con un ladrón sino sus prácticas? No estamos en Roma ni en Atenas. En Bolivia no existen oradores ni guerreros, que lo diga España que los tuvo corriendo de a miles en un vergonzante ejemplo del valor nuestro.No se malinterprete y crea que embozo un ataque racista. Para mí, Bolivia es un conjunto homogéneo, en clases y razas, con idiosincrasia basada en cobardías y desdén por lo hidalgo, bien entendido. Y Morales resulta el perfecto cabecilla de esta muchedumbre sosa y esquiva. El mito hecho hombre, ecce homo andino, que durará lo que dure el auge económico incluido el narcotráfico, pero que habrá ejemplificado mejor que nadie el ser boliviano y su sarta de patrañas. Pueblo que se miente a sí mismo no es pueblo.Iba a buscar un tema que ilustrara de manera científica lo feble del entarimado actual. Solo me salen insultos. ¿Cómo lograr lo contrario? Imposible. Necesitaría respeto y no lo tengo. Pero se juega con la fábula. Gente de supuesta inteligencia participa del circo. Está lo de Chile, La Haya, el Papa que sonríe demasiado. Puras circunstancias sin trasfondo. Ideal para el espectáculo. A invadir Brasil, a conquistar la luna, de la mano de una fétida planta que mastican y que se pone negra con el bicarbonato y les hace creer que al fin se encontraron, en la baba.Pues bien, es otro día, lunes, y el cielo se encapotó. Ojalá llueva. La lluvia sí es real y su frescura ansiada. Pienso en los días pasados al sur y me alegro de jamás haber creído pizca del discurso. Morales se hace amarrar los zapatos. Rey por hoy, convicto mañana. Los dados se arrojan y se vuelven a arrojar.El Día – Santa Cruz