Nuestra vieja amiga, la tristeza


KAREN-OKKaren ArauzPocos le han prestado atención a una extraña encuesta levantada a nivel internacional por la firma Gallup, sobre los niveles de felicidad de los países. Contrariamente a lo que algunos pretenden, Bolivia está en la lista de los países menos felices, en la serie que incluye a Irán, Sudán del Sur, Grecia y otros, todos ellos considerados altamente conflictuados, ya sea porque atraviesan una guerra, su calidad de vida es infrahumana por la carencia de condiciones mínimas de supervivencia o por el violento fanatismo religioso llevado a extremos de locura.¿Por qué está Bolivia tan triste? Los países latinoamericanos, excepto Bolivia, están considerados en el mundo, entre los más optimistas y satisfechos. La alegría innata de los latinoamericanos, siempre causa admiración, imitación y hasta envidia. Los anglosajones y los asiáticos, contemplan entre embelesados y sorprendidos, las demostraciones de alegría de la que los latinos hacen gala, sea en un partido de fútbol, la celebración de una boda, o en el nacimiento de un niño y ni hablar de sus fiestas y celebraciones patrióticas. Aspectos en los que nosotros somos de verdad notables. Nuestros carnavales son una demostración de la magnífica diversidad de climas, orígenes y tradiciones. El colorido que rodea todas nuestras manifestaciones sean folklóricas o religiosas en ese notable sincretismo que como pocos hemos sabido abrazar, pareciera encerrar una tristeza y una melancolía, que preferimos disimular.Gracias a las nuevas tecnologías, los bolivianos disfrutamos de ver en un sinnúmero de sitios dedicados al turismo, bellísimas postales de la diversidad geográfica, gastronómica, de fauna y flora, escenarios naturales de fantasía y bellos seres humanos también. Este es un hermoso país. No sufrimos de guerras, enfrentamientos terroristas o grandes catástrofes naturales. La calidad, cantidad y diversidad de alimentos a los que se puede tener acceso con un mínimo esfuerzo, hace de esta una tierra en verdad bendita. Los nevados que riegan nuestro fértiles valles y la Amazonia que nos brinda extraordinarios paisajes y recursos, mueve a la codicia ajena. Pero a los bolivianos nos duelen muchas cosas y estamos tristes. El boliviano se considera intrínsecamente, buena persona, respetuoso de los demás, solidario y generoso. ¿Tenemos los bolivianos una imagen demasiado idealizada de nuestras virtudes?Si nuestra clase dirigente es producto del medio, ¿será que ella es la raíz de nuestros males? Y divagando y rondando, surge una explicación aproximada. La ignorancia es en parte la madre de todas nuestras desgracias. Y el poder absoluto, -en esas circunstancias- se convierte en arma mortal. La desbordante soberbia y la mentira constante, sin pausa, que pretende disimular esa ignorancia, es la razón por la que somos un país triste. Porque no hay mayor congoja que la que acarrea la desilusión de ser siempre traicionados y permanentemente engañados.¿Por qué está Bolivia tan triste? Por decenas de años, los bolivianos han estado viviendo de espejismos. La plata inagotable, ha hecho ricos a muchos extraños, y terminó por amargar los días y agotar las ilusiones. Cuando se visita Potosí, los resabios de glorias pasadas, dejaron huellas solo como una muestra de lo que pudo haber sido y no fue. Nuevamente Potosí, también Oruro, alucinaron con las ingentes riquezas mineralógicas. Y ambas, tienen impresas su sudor y su sacrificio y una horrible cicatriz de pobreza y dejadez. Al mismo tiempo, las increíbles tierras fértiles del oriente boliviano, han tenido que luchar con los embates de la naturaleza y con el estatismo angurriento que siempre trató de adueñarse del esfuerzo ajeno, con la ineficiencia que los gobiernos han demostrado una y otra vez.  Solo saben depredar, echar mano de lo que se pueda, para tener lo suficiente para arremeter propagandísticamente y volver a vender quimeras de grandes riquezas que esta vez sí, llegaría a todos y cada uno de los bolivianos. Y el círculo vicioso se completa con el gas, que se está volviendo, otra vez, herramienta de manipulación.Y en este afán de volver a creer, de poner los diez centavos que aún quedan de fe, Bolivia le dio la oportunidad a un nuevo e inédito liderazgo. Los indígenas, después de siglos, se proyectaron en uno de ellos en la esperanza de ser finalmente, prioridad. Se han roto el alma contra un muro de piedra invisible, en virtud a ese poder que elevado a su máxima potencia, enceguece, corroe y lastima otra vez, como antes, como siempre. Todos tienen fotograbado en sus retinas, las reiteradas represiones contra los otrora hermanos indígenas. El implícito desprecio aunado a la rampante corrupción, en un país rico tan pobre, golpea a diario y las interminables fiestas, el consumo irrefrenable de alcohol, hasta la entrega a las drogas que trae consigo la inseguridad y la criminalidad, pareciera un continuo afán de olvidar, de sobrellevar, de sobrevivir. Y amenaza con hundirnos irremisiblemente.¿Por qué no estaría triste Bolivia? Alguien dijo que el delito no está en el engaño, sino en quitarnos la posibilidad de soñar, que tal vez, no nos engañarían nunca más. Y ahí sí tenemos algo que decir.El Día – Santa Cruz