El multimillonario que renunció a la banca para ser ecologista

david_mayer_de_rothschild_Una extraña sensación de vértigo invade al interlocutor cuando conoce a David Mayer deRothschild (Londres, 1978). No sólo porque es miembro de la rama británica de la familia de banqueros mas célebre y poderosa de la Historia.

Tampoco porque su padre, Evelyn de Rothschild, sea un gurú financiero respetado internacionalmente, que hasta hace poco marcaba el rumbo de la City londinense. Ni porque haya sido nombrado Joven Líder Global por el Foro Económico Mundial y explorador emergente por la revista National Geographic. Y menos por saber que este hombre de 30 años fue en su día el británico más joven que atravesó la Antártida.Es sobre todo porque este aventurero, filántropo, atipíco Rothschild, con sus ojos azules, su media melena, su barba descuidada y su metro noventa de altura es atractivo, muy atractivo. Parece salido de una versión contemporánea de Jesucristo Superstar. Él es consciente de ello. Y te mira con seguridad. La de saber que es uno de los solteros mas codiciados del mundo. Ése es el honor que en 2003 le concedió la revista Tatler. Desde entonces se le han atribuido romances con actrices como Cameron Diaz o modelos como Annabel Horsey, pero la realidad es que nadie sabe con quién sale o entra.

Estamos con él en San Francisco. Desde el muelle 31 del Fishermen’s Wharf se pueden escuchar los bramidos de las focas monje, se ve la Torre Transamerica, la bahía y, en medio, la isla de Alcatraz. Brilla el sol californiano en diciembre. Aquí David Rothschild pone en marcha su última aventura, patrocinada por la firma relojera suiza IWC, que ha creado un modelo especial para la ocasión.



Lleva gorro de pescador de lana, camisa de cuadros raída, pantalones anchos y caídos de color caqui y zapatillas deportivas. Impecable acento inglés, indudable look costa Oeste norteamericana. Es la herencia genética de un padre británico y una madre estadounidense. Campechano, atento, siempre tiene una broma en la boca:“Te preguntarás quién soy, aparte de un tipo que parece un vagabundo”, me dice, como si menospreciase su innegable abolengo. Parece cercano, pero marca las distancias. Le interesa lo que puedas preguntarle. Pero le interesa más lo que él quiere contarte. Está emocionado con su nuevo proyecto.

Y éste no es otro que cruzar el Pacífico, desde San Francisco a Sidney, atravesando el vertedero mas grande del mundo; una mancha de basura flotante llamada the great eastern patch (el gran parche oriental) cuya extensión es el doble de la de Estados Unidos. The great eastern patch se alimenta de la basura que llega de las costas de Estados Unidos y Japón a una zona del océano donde confluyen dos corrientes opuestas. Esta mancha crece día a día, sin que nadie haga nada para evitarlo. Algunos científicos sostienen que la masa de residuos ocupa ya el ocho por ciento de la superficie del Pacífico. Su descubridor, el investigador Charles Moore, ha declarado en repetidas ocasiones que el problema no se solucionará hasta que no se detenga la producción mundial de botellas de plástico.David de Rothschild es consciente de ello. Pero tiene su particular visión:“No podemos pedirle al mundo que renuncie a su bienestar, pero sí hacerle ver cuál es el resultado de nuestro estilo de vida”. Por eso se propone concienciar al planeta sobre la gravedad de este desastre ecológico organizando una expedición didáctica de repercusión mundial. Su idea es emular y actualizar la aventura del mítico expedicionario noruego Thor Heyerdal, quien en los años sesenta revolucionó al mundo cuando se propuso atravesar el Pacífico desde Perú hasta la Polinesia en una embarcación hecha de juncos llamada Kontiki. La expedición de Rothschild lleva el nombre de Plastiki. Y en su embarcación 11.000 botellas de plástico reciclado sustituyen a los juncos de la Kontiki original. El aventurero me muestra un modelo piloto del catamarán. Mide 30 metros de eslora (longitud), pero el definitivo tendrá un casco de 80 metros. Será una criatura innovadora, diseñada por un estudio especializado en proyectos sostenibles llamado Architecture for Humanity, dirigido por el diseñador de barcos Andy Duvell.

«YO CREO EN EL PODER DE LAS HISTORIAS. ¿DE QUÉ SIRVE PODER VER EL ATARDECER MAS HERMOSO EN EL POLO NORTE O LA SELVA MÁS ESPECTACULAR EN ECUADOR SI NO PUEDES DAR A CONOCER LA BELLEZA QUE HAS VISTO?”

Cuando se le pregunta cómo quiere ser visto, como un aventurero o como un documentalista, Rothschild contesta con una cierta reserva, como si fuera consciente de que muchos pueden ver en él a un niño consentido que se inventa excusas para ir de viaje alrededor del mundo: “No quiero que me vean de ninguna forma, quiero difundir un mensaje y hacer comprender la necesidad de hacer algo por nuestro planeta”.

Este chico podría fácilmente haber decidido llevar un estilo de vida como el que llevó su padre hasta los 26 años cuando, como su hijo, era un soltero de oro y se dedicaba a hacer vida social y viajar en carísimos coches deportivos, a montar caballos purasangre y a jugar al polo. O podría haber emprendido el camino de los negocios, como hizo su hermano mayor, Anthony, que gestiona las licencias del merchandising de músicos universales como los Beatles. Sin embargo David ya sintió la llamada de la aventura y la naturaleza mientras se criaba en Ascott House, una impresionante propiedad en Buckinghamshire, al sudeste de Inglaterra, donde montaba a caballo siguiendo el ejemplo de su tío, campeón olímpico ecuestre. Decidió estudiar medicina natural para después coger sus bártulos y marcharse a Australia, donde empezó a editar libros educativos para niños. En Nueva Zelanda compró una granja de 445 hectáreas donde desarrollaba técnicas autosuficientes para el cultivo de productos orgánicos. Y durante ese tiempo participó en todo tipo de competiciones extremas. Una de ellas, el famoso triatlón Fuga de Alcatraz que, entre otros retos, implica cruzar la bahía de San Francisco a nado. Frente a esta bahía es donde ahora me repite una y otra vez su discurso:“Somos un solo planeta, una sola nación. Tenemos que hacer algo por salvar todo aquello que somos”.

David de Rothschild podría dedicarse a comprar y vender el mundo, y en lugar de eso quiere salvarlo. Pero, ¿cómo? “Yo creo en el poder de las historias. ¿De qué sirve poder ver el atardecer mas hermoso en el Polo Norte o la selva más espectacular en Ecuador si no puedes dar a conocer la belleza que has visto?”. Y así es como surgió Adventure Ecology, la organización no gubernamental que ahora dirige y que esta sacando adelante la Expedición Plastiki. “El principal público objetivo de Adventure Ecology son los niños. Ellos son el futuro y los que tienen la capacidad para cambiar las cosas. Para ellos queremos generar contenidos interesantes, fascinantes y divertidos que los hagan involucrarse en las causas medioambientales. A ellos queremos enseñarles el mundo y qué esta pasando con su planeta”.Afirma que vivimos en un entorno obsesionado con los acontecimientos, y que crearlos es una manera de generar atención en torno a las cosas que de verdad importan. Por eso desde la fundación de Adventure Ecology se ha embarcado en viajes tan apasionantes como el que le llevó a cruzar el Ártico desde Rusia hasta Canadá en 2006 en compañía de otros 14 expedicionarios para generar interés por el cambio climático.

Cabe plantearse cómo sentó tanta sensibilidad medioambiental en su casa. Así que le pregunto: ¿Cómo fue el día que le dijiste a tu padre: ‘Quiero ser naturópata’? Se pone a la defensiva. Está claro que no le gusta hablar de su familia, que se asocien estereotipos a su figura ni que se difundan algunos prejuicios. “¿Y qué te preguntó tu padre cuando le dijiste que no querías practicar su profesión?”, me responde. Parece resultarle difícil comprender que no todos tenemos un padre sir en cuyo currículo figura haber sido cabeza de la rama inglesa de la Banca Rothschild, presidente de la Biblia del periodismo económico The Economist, director del gigante de los diamantes De Beers, socio principal de IBM UK, gobernador de la London School of Economics, fundador de la Asociación Europea de la Historia Bancaria y Financiera…

El astillero donde estamos es una gigante estructura de madera añeja, con las vigas pintadas de azul y blanco. El escenario perfecto para un ajuste de cuentas de una película de cine negro. En una esquina de la nave un grupo de seis chicas mexicanas limpian y preparan las botellas que serán parte de los cascos del catamarán. “Este tipo de detalles se lo encargamos a estudiantes que buscan un trabajo no cualificado”, me cuentan. En otro rincón hay un puesto de bebidas y comida orgánica atendido por un imponente rubio de aspecto hippy que al servir café hace una pregunta mística: “¿Qué le agradeces hoy a la vida?”. “Son amigos de David”, explican de nuevo. En una gran mesa de trabajo, un maestro relojero de la firma suiza IWC trabaja con la maquinaria del cronógrafo. Y en el centro de todos estos elementos, orbitando como un gran oráculo, el modelo piloto del Plastiki.

Matthew Grey, director de la expedición, detalla las mangas en las que se dividirá el viaje. Cuenta que cada una de las paradas rememora y conciencia sobre un desastre ecológico. De San Francisco irán a San Diego y a Hawai. De ahí al atolón de Bikini, “en memoria de los ensayos nucleares”. De Bikini a Tuvalu, “una zona en riesgo de desaparición por las inundaciones”. De Tuvalu a Fiyi “donde hay un problema con los recursos de agua”. Y finalmente a Nueva Caledonia, a visitar los arrecifes de coral. “¿Y cuándo os encontraréis con el gran océano de basura?”, pregunto. “Eso será después de Hawai. Allí recogeremos muestras y haremos algo de limpieza. Pero, de acuerdo con Charles Moore, el mayor experto en esta materia, “la limpieza no sirve para nada. El gran océano de basura sólo dejará de crecer si se frena la producción de botellas”.

Todos, desde sus compañeras de Adventure Ecology hasta los miembros de su equipo o los patrocinadores de la expedición, hablan de Rothschild con una admiración casi temerosa. La palabra que más se escucha es inspiración. “No hay duda de que David es hijo de quien es. Pero tampoco se puede negar que tiene un talento especial. Yo le he visto negociando con autoridades, con sus sponsors, y es absolutamente impresionante el poder de convicción que tiene y su capacidad de entusiasmar”, dice Mike Rose, el patrón que se encargará de construir el barco.

¿Conseguirá su reto? “No hay ninguna razón para que no lo haga. Salen en marzo, cuando las condiciones climatológicas son más que favorables. Y esto no tiene nada que ver con la Kontiki. Cuando Thor Heyerdhal se lanzo al Pacífico lo hizo en una barca hecha con juncos, sin un mísero equipo GPS, desprotegido en su lucha contra los elementos. En esta expedición todo es muy distinto”. Cuando se intenta averiguar cuánto va a costar poner en marcha este proyecto las respuestas son esquivas y los datos, inexistentes. No se habla de dinero. Se insiste en que todo lo pagan los patrocinadores.Quiero saber si ha conseguido concienciar en algo a su padre, sir Evelyn de Rothschild, un hombre poderoso y con muchos contactos. Su última esposa se la presentó Henry Kissinger. Y ella, Lynn Forester de Rothschild, es gran amiga de los Clinton, tanto que la pareja pasó su luna de miel alojada en la Casa Blanca (a pesar de que hizo campaña por John McCain). Alguien con semejante influencia sería un gran altavoz para difundir su mensaje. Aunque ésta, cuenta, se ha limitado “a distribuir “entre mis amigos mi libro Manual de supervivencia ante el cambio climático, lleno de pequeños consejos que pueden hacer una gran diferencia”. Y cuando le pregunto que dónde se ve dentro de diez años me contesta: “No lo sé. Viviendo plácidamente en el campo, cultivando alimentos orgánicos”. Y, mientras dice esto, rompe a reír. 

Fuente: www.revistavanityfair.es