Preterición

zarattiFrancesco ZarattiEn esta columna no voy a referirme a todos los graves hechos de corrupción del MAS, desde YPFB, pasando por el Ministerio de Gobierno, la administración de la justicia y terminando (por ahora) en el Fondioc, porque son sobradamente conocidos por la opinión pública nacional e internacional.Tampoco voy a amplificar las arengas del Profeta Apocalíptico a sus «kínder-campesinos”: «Los vendepatrias, esos que regalaron el gas, el petróleo, ahora lo insultan, le dicen de todo, le dicen indio, llama, animal, ‘euquénido’ (sic), ignorante, así lo atacan al presidente Evo Morales” (Página Siete 30/11/15).Además, ¿para qué recordar que el 93% de la coca del Chapare va al narcotráfico (NN.UU. dixit), si a nadie parece importarle?Ni siquiera mencionaré la grave responsabilidad en el escándalo del Fondioc de las máximas autoridades ejecutivas (MAE) del Ministerio de Economía que autorizaron traspasos de dineros públicos a cuentas particulares, perforando el sistema SIGMA, supuestamente «blindado”.Ni de lejos me permito insinuar que la Para-Fiscalía, bien instruida, nunca investigará a «todos” los implicados en el caso Fondioc, cumpliendo a cabalidad la tajante la orden presidencial de «caiga quien (yo quiero que) caiga”.Ni bajo tormento me haré eco de la denuncia que detrás del programa de tecnología e investigación nuclear se esconde la quimera de construir a la brevedad una planta nuclear, aunque lo digan varias autoridades nacionales.Tampoco me voy a referir a la llamada «Ley Total” o de devolución del IDH a las petroleras a costa de relegar la salud y educación de las regiones en momentos en que, por los precios bajos, habría que resguardar las escasas reservas de hidrocarburos, herencia de los neoliberales.Ni siquiera me agarraré al fácil expediente compensatorio de decir que si fuera un miembro de la oposición en Bolivia, dedicaría mi tiempo y mis esfuerzos a criar pollos o a sembrar coca.Definitivamente, esta columna no quiere llamar la atención sobre la sucia campaña de algunos ministros trasnochados en contra del más acreditado vocero de la causa marítima que, supuestamente, debería unir a todos los bolivianos. A este propósito me abstendré de mencionar la costumbre de los dueños de circos de usar a sus divertidos funcionarios como mensajeros.Sólo porque está cerca el Carnaval no haré ninguna alusión a la cultura teológica, sin muchas luces a causa de un amplio sombrero, de una ministra que cuestiona a un respetado obispo emérito de la Iglesia Católica por presuntas faltas a la Ley de Moisés.Que quede claro que tampoco gastaré mi tiempo y energía en fustigar a la colonialista carrera del Dakar, que suele dejar muertos y daños ambientales a su paso con el único fin de garantizar a sus participantes y auspiciadores una exótica y elitista diversión.Como soy un militante disciplinado y leal me quedaré callado (aún a costa de ser tildado de doblemente corrupto), pero si no lo fuera les contaría todas las fechorías que se cometen en su seno.Finalmente, podría detallar escándalos de varios personajes políticos en su vida privada, sus infidelidades y mucho más, pero como soy respetuoso con su intimidad no lo haré.¡No! No hablaré nada de eso en la presente columna.De hecho, sólo he querido ilustrar, con unos cuantos ejemplos, que el lector juzgará reales o imaginarios, una figura retórica del tipo «oblicuo” poco conocida: la preterición o paralipsis.Esa figura consiste en aparentar que se quiere omitir aquello mismo que se expresa con el fin de darle mayor énfasis y, de ese modo, llamar la atención del lector. En suma, mediante la preterición se pretende encubrir la finalidad del discurso, bajo el manto de la ironía y el sarcasmo.Página Siete – La Paz