Todo lo que un actor tiene que hacer para ganar un Oscar

Jennifer Lawrence y Anne HathawayUn par de horas antes de ganar su Oscar, un reportero le preguntó a Julianne Moore qué era lo primero que haría tras la ceremonia. «Comer», respondió Moore, «llevo 6 meses sin hacerlo». A sus 54 años, la actriz se vio inmersa en una campaña para el Oscar agotadora que empieza oficialmente en septiembre (Telluride, un festival en medio de las montañas donde las estrellas pueden parecer espontáneas), pero sabía que estaba más cerca que nunca de ese Oscar y debía aparecer constantemente en los medios durante los 5 meses que dura la temporada de premios. ¿No basta con hacer una buena interpretación para ganar un Oscar? En absoluto, del mismo modo que no basta con ser el mejor político para ganar unas elecciones. Hay que venderse.

Aunque los Oscars siempre han sido una gloriosa pantomima de Hollywood dándose premios a sí mismo, lo que hoy conocemos como «la carrera al Oscar» es un fenómeno reciente. En 1960 Liz Taylor sufrió una neumonía que puso su vida en peligro. El mundo entero contuvo la respiración, incluido Hollywood, quien coronó su recuperación con un Oscar por Una mujer marcada. Las crónicas de la época (el antecedente directo de Twitter) insinuaron que Liz sólo ganó por lástima. Fue así como empezó a hablarse de «motivos extracinematográficos» para ganar un Oscar.

Hoy en día hay profesionales de marketing cuya tarjeta de visita les define como «expertos en estrategias para la temporada de premios». Cuando una estrella quiere entrar en la carrera al Oscar, recluta un equipo de publicistas y asesores de imagen que se preocuparán de mantener viva la llama de su nominación y avivarla cuando sea preciso.



El secreto está en el equilibrio: la estrella debe ser divertida y natural, pero no pasarse de graciosa y decir algo que pueda resultar polémico. Hace 3 años intentaron hundir a Jennifer Lawrence cuando mandó un mensaje a su rival de 8 años «querida Quvenzhané Wallis, me ha llamado el diccionario y me ha dicho que le devuelvas las letras». Del mismo modo, la estrella debe demostrar que desea ganar, pero no parecer desesperada. Este mismo año, Rooney Mara ha sido acusada de borde por aparecer tensa y seria en la alfombra roja, probablemente porque su trabajo es actuar y no venderse a sí misma, lo cual le resulta incómodo.

Hay una regla no escrita que dice que si una estrella no recorre todas las alfombras rojas entre septiembre y febrero no puede ganar el Oscar, porque nadie se acordará de ella cuando rellene la papeleta. Para estar en la conversación hay que salir en las fotos. En 2011 Jean Dujardin se pasó 4 meses bailando con el perrito de The Artist allí donde hubiera una cámara y explotando su encanto de «no hablo inglés, pero estoy aprendiendo» que empujó a Hollywood a recompensarle con un Oscar para demostrar que en la meca de los sueños todo es posible. Este año Tom Hiddleston también ha bailado claqué cual mono con platillos, hasta que vieron su película y se dieron cuenta de que no era carne de Oscar. Hiddleston desapareció fulminantemente de todos los eventos. Ya no hacía falta que bailase.

Jennifer Aniston contrató a uno de estos «estrategas de premios» el año pasado para atraer visibilidad hacia su posible nominación por Cake. La actriz se dejó la piel promocionando la película y justo durante la semana de votaciones abrió su corazón para confesar que su primer amor, el actor Daniel McDonald, murió de un tumor cerebral. Una semana después, aún con las votaciones abiertas, Aniston contó que su mejor amiga (la también actriz Kim Walker) murió de un tumor cerebral. Sin entrar en frivolidades, la coincidencia de fechas es escalofriante. Y del gafe de Aniston hablamos otro día.

Quizá Julianne Moore estaba exagerando cuando se quejó de llevar 6 meses sin comer, pero la delgadez y ojeras de Alicia Vikander piden un cocido a gritos. Seguramente Julianne sí llevaba 24 horas alimentándose de agua mineral. Se sabe que las estrellas no comen nada durante el día de los Oscars, básicamente porque no tienen tiempo. Por eso todo el mundo está tan contento en los Globos de Oro, tras atiborrarse a champán con el estómago vacío. Los arreglos de última hora en el vestido (que lleva elegido desde septiembre), la peluquería y el intransitable tráfico de limusinas en Hollywood desde primera hora de la tarde aprietan una agenda marcada por el tratamiento de belleza facial. Los expertos recomiendan evitar tratamientos químicos o reemplazar la piel de la cara a riesgo de sufrir efectos secundarios y aparecer en los Oscar con la cara abrasada y aún más roja que la alfombra. Debe parecer que son así de guapas de forma natural.

EL SECRETO ESTÁ EN EL EQUILIBRIO: LA ESTRELLA DEBE SER DIVERTIDA Y NATURAL, PERO NO PASARSE DE GRACIOSA Y DECIR ALGO QUE PUEDA RESULTAR POLÉMICO. DEL MISMO MODO, LA ESTRELLA DEBE DEMOSTRAR QUE DESEA GANAR, PERO NO PARECER DESESPERADA.

Actualmente los tratamientos de moda son la regeneración de células (el favorito de Angelina Jolie), la renovación de ADN (Sandra Bullock), la radiofrecuencia (a la que Anna Kendrick es asidua, así que debe de ser muy barato) e incluso sesiones que se alargan durante 6 semanas para esas actrices que tienen poco trabajo y mucho dineroque gastar como Drew Barrymore o Gwyneth Paltrow. Estas técnicas de rejuvenicimiento facial se llaman oficialmente «brillo de alfombra roja» y han sustituido al botox. Nadie quiere recoger su Oscar con una cara distinta como la espectacular Charlize Theron, que subió al escenario convertida en Renée Zellweger.

Pero nada brilla tanto como un buen pedrusco.Los joyeros más prestigiosos saben que no hay mayor promoción que 1000 millones de personas escuchando su nombre como respuesta a la pregunta «¿oh dios mío quién ha diseñado este collar?». Pero eso no significa que se fíen de sus maniquíes. Las actrices llevan un guardaespaldas detrás durante toda la noche que se asegurará de que las joyas lleguen intactas al desayuno. Para ese guardaespaldas, Halle Berry ya puede partirse la cadera siempre y cuando sus pendientes sigan intactos. No es para menos: Courtney Love perdió un juego de joyas valorado en 113 000 dólares durante los Hollywood Film Awards y acabó en juicio.

Los vestidos también suelen ser prestados. Las estrellas saben que si ganan, su carrera estará marcada por esa fotografía así que el vestido es clave. Julia Roberts, la más lista de todas, lo sabía muy bien cuando rebuscó (o amenazó de muerte a su asistente para que rebuscase) en el catálogo de Valentino hasta encontrar el ahora icónico vestido de la colección de 1992 con el que ganó su Oscar por Erin Brockovich. El diseñador italiano define la victoria de Julia como el momento más importante de su trayectoria, mientras ella miente al asegurar que «lo elegí pocos días antes de la ceremonia, me pareció bonito y ya está». Los diseñadores se ponen tan nerviosos como los joyeros.Hubo una etapa en la que nadie quería prestarle vestidos a Mariah Carey porque siempre los devolvía con la falta recortada, lo cual tiene tan poco arreglo como aquel traje que Rihana llevó en su cumpleaños y devolvió tan sucio que hubo que tirarlo.

Julia Roberts, su Oscar y su Valentino.

¿Quién paga todo esto? Normalmente la distribuidora, para la cual ese Oscar es tan importante como para la estrella. En 2010 Melissa Leoconsideró que Harvey Weinstein no estaba apostando lo suficiente por su nominación así que se pagó de su propio bolsillo una campaña en la que aparecía enfundada en abrigos de pieles y acompañada por el título «Consider». Acabó ganando el Oscar, a diferencia de la pobre Jennifer Jason-Leigh, que hace dos semanas no pudo asistir a los Bafta porque Harvey Weinstein se negó a pagarle el billete de avión a Reino Unido.

Si la distribuidora racanea el presupuesto para la campaña, la estrella siempre tiene la opción de casarse. Anne Hathaway se casó en plena temporada de premios con un diseñador de joyas (qué lista eres, Anne), ceremonia que fue organizada por el mismo wedding planner de Natalie Portman. La única razón por la que una estrella querría casarse cuando menos tiempo libre tiene es para que Hollywood desee coronar su hermosa y cómplice felicidad con un Oscar. Eddie Redmayne tuvo su boda express justo después de las nominaciones al Globo de Oro, cuando la carrera estaba más caliente que nunca. Su rival Benedict Cumberbatch se casó poco después de que se cerrasen las votaciones para el Oscar, cuando la boda ya no afectaría la decisión de los académicos. Adivinen cuál de los dos ganó el Oscar.

La razón por la que las estrellas contratan publicistas es para que se preocupen de cosas que ellos en realidad desconocen. Las celebridades de Hollywood creen que saben lo que quieren, pero sus publicistas son profesionales que saben lo que necesitan. Muchas actrices se han quejado de que sólo les pregunten por el diseñador de su vestido. En Hollywood todos creen que su opinión sobre el mundo es relevante, pero se equivocan.Este año los publicistas han suplicado a la prensa que no pregunte a sus estrellas sobre el racismo en Hollywood y que se limiten a preguntarles sobre el vestido. Cuando la nominada Charlotte Rampling aseguró que «boicotear los Oscars es racismo contra los blancos» y Julie Delpy confesó que «ojalá fuera un hombre negro, es mejor que ser una mujer blanca», las agencias de relaciones públicas entraron en pánico.

El control de daños fue inmediato y se contrataron expertos sociólogos para escribir respuestas que las estrellas recitarían cada vez que alguien les sacase lo de #OscarsSoWhite. ¿Ha habido alguna declaración polémica tras la bomba de Rampling y Delpy? Ni una sola. Todos responden con cara de preocupación un discurso políticamente correcto y desvían la atención hacia su propia película. «Iré a los Oscars, sí, para apoyar a las víctimas de abusos en la Iglesia», comentó Mark Ruffalo. «¿Sabes para quién ha sido un buen año? Para las mujeres, que es mi bando, así que asistiré encantada», confirmó Kate Winslet.

Si las estrellas se dejan la piel en la temporada de premios (no literalmente, recuerden, nada de abrasión facial) es porque funciona. Hay que tener demasiados factores en cuenta pero por lo visto merece la pena. No es que trabajen sólo para ganar el Oscar, pero una vez lo ven cerca el brillo les ciega y cabalgan hacia él como un burro con orejeras. Al fin y al cabo,como dijo la actriz Ellen Burstyn, no es lo mismo que el día de tu muerte el titular diga tu nombre a que diga «el ganador del Oscar». En una república como Estados Unidos, eso es lo más parecido a tener un título de la realeza.

Fuente: www.revistavanityfair.es