¿De quién hay que defender al pueblo?

DEMETRIODemetrio Reynolds*El nominativo “Defensor del Pueblo” tiene una connotación de alerta; hace suponer que  al “pueblo” le acecha un potencial   peligro,  por eso necesita que alguien lo defienda.  ¿Pero en qué consiste y de dónde proviene?  Por de pronto, la necesidad sí existe y el pueblo al que hay que defender, también; aunque con ciertas ambigüedades. La inseguridad puede estar en la esquina de tu casa, pero no sabes si eres parte de ese pueblo.De todas maneras, el tal defensor  debe ser fuerte como el Rambo de la película o como un Robin Hood de la leyenda; o tal vez algo así como el David bíblico frente al mastodonte Goliat, para librar dura batalla con un poderoso enemigo. La inteligencia y el coraje  son sus atributos más necesarios. No cualquiera puede serlo; no todos son lúcidos ni audaces como se requiere que sean los defensores.No es una novedad. Se puede rastrear  su existencia hasta en las civilizaciones más antiguas, lo cual prueba que ni  ayer ni hoy, con todo el  aparato   de que se dispone como la Constitución de la Glorieta, las leyes, los policías, los fiscales, los jueces y las cárceles, ni con todo eso, se puede conjurar el peligro latente. Por eso se piensa en una personalidad de reputación pública conocida. Sus decisiones no son vinculantes, pero tienen un alto valor moral; esa su fuerza y su poder.Pueblo, pueblo. ¿Quiénes son y no son el pueblo? El vocablo es muy usual entre los caudillos que no hablan cinco minutos sin nombrarlo. Es un comodín retórico que sirve para todo;  se actúa y se dice cualquier cosa en nombre de él. Los sindicatos se arrogaban antes la titularidad de ser  el pueblo, luchaban contra el que creían que era su enemigo; pero ahora ellos son   gobierno; pueden decidir cualquier cosa, incluso cometer abusos como bloquear caminos o gastarse millones con resguardo de impunidad, por ejemplo.Ya se verá que de a poco aparece el “enemigo” de quien hay que defender al pueblo. El malo de la película asoma al escenario. ¡Hay que designar un bravo defensor o defensora, urgente! Desde luego, tiene que ser alguien que esté de lado del pueblo y no del déspota que vulnera los derechos humanos. Tiene que ser la voz rebelde y contestataria capaz de actuar a todo riesgo en defensa de la justicia, la democracia y la libertad en esta tierra de Dios.Parece verdad que solo el hombre tropieza dos o más veces en la misma piedra. Aristóteles lo definió como “animal político”. Pero en nuestro tiempo sería más realista que dijera “político animal”. (Siempre que se refiriera a políticos, claro está). Con sus dos tercios en la Asamblea Plurinacional, los azules se aprestan a nombrar al Defensor del Pueblo,  y en ese afán están a punto de cometer, otra vez, la misma aberración que con los jueces truchos. ¡Bárbaros, no aprenden la lección!*Escritor, miembro del PEN BoliviaEl Día – Santa Cruz