Pasaron los discursos, callaron los homenajes, el llanto siguió. Pedro Rivero Mercado se despidió como él lo había elegido: al son de la banda y con las notas del Viva Santa Cruz tronando, como en los días de Carnaval.El último adiós al director de EL DEBER se lo dieron sus amigos, las autoridades de la ciudad y del departamento, los representantes de instituciones y sus dos familias, la que lleva su apellido y la que forjó durante más de medio siglo de dirigir un periódico.Hubo misa, discursos encendidos, recuerdos de méritos, de amistades, de anécdotas y cualidades, pero al final, Marcelo Rivero Mercado, levantando un brazo, conteniendo el llanto, pidió un aplauso, el último aplauso para su hermano. Ahí surgieron las notas de Alma cruceña, un vals dulce, triste y melancólico, como el momento que todos compartían en la sala velatoria.La caravana hasta el cementerio fue larga. La encabezaron los canillitas, las mujeres y hombres que se encargan hasta hoy de que EL DEBER llegue hasta el último rincón de la urbe. Cuando el carro fúnebre llegó, un mausoleo austero esperaba al maestro.Poco a poco, en medio de la desesperación de su familia, en medio de los últimos discursos, de las últimas oraciones, el cuerpo de Pedro Rivero Mercado fue diciendo adiós. Su alma, solemne, alegre y carnavalera, ya vibraba en las trompetas de la banda
Pedro Rivero dijo adiós con la banda
EL DEBER / SANTA CRUZ