Adiós, princesa Leia

Carrie Fisher ha muerto. La homenajeamos recordando cómo convirtió sus tragedias personales en comedia e inspiración.

“Mi padre era el cantante Eddie Fisher y mi madre la actriz Debbie Reynolds. Ya saben, gente humilde, gente de la tierra”. Con este sardónico comentario describía a su familia Carrie Fisher en su monólogo Wishful drinking, basado en la autobiografía del mismo nombre. Ser un hijo de Hollywood y haber vivido en tus propias carnes escándalos de los que avivan las llamas de los cotilleos durante décadas imprime carácter y marca destino. Como por ejemplo, cuando tu padre dejó a tu madre para irse con Elizabeth Taylor, o cuando la madre de tus hermanastros murió de sobredosis y su sexto marido se suicidó poco después. ¿A quién no le ha pasado?A veces esto viene acompañado de oportunidades grandiosas a las que algunos saben sacar provecho –Michael Douglas o Jane Fonda– y en otras ocasiones es una maldición que conlleva un amplio surtido de sufrimientos y desdichas –como le ocurrió a los vástagos de Marlon Brando–. Carrie Fisher es uno de los ejemplos de que ambas realidades también pueden convivir en la misma persona. Y de que, más extraño todavía, pueden resultar muy, muy graciosas.En los últimos tiempos se ha señalado la importancia de que las celebridades rompan el tabú de la enfermedad, sobre todo con aquellas que conllevan un estigma social como el sida, las adicciones o las enfermedades mentales. Pues bien, Carrie Fisher lleva décadas haciéndolo, y demostrando que los temas más serios y dramáticos se sobrellevan mejor con un sentido del humor a prueba de bombas. Reconoció sin ambages que durante la grabación de El retorno del Jedi consumía tanta cocaína que “hasta John Belushi me dijo que tenía un problema”.Cogió su propia hospitalización por una sobredosis y su conflictiva relación con su madre y construyó con ella una novela, Postales desde el filo, que se convirtió en un éxito instantáneo y en una película premiada en la que Meryl Streep interpretaba a su alter ego y Shirley MacLaine a su madre. En una escena, la protagonista se emocionaba al recibir flores del médico que le había hecho el lavado de estómago y se planteaba las implicaciones de comenzar a salir con alguien la conocía tan íntimamente.

carrie fisher

Del desamor de su atormentada relación con Paul Simon salió su segunda novela, Surrender the Pink, y cuando se le diagnosticó un desorden bipolar y hubo de ser hospitalizada, habló de ello de forma abierta y sincera en una entrevista con Diane Sawyer en el año 2000. Desde entonces, no ha abandonado el tema. Fisher ha incidido en la importancia de hacer un diagnóstico correcto en el que no se mezclen el alcohol y el consumo de drogas con la enfermedad, porque los síntomas pueden ser muy semejantes, ha desdramatizado el tener que convivir con la medicación para siempre y hasta en el citado Wishful drinking es capaz de arrancar carcajadas de algo tan a priori poco gracioso como la terapia de electroshocks.

“Llevaba toda mi vida deseando recibir algún premio, cualquiera, no me importaba. Si no podía ser por actuar, ¿qué tal algún pequeño premio como guionista? Y ahora recibo premios todo el rato por ser una enferma mental”

 Por supuesto, no todo el mundo es capaz de hacer un chiste ni de verle la gracia a estos temas, pero para algunos es sencillamente la única manera de sobrellevarlo. Para los que critican una posible glamourización de estos temas cuando aparecen ligados a los famosos, Carrie tiene incluso el buen gusto de ironizar sobre la importancia que se le da a los testimonios de las celebridades en este campo: “Llevaba toda mi vida deseando recibir algún premio, cualquiera, no me importaba. Si no podía ser por actuar, ¿qué tal algún pequeño premio como guionista? Y ahora recibo premios todo el rato por ser una enferma mental”.Por supuesto, es mucho más que eso. Carrie Fisher llega a los 60 años convertida en un mito viviente pero muy lejos de ser una momia anquilosada en los días de gloria del papel-por-el-que-será-recordada-por-siempre-jamás, el de la princesa Leia en la saga Star Wars. Si hasta su madre, la octogenaria Debbie Reynolds, nos obsequia de vez en cuando con alguna aparición inesperada como la de Behind the Candelabra, Carrie es una mezcla incansable de actriz ecléctica, comediante, conferenciante, escritora, guionista de talento y persona aquejada de un trastorno bipolar.

Carrie Fisher con su madre, Debbie Reynolds, y su hermano Todd, fotografiados en los años cincuenta.

A lo largo de las últimas décadas ha estado presente en la reinvención de la comedia romántica que fue Cuando Harry encontró a Sally; ha sido secundaria de lujo en Hannah y sus hermanas de Woody Allen; ha escritos guiones basados en su propia vida y ayudado en la escritura de clásicos del cine como Sister Act o El último gran héroe; se ha interpretado a sí misma o trasuntos de sí misma en Sexo en Nueva York, 30 Rock o Scream 3, donde tenía la siguiente línea de diálogo: «Estuve a punto de ser la princesa Leia, estuve a esto. Pero al final se llevó el papel una que se tiró a George Lucas». Pero sobre todo ha sido una presencia constante en el star system que la vio nacer recordándonos que otro tipo de estrella, con otro cuerpo, otro comportamiento y otras flaquezas, es posible. Una que no reniega de su éxito intergaláctico (en noviembre publicará The Princess Diarist, su visión de cómo vivió los rodajes y el éxito de la primera trilogía de Star Wars) pero no teme denunciar que los ejecutivos del estudio la presionaron para que adelgazase antes de retomar el papel de Leia en El despertar de la fuerza. Una bien capaz de defenderse por Twitter de aquellos que intentan avergonzarla por tener el aspecto normal de una mujer de su edad.

«Por favor, dejad de debatir si he envejecido bien o no. Lamentablemente, herís los tres sentimientos que me quedan. Es mi CUERPO el que no ha envejecido tan bien como yo. ¡Chupádnosla!».

Una que responde bromeando cuando alguien le pregunta si Donald Trump podía podía haber mostrado síntomas de haber consumido cocaína durante un debate presidencial “Soy una experta en el tema y totalmente”.Al final, tal vez el mejor resumen de su trayectoria sea el que hizo ella misma hace unos meses en una columna en The Guardian: “De un modo hilarante, después de todas las adicciones a las drogas y el matrimonio y la enfermedad mental y el divorcio y el tratamiento de shock y las rupturas y los temas con la maternidad, la infancia, la vecindad y cada tema en general, he resultado ser, ya cerca de los setenta, una especie de persona feliz”.Fuente: revistavanityfair.es