Cómo Chris Pratt demostró que la tiranía del cuerpo 10 también es cosa de hombres

Con el ejemplo del actor, Hollywood ha extendido una de sus normas: solo verá el carisma de una estrella si antes esculpe su torso.

Chris Pratt

¿Qué le daba el Genio a Aladdín para convertirle en príncipe? ¿Tierras? ¿Un parlamento? ¿Sabiduría? No. Le ponía un traje bonito. Del mismo modo, lo único que hace falta en Hollywood para ser una estrella es parecerlo. Chris Pratt se pasó 15 años encasillado en papeles de secundario fondón, entrañable y socarrón, hasta que un ejecutivo de Hollywood (al que vamos a imaginarnos con la cara de Yafar) se dio cuenta de que tenía el potencial de un diamante en bruto. Sobre todo bruto. El único obstáculo entre Pratt y la gloria era una doble barbilla. Nada que una tabla de ejercicios y una dieta basada en el pollo a la plancha y la infelicidad no pudieran solucionar. Así fue como nació la mayor estrella masculina de nuestro tiempo. Un tipo al que durante años Hollywood le cerró todas las puertas o, mejor dicho, se las dejó entreabiertas: lo único que tenía que hacer era adelgazar lo suficiente para caber por ellas.Los castings de Star Trek y Avatar hundieron en la miseria a Chris Pratt. Le dijeron que no tenía ese carisma y presencia intangibles pero innegables que desprenden las estrellas de verdad. Pratt se replanteó su carrera, mientras veía como Chris Pine y Sam Worthington triunfaban en ambas películas. Everwood le había sacado de la tienda de campaña en la que vivía en Hawái, pero no le sirvió para conseguir más trabajo. La serie Parks & Recreation salvó su carrera, pero no sus arterias: empezó a engordar compulsivamente para resultar más gracioso. Cuando rodaba escenas en las que tenía que comer, Chris era el único actor que no escupía la comida al acabar. No había nada que no le pareciese comestible. Entonces Hollywood se fijó en él, y se propuso convertirle en una estrella a toda costa. Pero las estrellas de verdad no tienen papada.



El papel protagonista de Guardianes de la galaxia estaba hecho a su medida, con una actitud chulesca, inmadura y sensible que en teoría no necesitaba abdominales. El movimiento de caderas que hizo temblar los cines aquel verano (y que sugiere que su esposa es una mujer muy afortunada) sería el mismo si Pratt pesase 20 kilos más. Pero esa cazadora roja no la fabrican en la talla XL. Como todo exgordo que se precie, Chris se hinchó a subir selfies sin camiseta a Instagram para compartir con el mundo su nuevo torso, y se reía de que su nueva rutina de ejercicios le había convertido en uno de esos tipos que sólo habla de mancuernas. Su cercanía y espontaneidad son lo que realmente han enganchado al público. Aunque ahora tenga aspecto de tronista, Chris sigue desplegando la misma actitud de marido ideal que tenía antes de adelgazar. Un marido que pone las baldas del salón, cocina risotto y le cae mejor a tus amigos que tú. Por eso ha destacado en un Hollywood plagado de estrellas estiradas que se pasean por la alfombra roja con cara de creerse mejor que el público que paga su piscina. Tras arrasar con Guardianes de la galaxia y La legopelícula (donde doblaba al protagonista), Chris Pratt apareció en la lista de las personas más influyentes del mundo para la revista Time. ¿La razón? «No es por sus hombros anchos y sus orígenes humildes. No es porque parece una combinación perfecta entre ese tipo que conoces y ese tipo que quieres ser. Es porque tiene algo especial» / . Y se quedaron tan anchos.

Six months no beer. #GOTG Kinda douchey to post this but my brother made me.

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Al año siguiente Pratt apareció en otra apuesta segura. Jurassic World fue un éxito colosal que, si bien habría arrasado aunque estuviera protagonizada por cualquier otro, consumó la impresión generalizada de que Chris Pratt atraía a la gente en masa al cine. Una vez colocado en esta posición, el actor ha generado tantos gifs, memes, visitas a hospitales de niños y entrevistas virales que el público le considera parte de la familia. Los fracasos de Los 7 magníficos y Passengers no contaminarán el brillo de una carrera que sin duda se verá reforzada por el éxito seguro de las múltiples secuelas de Jurassic World y Guardianes de la galaxia. Los rumores de que va a protagonizar más remakes (Indiana Jones, El coche fantástico o Cazafantasmas) generan fotomontajes en los que la cara de Chris Pratt encaja perfectamente en el cuerpo del actor original. Más que una estrella, es como una pegatina transparente que queda bien en cualquier fondo. Más que un actor, Chris Pratt puede ser quien Hollywood quiere que sea.Por el camino ha perdido diversión. Él mismo ha bromeado que para ponerse en forma sólo tuvo que llorar 20 kilos de lágrimas. «Creo que antes me lo pasaba mejor y más abiertamente» reconoce, «probablemente resultase una persona más divertida. Proyectaba esa imagen para convencer al mundo de que estaba bien, así que se divertían conmigo. Ahora me divierto menos. Estoy más concentrado. [Mi mujer] ya no puede cocinar para mí como antes, era como una mascota gorda para ella». La actriz Anna Faris asegura que le prefería antes, cuando su marido no era el novio del mundo entero. Y todo por un torso nuevo. Cuando internet se derritió al ver a Chris hacerle una trenza a una periodista no sólo quedó claro que la gente está muy sola, sino que cuando tienes pectorales cualquier cosa que hagas parecerá más emocionante.El personaje de Pratt en Parks & Recreation iba a durar un par de episodios, por eso en la primera temporada resultaba tan antipático. Cuando vieron lo bien que funcionaba, lo reescribieron para hacerle más tierno. Así de fáciles son las cosas en Hollywood. El público ha respondido dócil como los velocirraptores que Pratt domestica en Jurassic World. De repente el mundo entero pareció darse cuenta de lo guapo que es. Caímos en la misma trampa que esas películas en las que la chica se quita las gafas y la coleta y resulta ser un pibón. Lo cierto es que esa cara, ese desparpajo y esas anécdotas que tanto le gusta contar sobre cómo envía fotos de cacas a sus amigos ya estaban ahí. El problema es que yacían bajo una capa de grasa que Hollywood considera inaceptable.Chris Pratt desprende una nobleza y una humanidad que no se pueden disimular. Es ese amigo que al final de la noche te invita a comer una hamburguesa si te has quedado sin dinero. Es ese primo al que le entra un ataque de risa en la iglesia. Pero también es una oportunidad perdida de Hollywood de haber aceptado una estrella con unos kilos de más. Sus personajes resultarían igual de carismáticos (o incluso más) si tuvieran cuerpos corrientes. Resulta que la utópica igualdad entre hombres y mujeres no ha llegado cuando cada uno puede tener el cuerpo que le dé la gana, sino cuando ellos son tan esclavos del físico como ellas. Cuando ellos tienen las tetas igual de grandes que ellas. Hoy el mundo está regido por los frikis, que tras toda una vida denostados por fin manejan los hilos de la cultura pop. Hoy es posible que un personaje intrascendente como Barb en Stranger Things atraiga más atención que su amiga popular, Nancy. Sin embargo, el fenómeno de Chris Pratt refuerza esa sensación de que los marginados sólo lo son porque no les queda más remedio, porque son infelices. Pero en cuanto los populares les dejan entrar en su pandilla, harán lo que sea para pertenecer a ella. La sensación colectiva de que los fofisanos, por mucho que tengan su propio nombre mediático, nunca podrán triunfar de verdad. Y de que los gordos graciosos sólo valen para ser secundarios. Chris Pratt ha conseguido ser una estrella, se lo merece y probablemente le compense, pero para ello ha sacrificado la mejor parte de ser un pardillo: no tener que ser como todos los demás.Fuente: revistavanityfair.es