Cómo Jude Law enamoró al mundo en cinco películas (y una serie)

El británico, que hoy cumple 44 años, solo necesitó una suma de diez horas de cine y otras diez de tele para conquistarnos.

Jude Law, en ti creemos.

Ya lo cantaba Paul McCartney en Hey Jude: «coge una canción triste y hazla mejor». Pues Jude Law, que se debió de hartar de escuchar esa canción porque era la favorita de sus padres, hizo suyo este consejo e irrumpió en el cine para hacer de él un lugar más hermoso. No es que en los 90 hubiese gente fea en Hollywood, pero Jude enseguida llamó la atención de la industria con dos papeles que explotaban su irresistible magnetismo sexual. Tanto en Wilde como en Medianoche en el jardín del bien y del mal Law interpretaba a un chapero que llevaba a su cliente a la perdición.Ahí tenemos otro elemento clave de la belleza de Jude Law, que hoy cumple 44 años: el peligro. Su sensualidad invita a perder el control porque cuando él está en la habitación nada más importa. Es una consecuencia lógica de su físico, alguien con semejantes facciones no solo tendrá una vida más fácil porque todo el mundo quiere hacerle feliz, sino que será perfectamente consciente del poder que la genética le ha otorgado, e inevitablemente lo utilizará para hacer el mal.Las portadas de todo el mundo se derritieron con hermosos reportajes en los que Jude solo tenía que limitarse a ponerse delante de una cámara y dejar que su erótica fotogenia hiciese su trabajo. Todos aquellos reportajes se titulaban “Hey Jude”, y todos le comparaban con alguien muy guapo: el nuevo Paul Newman, el nuevo James Dean, el nuevo Marlon Brando.Una categoría de icono sexual que había perdido en los últimos años en los que pareíca condenado a reinventarse en secundario gracioso de películas como Espías. Pero entonces llegó el directo italiano Paolo Sorrentino y logró lo imposible: volver a poner a Jude en el mapa tanto artístico como en el físico. ¿Cómo? Con The Young Pope, su serie para la HBO en la que el británico ha superado con creces el reto de hacer atractivo en todos los sentidos a un indeseable con delirios de grandeza convertido en Papa. ¿Recuerdan esos calendarios en los que unos jóvenes sacerdotes del Vaticano son retratados como modelos? Pues esto digamos que es lo mismo pero elevado al cubo.Hoy nadie duda que Jude es lo suficientemente atractivo como para gustar hasta vestido de cura. Pero nunca está de más recordar cómo Jude sedujo a todos los seres vivos de este planeta además de con su serie, con cinco películas muy distintas pero que tienen un denominador común: tocar fondo merece la pena si es por culpa de Jude.

jude law

Gattaca / 1997

En un futuro distópico en el que los seres humanos son manipulados para ser genéticamente perfectos, Jude Law era una elección de cásting idónea para interpretar a una supremacía que la humanidad solo sería capaz de alcanzar mediante la alteración del ADN. Como esto es Hollywood, el protagonista genéticamente fracasado y perdedor era Ethan Hawke, lo cual da pistas de lo equivocada que está esa sociedad ficticia. Si para ellos Ethan es un humano defectuoso, no sé qué pensarían si viviesen en nuestro planeta actual.Jerome Morrow era representante de la perfección humana, pero mentalmente era un desastre. Estaba sumido en una depresión porque al parecer había alguien mejor que él (yo no me lo creo), convirtiéndole en víctima de uno de los dramas más habituales de la gente guapa: solo eres abrumadoramente guapo si te rodeas de gente más fea que tú. Cleopatra lo sabía, Beyoncé lo sabía. Por muy bien que Jude interpretase la rota vulnerabilidad de Jerome, a mí no me la cuela. Se me ocurren problemas mucho mayores que tener la cara de Jude Law y ganar una medalla de plata en las Olimpiadas.

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El talento de Mr Ripley / 1999

Otro papel para el que Jude era un actor esencial. Dickie Greenleaf, un vividor, un sinvergüenza y un chulo-playa cuya belleza era tan insoportable que conseguía que las mujeres se lo perdonasen todo, los hombres deseasen ser él y la gente con problemas de autoestima quisiese matarle. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y una cara tan bonita conlleva que te la quieran rajar.Iluminado de forma idílica por la luz natural del sur de Italia, Jude representaba una belleza bohemia aspiracional y despreocupada. Con esa cara, ¿quién iba a tener problemas? Dickie además era un símbolo del desparpajo (y vaguería) europeos. Frente a la muy americana actitud de Tom Ripley de trabajar para alcanzar el éxito, Greenleaf se pulía la fortuna familiar en martinis y barcos explotando un dinero y una cara que le habían venido regalados. Aquí “el feo” era Matt Damon. Y es que insisto en que es muy mala idea salir en las fotos al lado de Jude.Hay una escena, en la bañera, que está rodada con tal intimidad y erotismo por Anthony Minghella (director que trabajó con Law en todas sus películas posteriores) que casi nos da angustia estar presenciando esa sudorosa conversación, cuyo calor es contagioso gracias a las miradas cargadas de seducción animal de Dickie. Maldito narcisista. Ojalá alguien le dé su merecido.Tranquilos, se lo dan.

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Alfie / 2004

Jude y su cara estaban en la cima de Hollywood, y por tanto del mundo, a pesar del fracaso de Cold Mountain. Era una de esas películas que era la gran favorita para ganar el Oscar… hasta que la vieron. En ella Jude interpretó a un héroe romántico que se pasaba la peli luchando por volver a los brazos de Nicole Kidman, con quien no tenía ninguna química. Claro que Nicole en toda su carrera solo ha tenido química con Ewan McGregor y con su ama de llaves en Los otros.Así que Jude fue a lo seguro y protagonizó un remake del ¿clásico? con Michael Caine Alfie. Era un proyecto basado en lo bueno que estaba Jude Law, literalmente. Alfie era un canalla que conducía limusinas y les daba a sus clientas el viaje que necesitaban. Pertenece a un subgénero muy de moda durante el cambio de siglo que consistía en la celebración de la promiscuidad de los hombres blancos y triunfadores en el primer mundo: ¿En qué piensan las mujeres?, Nine, Doctor T y las mujeres y Alfie eran comedias que ignoraban la existencia de enfermedades venéreas. Como si el cine italiano no llevase haciéndolo décadas.Jude por supuesto estaba arrebatador como seductor profesional sin escrúpulos, especialmente durante esa partida de billar en la que acaba acostándose con la novia de su mejor amigo. Pero como es guapo, esperan que al final de la película, solo y utilizado por una Susan Sarandon inspirada en Samantha de Sexo en Nueva York, nos dé pena. No nos daba ninguna pena. La envidia hace que sea reconfortante ver fracasar a la gente guapa y cruel. Se llama karma, y Megan Fox sabe mucho de eso.Hablando de lo cual, la película fue un fracaso. Al parecer el público no estaba interesado en que le restregasen lo guapo que era Jude Law durante dos horas. Lo mejor que salió de ahí fue una publicitada relación con Sienna Miller que acabó cuando Jude se acostó con la niñera. Él resultó parecerse más de lo que debería a sus personajes, y ella salió tan escaldada que acabó con Rhys Ifans. Desde luego ese sí que no iba a darle problemas.

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Closer / 2004

Hubo una época en la que Hollywood invertía dinero en dramas adultos sobre sentimientos y conflictos emocionales. También hubo una época en la que Clive Owen tenía trabajo. Y el resultado de ello es Closer. Cegados por el deseo, que puestos a hundir la película con un título español podía haberse llamado Closer. La gente guapa y con dinero sí que tiene problemas de verdad. Jude interpretaba a Dan Woolf, un escritor frustrado (¿hay alguno en el cine que no lo sea?) que se enamora de la burbujeante Alice. Sabemos que es locuela y espontanea porque lleva el pelo rojo. Y porque es stripper.Un año después, Alice ya no lleva el pelo rojo (eso significa que Dan la ha domado, no que por fin ha decidido peinarse como una persona normal), pero nunca sabemos cuál es su color natural porque es stripper pero también es Natalie Portman, así que lo máximo que hace es contonearse en ropa interior. Su relación fracasa y se embarcan en una serie de crisis con Clive Owen y Julia Roberts, en vez de asumir que solo se enamoraron porque iban escuchando a Damien Rice, y eso nos ha pasado a todos en el metro.Jude Law exploraba su lado más vulnerable, sacándole partido al colirio con unos ojos vidriosos sobrecogedores, y nos demostraba que con la dirección adecuada puede ser un actor con matices emocionales y una presencia, por así decirlo, más prosaica que en sus primeros e hiper-sexualizados personajes.

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The Holiday (Vacaciones) / 2006

Jude inició su transición hacia papeles menos ambiciosos (esto quiere decir personajes que podrían interpretarlos actores de belleza moderada como Ethan Hawke) con una comedia romántica de manual que le sirvió a Kate Winslet para pagar la hipoteca. En ella interpreta a Graham Simpkins, un viudo y padre de dos hijas que trabaja como editor.Sabemos que es inteligente y sensible porque lleva gafas. De hecho en un momento dado asegura que llora constantemente, con películas, libros, canciones y la aurora boreal. La película no era sutil. Graham debía de ser un yerno de ensueño, y el propio Law declaró que le supuso un reto tener que interpretar un personaje contemporáneo en el que además no podía explotar su sensualidad. Tú sí que tienes problemas, Jude.Aunque lleve abrigos de paño y bufandas de cuadros como una persona normal, en The Holiday Jude seguía siendo un portento de la naturaleza. Quizá por última vez, y de forma más mundana. Desde entonces, ha abrazado su alopecia y ha intentado hacerse un hueco como actor cómico y “británico estándar” en Sherlock Holmes o El gran hotel Budapest, lo cual me parece un intrusismo imperdonable. Al menos podía tener la decencia de dejar la comedia a los actores feos de verdad.Puede que ahora que Michael Fassbender ha cubierto el hueco de “animal más irresistiblemente magnético del planeta”, Jude Law encuentre ese prestigio crítico que aún se le resiste. Y hasta quizá gane ese Oscar al que ha aspirado dos veces y que estaba convencido de que iba a ganar en 1999 por El talento de Mr Ripley. El premio, cosas del destino, fue para Michael Caine. Y es que la gente tan hermosa cree que el mundo les debe algo solo por estar en él, y asumir lo contrario sigue siendo el trabajo más duro al que se enfrentan las estrellas de Hollywood.En cualquier caso, somos los espectadores los que salimos ganando en esa competición de belleza y carisma. Demos gracias a que hubo cámaras para retratar la supremacía de Jude Law. Al menos se lo podrá enseñar a sus nietos cuando pierda el poco pelo que le queda. Y nosotros a los nuestros, que si no no, nos creerán.

Jude, en

The Young Pope / 2016

Por mucho que digan que la televisión es el nuevo cine, no, no todos los directores de pantalla grande están preparados para trasladar su universo al formato episódico, ¿verdad, Woody Allen? Pero toda regla tiene una excepción, y esa excepción se llama Paolo y se apellida Sorrentino.

Nada hacía presagiar que The Young Pope, una serie de la HBO ambientada en el Vaticano que cuenta la historia de Pío XIII, el primer Papa norteamericano, acabaría siendo la revelación del año. Y mucho menos si ese Papa lo interpretaba Jude Law, que de santo tiene más bien poco. Pero quizás por eso la sorpresa ha sido tan grande cuando hemos podido comprobar el resultado. La estética sigue primando en todos los episodios, por supuesto, pero cuando termina el décimo y último no cabe discusión alguna: lo que ha conseguido el británico bajo las órdenes de Sorrentino es de otro mundo. El mejor papel de Jude hasta la fecha. 

Desde luego, Lenny  Belardo aka Pío XIII es capaz de convertir incluso a los ateos más acérrimos. Hagamos cola, pues, para besar su anillo en ese despacho papal decorado con una venus prehistórica y una enorme bola del mundo de cristal. Si hay un Pontífice que haga justicia al Quiero ser santa de Parálisis Permantente, concretamente a su famoso verso de «viajara a Roma y ver al Papa», es este.

Fuente: revistavanityfair.es