La Adikia del siglo XXI

Emilio Martínez Cardona*Artículo publicado en Percontari, revista del Colegio Abierto de FilosofíaLa injusticia (Adikia para los griegos) puede mostrarse frente a nosotros disfrazada de justicia (Diké). Y esa es la peor de todas sus apariciones.Sucedió en el siglo XX con los socialismos totalitarios, que se presentaron como justicieros mesiánicos y acabaron implantando los sistemas más despóticos e inequitativos de la historia. Los 100 millones de muertos del Laogai chino y el Gulag soviético testifican esa tragedia.¿Qué forma adopta la falsa Diké en nuestros días? Indagar la respuesta a esa interrogante puede ser uno de los asuntos fundamentales para la investigación ética en este nuevo siglo.Entendamos preliminarmente a la justicia según el precepto latino, como la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Por lo tanto, la Adikia enmascarada de la que hablamos sería, más que la ausencia de aquella voluntad, su usurpación o suplantación por un falso código de equidad.Código que en la actualidad es construido culturalmente desde centros difusos, como herramienta de una ingeniería social hegemonista: es la neolengua y el doble pensar de George Orwell, un sistema de opinión obligatoria de alta ubicuidad muchas veces operado por vigilantes inconscientes de su tarea.Esta injusticia es accidentalista en cuanto a la forma de gobierno: lo mismo le sirven los regímenes híbridos o neo-autoritarios de América Latina como democracias del norte, gradualmente corroídas mediante dispositivos de guerra cultural.Antes de llamarla por su nombre citaré la novela de Philip Roth, La mancha humana, donde se cuenta una historia que nos muestra de cuerpo entero el accionar perverso de esta falsa justicia.El libro nos habla sobre el decano Coleman Silk, cuya vida comienza a desintegrarse tras preguntar en el aula por dos estudiantes que han estado faltando a sus clases: “¿Conoce alguien a estos alumnos? ¿Tienen existencia sólida o se han desvanecido como negro humo?”. Por desgracia, uno de los aludidos es un afroamericano que malinterpreta la ironía como una afrenta racial y emprende una campaña para cesar al decano, que acaba despedido.Sin otra universidad dispuesta a contratarlo por sus “antecedentes racistas”, Silk padece el rechazo de amigos y colegas académicos, su economía se derrumba y, en medio de la crisis, su esposa sufre una apoplejía y fallece.Hablamos, como ya sospecha el lector, de la corrección política, definida por el poeta Luis Alberto Cuenca como “la peor tiranía que ha habido nunca”. Una injusticia que atribuye méritos y deméritos no en función del “contenido del carácter” individual, como quería Martin Luther King, sino por adscripciones identitarias grupales como el género, la etnia e incluso la pertenencia generacional.En su camino, esta nueva forma de Adikia deconstruye los sentidos comunes elementales de la justicia natural, para suplantarlos por un apriorismo donde la distribución de culpabilidades está predefinida a través de consideraciones colectivistas.El resultado es una (nada nietzscheana) inversión de los valores, proféticamente prevista por G. K. Chesterton cuando dijo que “algún día tendremos que desenvainar la espada para defender que la hierba es verde”.De no hacerlo así seremos cómplices de la injusticia, que sucede (dicho por Platón/Sócrates en el Cratilo) cuando “el hombre atenta contra su propia alma: lo más importante de su vida”.*Escritor y ensayista