El gobierno de los filósofos

Rolando Tellería A.* Releer en estos tiempos La República de Platón, puede, por muy utópicos que sean sus planteamientos, estimular el espíritu para recuperar en algo el entusiasmo y la esperanza perdida. Sin excepciones, ningún gobernante, ningún gobierno ha adoptado para sí los cruciales principios sugeridos por este filósofo, para lograr un buen gobierno, donde el bien común, la honradez y la justicia son los valores supremos. La corrupción, estimulada por la desenfrenada tentación de la rápida acumulación material, prácticamente, ha degenerado a todos los gobiernos. Sin excepción, los gobiernos de todas las naciones están intensamente contaminados con ese terrible mal. Las noticias de todos los días, en ese sentido, no tienen tregua.Tanto los de derecha como los de izquierda no se libran de esa brutal patología. Lo más extraño, sin embargo, es que los gobiernos que más esperanza han generado, los de izquierda, han resultado los más podridos. Los regímenes progresistas, denominados “socialistas del siglo XXI”, son el paradigma. Brasil y Venezuela ilustran descarnadamente este calamitoso cuadro. Éstos han traicionado los nobles principios y valores de la izquierda, dilapidando un extraordinario momento histórico. El Gobierno del MAS, en Bolivia, no está lejos de estos dictámenes. No se pueden definir de izquierda, los grupos de personas que se apropian millones y millones de dineros públicos para disfrute personal.Platón, al invocar el horizonte de un buen gobierno, cuya función esencial reside en la búsqueda del bien común y justicia en la Polis, sostenía que esta delicada responsabilidad debería recaer siempre en los mejores, en los más preparados: en los sabios filósofos. Sólo ellos tienen la templanza para alejarse de los deseos superfluos e ilícitos, de los caprichos, los excesos y la ambición de la pronta acumulación material.La idea del “comunismo platónico”, poco explotada, consideraba que las clases gobernantes deberían estar liberadas de las preocupaciones materiales y otras necesidades personales, que siempre se constituyen en perturbaciones y obstáculos para el logro del buen y justo gobierno. Es decir, los gobernantes, para hacerse cargo de la administración de la ciudad, deberían renunciar a todos los bienes materiales, con el fin de volcar sus esfuerzos íntegramente al logro del bien común, administrando los recursos de la ciudad con la mayor honradez posible. De este modo, estos “guardianes-filósofos”, lejos de la realización material personal, alcanzarían mayor eficacia y eficiencia en las delicadas funciones de gobierno. El “comunismo platónico” intenta aislar a los gobernantes de las perturbaciones que genera el obsesivo afán de acumulación material, para evitar los grandes males de la Polis. En los “hombres comunes prevalece siempre el alma apetitiva”, sostenía Platón. Ahí residirían los problemas capitales de todos los gobernantes. Este “singular comunismo” sería el único medio para que los gobernantes, al servicio de la justicia y el interés general, en la administración de la ciudad, alcancen la mayor felicidad.Si no renuncian a los bienes materiales, en vez de guardianes-filósofos, es decir eximios gobernantes, se convierten más bien en administradores de su patrimonio, alejándose de la buena administración de los bienes y recursos de la ciudad, convirtiéndose en déspotas y enemigos de los demás. Serán odiados y odiarán, con más temor a los enemigos de adentro que a los adversarios de afuera. Eso, según Platón, los conduciría rápidamente a la destrucción de ellos mismos y del Estado.Siguiendo estas premisas, a través de estas líneas, desafío públicamente al presidente Morales, al vicepresidente y toda la élite azul, que se ufanan como los poseedores de la última reserva moral, a renunciar a todos los bienes materiales para concentrarse íntegramente en el horizonte del buen gobierno. Ese sería el único camino para redimirse con la historia, pues desde su llegada al poder, embriagados con la bonanza económica, fueron fácil presa de la perniciosa ambición de la temprana acumulación material.*Profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San SimónLos Tiempos – Cochabamba