La OEA y el ‘efecto Maduro’

Renzo AbruzzeseLa frustrada reunión de la OEA dejó en claro algunos elementos que los pueblos de la región deberían tomar en cuenta. La imposibilidad de aprobar una resolución que condenara al Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela deja ciertas dudas sobre la vocación democrática de los gobiernos que la componen. Se suponía que 60 muertos, miles de heridos y más de dos mil detenidos, habida cuenta de las denuncias de tortura al mejor estilo de las dictaduras fascistas que experimentamos no hace mucho en el continente, constituían elementos por demás elocuentes para adoptar una clara posición democrática y forzar una salida pacífica a un conflicto que, a claras luces, cuenta con un apoyo masivo en la sociedad venezolana. Si tuviéramos que formarnos un juicio lineal de lo que ha pasado, podríamos sin mucho esfuerzo concluir que la conciencia democrática del continente es aún una asignatura pendiente capaz de ser manipulada incluso ante evidencias absolutas. De hecho, la noción de dictadura tiene en el Gobierno de Maduro un muestrario práctico nunca antes visto de forma tan flagrante y documentada; empero, ni las más objetivas evidencias pudieron cristalizar como una decisión democrática veraz. Exceptuando la firme posición del secretario general, Luis Almagro, que finalmente aparece como un gladiador solitario en medio de una jauría de indecisos y calculadores diplomáticos de oficio, el foro internacional fue una grotesca representación de subterfugios a los que la firme posición de los países de la ALBA terminó derrotando sin mucho esfuerzo.En el imaginario de Latinoamérica se ha sembrado la duda no solo sobre la eficacia de una organización de ese nivel, sino sobre la vocación democrática de los actuales gobiernos en cada uno de sus países miembros. Si ante una crisis tan evidente y devastadora como la venezolana es incapaz de movilizar principios democráticos elementales, es poco probable que actúe de forma eficiente frente a estas democracias despóticas que se han apoderado de algunos países en la misma perspectiva y con los mismos fundamentos del chavismo.El Deber – Santa Cruz