Negociar, precepto de vida

José Luis Bolívar Aparicio* 

Eran las 12:30 del mediodía de un soleado miércoles 31 de mayo del año 2004, la gente en La Paz salía de sus oficinas para ir a almorzar y gran parte de ella tenía en la cabeza el partido que en horas más enfrentaría a las selecciones de Bolivia y Chile por las eliminatorias rumbo a Alemania 2006.

Mientras muchos funcionarios del entonces Congreso Nacional salían de sus dependencias, un ex trabajador de la mina La Salvadora en Siglo XX, cruzaba el umbral del edificio, amenazando a los guardias que controlaban la documentación. Abrió su chamarra de cuero y mostró a los asustados policías, por lo menos una docena de cartuchos adheridos a su cuerpo y controlados según él por un conmutador que hacía la vez de gatillo para el detonador que podría activar la carga explosiva que llevaba consigo.



El revuelo se hizo general, evacuaron al personal de ambas cámaras y muy pronto docenas de policías rodeaban al acongojado hombre que exigía desesperado que le devuelvan sus aportes de toda una vida a la Comibol, pues según él, no tenía ni para dar de comer a sus hijos.

Víctima de la relocalización de 1986, Eustaquio Picachuri Cuñaca pertenecía a una generación que mal vino a llamarse Sandwich, que como fueron indemnizados y no se asesoraron debidamente, no pudieron jubilarse y llegaron a la edad del retiro sin una pensión que les garantice por lo menos una vejez digna.

El hombre que había recurrido durante años a diferentes instancias gubernamentales, al no encontrar una debida explicación y mucho menos la solución a sus problemas, cayó en desesperanza y viendo que su situación extrema requería de remedios igual de radicales, optó por exigir sus demandas con la extorsiva inmolación de su ser.En la enorme sala de ingreso al edificio anexo del Palacio Legislativo, en una silla, tembloroso y con muchas ansias, sostenía en su mano derecha el detonador, con el pulgar encima amenazante, exigiendo fundamentalmente un pago global para la familia de su hermano Martín, fallecido en 1992, pensión jubilatoria para su ex esposa y un pago excepcional para sí mismo en condición de ex minero.El gobierno de Carlos Mesa movilizó a quien pudo, y con el entonces ministro de Gobierno, Alfonso Ferrufino, a la cabeza, empezaron a desfilar ante el demandante autoridades que trataban de hacerle entrar en razón, pero lógicamente, ninguno de ellos traía soluciones consigo.Viceministros, directores, el jefe de los bomberos y hasta Monseñor Jesús Juárez trataron de convencerlo pero ninguno lo logró, de manera que entre idas y venidas se hicieron las tres de la tarde, momento en que se apersonó la tragedia para finiquitar el problema.La tensión durante las dos horas y media previas había disminuido y a la espera de la última de las promesas a cargo del director de Pensiones, tanto el conflictuado minero como quienes lo controlaban habían relajado el ambiente, y es en un momento de distracción (probablemente consensuado) que el coronel Marbel Flores, comandante del Batallón Pumas, encargado de la vigilancia del Congreso, intentó sorprender al suicida por la espalda sujetándolo por detrás con un firme abrazo, en ese instante el policía Tito Amarrio del Batallón de Bomberos trató de arrebatarle el detonador de la mano derecha forcejeando con el minero. Muy mala idea, Picachuri no estaba jugando, y tan solo sintió el ataque, activó el mecanismo provocando una letal explosión que quitó la vida a las tres personas.

Este triste episodio tiene mucho que ver con lo recientemente acontecido en la ciudad de Santa Cruz en el episodio de la joyería EuroChronos, al igual que con el macabro fallecimiento del viceministro Rodolfo Illanes. En ninguno de los tres casos  fue parte de los acontecimientos un negociador especialista en situaciones de secuestro y/o extorsión.

Existen cientos de manuales (el más completo y efectivo es el del FBI), para funcionarios policiales o psicólogos que puedan interceder ante los secuestradores a nombre de las autoridades de forma tal que se puedan evitar sobre todo que mueran las personas que son utilizadas como escudos humanos o como en el caso del minero, tratan de inmolarse pero a la vez causar daños colaterales.

Los profesionales capacitados para estos fines, cumplen con un perfil profesional y de personalidad muy específicas. El negociador de rehenes generalmente pertenece a grupos especiales de contra insurgencia, entrenados en grupos de elite, con experiencia en actividad de alto riesgo, son portadores de una innata inteligencia emocional y con una perspectiva amplia de lo que implica la resolución de conflictos. Son de carácter frío, en lo posible incapaces de involucrarse emocionalmente con personas en desventaja. Deben ser altamente perspicaces y tener la habilidad de, con un diálogo dirigido, conocer la personalidad del delincuente y saber dirigir sus acciones e intenciones a un campo donde sienta y piense que puede ganar, obteniendo el tiempo suficiente para que otros planifiquen su rendición o una acción violenta pero protegiendo sobre todo la vida del o los secuestrados.

Además de ello, debe seguir reglas de negociación muy importantes. Debe ser de graduación media de manera que no sea incapaz de tomar medidas de emergencia pero tampoco pueda asumir todas las responsabilidades. No puede ofrecer lo que no puede cumplir y jamás ceder a pedidos como vehículos, aviones, alcohol, drogas y otras cosas que perjudiquen la negociación o alteren la conducta de los extorsionadores.

La Policía Boliviana muchísimas veces ha dado claras y enormes muestras de ser un grupo profesional y efectivo. Su labor es sacrificada la más de las veces y muy mal remunerada también. Tiene además que cumplir sus funciones con una carencia de indumentaria y material adecuados con los que poder no solamente asistir a la sociedad sino proteger sus propias vidas.Sin embargo, es ampliamente notoria la falta de especialidad en muchas áreas. Más de una vez he visto personalmente y otras a través de imágenes, que sus miembros por ejemplo no saben realizar debidamente un simple arresto, nunca esposan a los detenidos, contaminan indiscriminadamente las escenas del crimen, hacen muy mal el levantamiento de cadáveres al igual que la recolección de  pruebas y como estas, muchas situaciones dan muestras que la institución del verde olivo necesita revisar sus sistemas de instrucción técnica y táctica para mejorar su desempeño en bien de la sociedad.Una de estas mejoras y de realización inmediata, debería ser justamente la creación de una unidad especializada en capacitar personal para ser negociadores, para cuando se presenten este tipo de acontecimientos. Como no son situaciones que tienen lugar constantemente, pueden ser efectivos que trabaje en cualquier dependencia pero, en caso de darse una situación parecida a las mencionadas, estar a disposición del Comando de la Policía para entrar en acción.Decir que podía o no pasar en la joyería de Santa Cruz con otro tipo de personal es especular, pero las imágenes, sobre todo de aficionados en los edificios vecinos, mostraron una Policía sumamente decidida, aguerrida y valiente, pero muy nerviosa, poco preparada y que en determinado momento además, se la jugó más por abatir a los delincuentes, poniéndose a su altura desgraciadamente, que por salvar la vida de quienes en ese momento, fueron usados como rehenes y terminaron como víctimas. *Es paceño, stronguista y liberal