Prostitución vs. matrimonio: comparación imprescindible

María Galindo

Uno de los lugares sociales más humillantes de la sociedad patriarcal es el lugar de las mujeres en situación prostitución, el hecho de que ellas cobren por una relación sexual las deslegitima ante la sociedad, ante el Estado, ante sus familias y su propio entorno. Se monta en torno de ellas, las mujeres en prostitución, toda una cadena de señalamientos dirigidos a silenciarlas, avergonzarlas y, sobre todo, a construir en torno de ellas una suerte de clasificación que las convierte en las «malas mujeres de la sociedad.

Como figura antagónica a la de  «la puta se presenta a la señora casada, la esposa fiel, la mujer monógama que garantiza a su marido la paternidad sobre sus hijos e hijas y que está dispuesta a complacerle sexualmente hasta la más extrema servidumbre. Esta dipuesta a tener sexo sin deseo, y a renunciar al sexo en su vida si no es con su marido.



 Es por eso que en esta comparación entre dos tipos de mujeres, aparentemente antagónicas y opuestas, estamos muchísimas de nosotras, porque cualquier comportamiento sexual de una mujer que no responda al código de posesión de un hombre sobre ti y tus deseos, cualquier comportamiento de libertad sexual, de iniciativa sexual, de irreverencia sexual, cualquier comportamiento que indique que una mujer no se sienta propiedad de su pareja será suficiente para que sea públicamente calificada como «puta. El repudio social que se hace de «la puta funciona en los hechos como una  amenaza de control moral sobre el comportamiento sexual de todas las mujeres. Lo primero y básico que hay que decir es que ambas, puta y esposa, tienen sexo con el mismo hombre para unas el prostituyente para otras el esposo. Primera conclusión; el protagonista masculino de la prostitución y del matrimonio es el mismo hombre y no dos diferentes. Mientras la esposa tiene la obligación de tener sexo con el marido, la puta no tiene la misma obligación; para la primera es una cuestión de compromiso, para la segunda es una cuestión de dinero. El sexo que ofrece la esposa debe ser gratuito, el sexo que ofrece la puta debe ser pagado. La relación sexual en el caso de la esposa puede carecer de placer, carecer de afecto, carecer de excitación, puede ser rutinario, puede ser en condiciones de ebriedad o incluso la violación dentro del matrimonio en Bolivia está permitida. La esposa puede ser también sexualmente repudiada y aceptar ese repudio silenciosamente. En pocas palabras, la vida sexual de una esposa puede ser el mismísimo infierno. En el caso de la mujer en prostitución se trata de un sexo medido por el tiempo, la tarifa y las condiciones pactadas de antemano.  Responde a las exigencias del prostituyente, pero bajo condiciones en las cuales la mujer en prostitución no involucra sus afectos. Mientras la esposa en la relación sexual pasa por la vara del afecto, la mujer en prostitución no lo hace. Resulta revelador concluir que sexualmente la prostitución parece contener relaciones sexuales menos esclavizantes y menos denigratorias que las que propone el matrimonio. La esposa tiene un contrato de exclusividad sexual con un mismo hombre que no tiene a su vez contrato de exclusividad con ella. Una esposa podrá reclamar más airosamente contra una infidelidad que contra el consumo habitual de prostitución. La mujer en prostitución no tiene un contrato de exclusividad sexual con un prostituyente, puede alternar entre uno y otro y, por lo tanto, hacer comparaciones, experimentar un desapego, conocer de sexo y profundizar en esos conocimientos. La esposa queda excluida de la experimentación sexual bajo amenaza de ser calificada como «puta si se atreve a hacerlo. Satanizar y condenar a la puta es pues una necesidad de la sociedad patriarcal para que las mujeres no se atrevan a comparar entre matrimonio y prostitución. Para que las mujeres no se apropien de sus deseos sexuales y no ejerzan su vida sexual por fuera de los límites inaceptables que el matrimonio les pone. Por último, la vida sexual de la esposa supone uno de sus mayores traumas, de sus mayores represiones, de sus mayores insatisfacciones; mientras que la vida sexual de la puta supone por lo menos un medio de subsistencia. María Galindo es miembro de Mujeres Creando.Fuente: paginasiete.bo