Aeroyoga: el placer de colgarse como un murciélago

Para lograr la postura «de cabeza», la cronista se anima a una clase de yoga aéreo… aunque no muy lejos del piso. 

Sin miedo. El “salto del ángel”, una de las posturas de aeroyoga que exige arrojarse hacia adelante.Fotos: Diego Waldmann.



Una pequeña frustración y una foto en Facebook. Ese puede haber sido el comienzo. La frustración: practico yoga hace como 20 años (no con gran constancia, es cierto) pero me falta muuucho para lograr pararme de cabeza como Homero Addams. La foto: una ex compañera de inglés que vive en Budapest aparece en posturas increíbles con la ayuda de unas telas.

Fuerza de gravedad. En la postura de aeroyoga del “murciélago” toda la sangre circula invertida. Fotos: Diego Waldmann.

Yoga aéreo, o Aeroyoga (marca registrada por su creador, el español Rafael Martínez). De eso se trata, y para probarlo voy hasta Quilmes, donde no sólo se dan clases sino también se forman profesores.

Silvana Pérez Vieyto me recibe en un salón con pisos de madera reluciente, donde hay un gong junto a la ventana y más de media docena de columpios colgando del techo. Me invita a tocar la tela y especifica: “éste es un modelo profesional, fue diseñado por Rafael. La tela es supersuave y versátil, fijate que con ella se puede armar una hamaca paraguaya, para la relajación, y también se pliega para trabajarla en faja.” Estudio un poco el artefacto: dos estribos cuelgan de cada lado, para enganchar las manos y los pies. “Tenés que bajar las presillas y ajustarlo a tu cuerpo, porque no hay medidas estándar -indica Silvana- . Los colores también son importantes, el blanco roto, registrado por Rafael; y el naranja, que sirve como referente. Cuando estás dada vuelta no entendés cuál es la derecha y la izquierda; con una mirada, el color te muestra por dónde agarrarte para desarmar la postura”.

Una vez que me acomodo en la hamaca, la profe me pide que suspenda el cuerpo apoyándome sólo con las manos para tirar la tela para adelante… Mis brazos empujan pero mi cuerpo no se levanta ni dos centímetros. “Arriba, fuerza de abdomen, tratá de quedarte en el aire”, me arenga ella antes de venir en mi ayuda. “Tiene que quedar poquita tela atrás, porque cuando quiero que vayas hacia atrás, solo te tiene que sostener”.

Aeroyoga: relax a 60 centímetros del piso, en el Centro Argentino de Yoga de Quilmes. Fotos: Diego Waldmann.

Hacemos los últimos ajustes con mis compañeras. Ahora apoyamos los pies en los estribos inferiores. “Siempre en los rodillos -dice la profe- Eso me permite ver que tengas las rodillas alineadas. Además, si te apoyás en la tela y tenés hiperlaxitud, te podés lastimar.” Inhalamos con los brazos arriba y luego nos plegamos con los brazos colgando a los costados del cuerpo. Aunque casi todas las posturas se parecen a las del yoga tradicional, acá estoy a unos 60 centímetros del piso, en el nivel 2; en el nivel 3, para saltos acrobáticos, hay que colgarse mucho más alto. Como buena novata, me muevo demás y la hamaca se balancea. Por suerte no me mareo y desayuné hace más de tres de horas. Agarro los estribos medios con los brazos y me inclino hacia atrás, logro otra postura sin hacer esfuerzo, pero todavía me falta fluidez. Me curvo para atrás y para adelante, con los brazos y las piernas abiertas. “Inhalo, suelto la mano derecha y caigo, caigo, caigo…” susurra Silvana, como si se tratara de algo placentero.

Y en un punto lo es, salvo porque mi brazo izquierdo, con mi muñeca aferrada al estribo, está sosteniendo casi todo el peso del cuerpo, suspendido como en esas escenas de las películas, donde el villano/la amada/la víctima quedan colgados de la mano del héroe con el abismo o los acantilados por debajo. “Sólo la magia del cine puede hacernos creer que alguien puede resistir así más de tres minutos”, pienso, mientras siento que me voy a descuartizar como un pollo. Pero enseguida volvemos arriba.

“Ademas de la fuerza, con ‘aero’ vas a ir desbloqueando temas emocionales y hasta taras mentales”. Despierta risas, Silvana; y aclara “hay posturas que son de arrojo hacia adelante y de arrojo hacia atrás: tenés que vencer tus miedos”. Nos curvamos otra vez , como en la postura del “camello”, solo que cabeza abajo. Y viene la parte clave: quedarse colgando como un murciélago, con la tela enroscada entre las piernas…

Momento de relax después de la clase de yoga aéreo. Foto: Diego Waldmann.

“Me entrego, descomprimo las lumbares, las dorsales y el cuello. Toda la sangre está invertida, está trabajando el drenaje linfático. Las telas me sostienen los muslos y toda la espalda, los hombros y las cabeza flotan…”, relata Silvana en primera persona y describe el beneficio de la “única postura que no lastima ninguna parte del cuerpo”. Ya casi en el final, llevo mucha tela atrás y preparo “el manto de la Virgen” para la relajación: la tela ahora me envuelve casi todo el cuerpo, con los pies en los estribos medios. Baja la luz. Como una mamá, Silvana nos tapa a cada una con una manta violeta, prende la calefacción, y nos coloca una piedra por arriba del entrecejo. Me siento protegida, como una mariposa dentro de un capullo, mano izquierda al hombro derecho y viceversa, en un balanceo suave…

Con la respiración acompasada, escucho como vibra el gong tan fuerte que me resuena en el pecho. Después, Silvana invita a empezar a moverse. “Chau fiaca”, dice. Abro los ojos. ¿Cómo “chau”? En todo caso, hasta pronto. Ojalá pudiera volver mañana mismo para colgarme y disfrutar la hermosa sensación de no llevar ningún peso sobre los hombros.

Para empezar

En el Centro Argentino de Yoga (Quilmes)se pueden tomar clases mensuales (desde $670)o individuales. También hay profesores certificados en CABAy en otras ciudades del país. Info: [email protected]

Producción: Daniela Gutiérrez

Fuente: clarin.com