El final de Butch Cassidy y Sundance Kid en Bolivia

Hace 109 años, los más buscados bandoleros de Estados Unidos resultaron abatidos por una patrulla del Ejército boliviano en un largo tiroteo en la boca de una mina en la que se ocultaban tras haber perpetrado un atraco.Abraham ZamoranoButch Cassidy y Sundance Kid, los legendarios ladrones de trenes encarnados por los no menos míticos Paul Newman y Robert Redford en el filme que en  algunos países se llamó Dos hombres y un destino,  eran esos dos hombres que murieron en 1908 en la mina de San Vicente, en el sur de Bolivia.»Donde diablos esté Bolivia, allí es adonde nos vamos», le propone el personaje del recientemente fallecido Newman al de Redford en el filme.Y en ese país, en la boca de la mina de la remota San Vicente, en el departamento andino de Potosí, fue donde encontraron la muerte Cassidy y Sundance hace un siglo.»Bienvenido a San Vicente. Aquí descansan los restos de Butch Cassidy y Sundance Kid», reza un cartelón a la entrada de este perdido campamento minero, en el que actualmente viven algo más de 800 personas.San Vicente, situado en medio de un desierto arenoso en el que pequeños arroyos rompen rojizos taludes que algún día serán cañones, bien podría ser cualquier escenario del Lejano Oeste, si no fuera por las llamas que pastan en los alrededores y porque el lugar se encuentra a 4.500 metros sobre el nivel del mar.La leyenda sigue vivaVicente Rizo, un minero del campamento descendiente de una de las dos únicas familias que todavía permanecen en el lugar desde la época de la muerte de Cassidy y Sundance  cuenta cómo su padre le relató la historia de los dos forajidos.»Mi padre, Floirán Rizo, me ha contado que aquí han muerto Butch Cassidy y Sundance Kid  y los enterraron en el cementerio como a unos animales», asegura Rizo, todavía lleno de polvo y suciedad justo después de salir de su jornada laboral en la mina.Rizo explica que sus abuelos vivían cerca de donde se produjo el tiroteo en el que murieron Cassidy y Sundance, y se muestra esperanzado de que el hecho pueda atraer turistas que aporten algo a la comunidad.Según cuentan Anne Meadows y Daniel Buck en Los últimos días de Butch Cassidy y Sundance Kid, ambos comenzaron su vida como criminales robando caballos.El primero, Robert Leroy Parker fue el mayor de 13 hermanos de una familia mormona de Utah. Se salvó de ir a la cárcel por el robo del caballo y comenzó una vida de fugitivo. Tomó su apodo porque trabajó como carnicero (butcher, en inglés) y admiraba a un vaquero llamado Mike Cassidy.El segundo, Harry Alonzo Longabaugh, fue el menor de cinco hermanos de una familia de Pennsylvania que se trasladó al oeste a la edad de 15 años. Su apodo se debe a que estuvo preso en la cárcel de Sundance.También cuentan que eran criminales pero «de guante blanco», que solo robaban a grandes compañías, nunca a los pobres, y que procuraban no hacer daño ni matar a nadie a no ser que fuera en legítima defensa.Así, en la película, a punto de iniciar un tiroteo con unos ladrones bolivianos, Cassidy le confiesa a Sundance, experto pistolero, que jamás había disparado contra nadie.A diferencia del filme, según Meadows y Buck los bandoleros pasaron antes por Argentina y por Chile, donde sus fechorías y la fiebre minera que se vivía por entonces en Bolivia les llevaron a dar con sus huesos en este último país.»Cuando te preguntas cómo Butch y Sundance llegaron a un lugar como San Vicente (…) cuando miras alrededor, lo único que puedo imaginar es que obviamente estaban huyendo de las autoridades», comenta en el lugar Robert L. Byrd, presidente y gerente general de Pan American Silver en Bolivia (PASC).Para Byrd, cuya empresa explota actualmente los yacimientos de plata, zinc y cobre de San Vicente, los forajidos tuvieron «la mala suerte de llegar a una muy pequeña ciudad minera al tiempo que un grupo  de soldados».Según Meadows, los bandidos tuvieron que huir de Argentina por la persecución de unos detectives ansiosos de ganar la recompensa que ofrecían por ellos en su país y, sobre todo, cuando la Policía de Buenos Aires lanzó una orden para arrestarlos por un atraco a un banco que había sido cometido por dos sujetos de habla inglesa.Los forajidos, paradójicamente, llegaron a trabajar resguardando las remesas de una mina de estaño en la región andina y luego trataron de establecerse en Santa Cruz, hasta que en una noche de borrachera  Sundance alardeó públicamente de sus hazañas criminales y ambos tuvieron que dejar sus empleos.Los ladrones terminaron asaltando al transportista de una remesa de la mina Aramayo, tras lo que se desató la voz de alarma y toda la región se movilizó, incluidos los mineros que se habían quedado sin sus salarios.Cuando todos esperaban que huyeran hacia la frontera argentina, al sur, Cassidy y Sundance optaron por dirigirse al norte, hacia Uyuni.Llegada y denunciaEn la tarde del 6 de noviembre de 1908, los forajidos llegaron a San Vicente, donde casualmente estaba de paso una patrulla de cuatro militares.Un lugareño denunció a los soldados la llegada de dos norteamericanos con una mula de la mina Aramayo, la que le habían arrebatado a sus dueños en el asalto en que habían robado las remesas.Así, uno de los soldados entró a la casa en la que se alojaban los forajidos, donde fue recibido con un disparo que le provocó la muerte.En ese momento se inició un tiroteo que duró horas y que acabó con la vida de los legendarios Butch Cassidy y Sundance Kid cuando el primero decidió matar a su compañero y luego suicidarse.Esa es, al menos, una de las más extendidas versiones de la historia de quienes fueron dos de los más famosos criminales de su época, pues otras aseguran que regresaron a EEUU.La propia Meadows reconoce en su artículo las «varias muertes» que tuvieron ambos, antes y después de su fin en la remota San Vicente.La PASC da por hecho que los bandoleros están enterrados en San Vicente y en conmemoración de la efeméride han organizado diversas celebraciones en el campamento. Además abrirá un museo con el que busca añadir un nuevo atractivo turístico a la zona, que se encuentra muy cerca del Salar de Uyuni, el mayor del mundo.Félix Chalar, juez de Tupiza e investigador de los hechos, considera el caso como «extraordinario y que refleja «la historia misma de los Estados Unidos».

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