Jugadores a colores y jugadores en blanco y negro

José Luis Bolívar Aparicio 

Cuando mi mamá me dijo que me aliste porque íbamos a ir a comprar un televisor a colores, fue cuando tenía 12 años de edad, la mejor noticia que me había dado hasta entonces mi progenitora. No lo podía creer, y es que mi infancia en lo económico fue tan limitada, que la sola idea se me hacía increíble y lógicamente me llenaba de felicidad.

La razón era simple, mi viejita, conocedora de mi enorme pasión por el fútbol, quiso que vea el Mundial 82 que iba a tener lugar en España lo pueda disfrutar a colores, y se trataba de un regalo fantástico para el que mi señora madre había estado ahorrando los últimos seis meses.



Fuimos a la calle Eloy Salmón, que no tenía ni punto de referencia con la actual pasarela llena de enormes galerías con artefactos modernos y vidrieras gigantes que exponen pantallas planas de dimensiones estratosféricas.En aquel tiempo únicamente había quioscos con toldos de plástico que tímidamente protegían televisores chiquitos o radios cancheras y alguna que otra tienda con los entonces famosos 3 en 1.Después de dar unas cuantas vueltas y cotizar por todo lado, nos decidimos por una Tv Nec de 12 pulgadas (la pantalla de mi laptop es más grande), pero para mí era como si en este momento me comprara un 4K de 90″.Llegamos a casa con desesperación y sacamos la tele de su caja, la enchufamos y se prendió por fin. Cuando esperábamos ver una hermosa imagen llena de miles de colores, la respuesta en la pantalla fue un frustrante granizado con un horrible ruido y nada de señal.El año 82 en La Paz solamente existían dos canales, la opción era muy reducida pero que no se vea nada de nada era terriblemente defraudante. Solicitamos la ayuda de un vecino y el veredicto fue más decepcionante aún. Vivíamos en la mitad de Miraflores, un barrio paceño que está a las faldas del cerro San Juan y que no tiene línea directa con la antena de la Ciudad de El Alto desde donde se emitía la señal, era lo que se conocía entonces como una zona negra para la comunicación.La única solución era una antena externa, que parecía el esqueleto de un pescado y nos ayudaría a salvar el percance. Mi mamita hizo un esfuerzo más, compró la tal antena y la hizo instalar. Apareció la imagen, pero los colores no, la señal era tan débil que nos tendríamos que conformar con ver el mundial de la península ibérica en blanco y negro, pero al menos tenía mi tele propia y eso ya era bastante.A ese torneo del orbe muchos equipos llegaban con chapa de candidato, empezando por el último campeón, la Argentina de Kempes y Menotti que además contaban con la gran revelación, un joven Diego Maradona, continuando con la Alemania de Rumenigge, la Francia de Platini o la Polonia de Lato, pero si había un equipo que estaba destinado, casi obligado a salir campeón del mundo y ese cuadro era el Brasil.Después de 1970, la verde amarela no había logrado juntar en un solo equipo semejante cantidad de estrellas, cada una mejor que la otra. Empezando por su carta de presentación, el escurridizo y talentoso Zico, continuando con jugadores de la talla de Luizinho, Toninho Cerezo, Junior, Sócrates, Falcao, Serginho o Éder entre tantos. Era tal constelación, que su solo nombre daba pavor para enfrentarlos, jugaban tan lindo y tan rápido que no era jogo bonito sino jogo exquisito.Lastimosamente, esa carrera rumbo al título, se tropezó en cuartos de final con Italia, una selección por la que nadie daba un peso antes de la competencia, por las características de su clasificación y porque su estrella máxima llegaba con lo justo al mundial, después de haber estado suspendido por el escándalo Totonero (fue marginado de toda competencia 2 años por las autoridades italianas debido a que lo acusaron de apostar en el Prode en contra de su propio equipo), la prensa tana no le tenía ni un ápice de fe.Cuando empezó el mundial, no tuvo un buen desempeño y después de tres empates Italia clasificó por encima de Camerún solo por diferencia de gol. Los tanos querían a Rossi fuera del equipo, pero su técnico, el gran Bearzot le tenía fe ciega y siguió apostando por él, pese al mar de críticas que llegaban desde el país de la bota.En octavos de final, la cosa fue diferente, primero le tocó la Argentina de Ardiles y Pasarela y los tuvo a mal traer a ambos. Pese a no anotar fue la figura del partido y se sintió su peso en la cancha. La siguiente fase fue algo espectacular, hasta el día de hoy, ese partido es recordado como uno de los mejores en la historia de los mundiales.Brasil y toda su constelación se preparaba para aplastar a la azzurri, sin embargo Rossi se hizo cargo de su selección y marcó el Hat-Trick con el que venció a Brasil por 3 a 2 en un encuentro memorable, donde sólo había espacio para titanes y Rossi fue uno de ellos.Polonia con Lato, Szamarach y Smolareck como muestra de su potencial, los recibió en semifinales y aunque ya habían empatado en la primera fase, los polacos eran el claro favorito, pero Rossi nuevamente con dos goles se encargó de dejarlos en el camino y poner a su selección en la final.El 11 de junio el Estadio Santiago Bernabéu recibió a Italia y Alemania para cerrar un hermoso campeonato y para variar, quien marcó la ruta del triunfo fue Paolo Rossi con una palomita imparable para Toni Schumacher tras centro de Gentile. A los 69 Tardelli marcó el segundo y su festejo es rememorado como el más emotivo de la historia, Altobelli puso el tercero a los 81 y Breitner marcó el gol del honor de los alemanes a los 83. Tras el 3 a 1 final, el veterano Dino Soft alzó la copa para Italia y tanto la bota de oro como el balón de oro se quedaron con Rossi, un futbolista que llegado el momento supo ser el líder que su equipo y país necesitaban, pese a haber estado tanto tiempo sin jugar.Argentina hace muchos años que es cualquier cosa menos un equipo con hambre de gloria, pero siempre tenía un salvador, un mandado a hacer para el milagro, lo fue Maradona en el 86, lo fue Goycochea en el 90, lo fue Palermo en la clasificatoria del 2009 y desde hace tres mundiales que siguen esperando que Messi sea su mesías.Pero no es posible tener esperanza en que quien se ponga el equipo al hombro y se lleve al mundo por delante, sea un jugador que el momento del himno, en vez de hinchar el pecho y gritar a los cuatro vientos el orgullo de haber sido parido en su tierra, se agarre la cabeza y la barba como si no supiera con qué pagar el alquiler vencido.

En el minuto 35 del primer tiempo deambulaba de tal manera por la cancha, que en lugar de ser un jugador de fútbol más bien me recordaba al soldado que buscaba su brazo mientras silbaban las balas en la playa de Omaha durante la invasión de Normandía, en la obra maestra de Spielberg, «Salvando al soldado Ryan».

Nadie va a dudar que la pulga es un jugador muy hábil con la pelota y que gracias a él, el Barcelona FC ha logrado enormes glorias y muchos hemos endulzado nuestros ojos con su genialidad. Pero da la impresión de que es un celular sin roaming y que cuando sale de España debe cambiar de chip y para colmo, se pone uno sin crédito, sin megas, sin nada. Cuando Messi se enfunda la albiceleste, se queda sin alma, sin hambre, sin vida, sin nada.

Al comparar a jugadores como Rossi y Messi, me da la impresión que al primero lo vi en 4K y a colores, en cambio al otro, lo veo en blanco y negro, distorsionado y ni con antena logro reconocerlo.

(*) Paceño, stronguista y liberal