Así es Nancy Pelosi, la mujer que ha derrotado a Trump por partida doble


Su madre quería que ella, la única mujer entre siete hermanos, fuese monja. Pero a la congresista no le valía nada por debajo del sacerdocio.

Nancy Pelosi



Convertida en meme tras propinarle la primera tunda a Trump en el Despacho Oval, Nancy Pelosi se ha convertido en uno de los ejes de la reconquista demócrata: un muro de contención frente a Trump y los desmanes de su legislatura formado casi íntegramente por mujeres: Alexandria Ocasio-CortezElizabeth WarrenKamala Harris… Y la artífice de ambas derrotas ha sido Nancy Pelosi: italoamericana, católica y máxima representante de las viejas dinastías políticas de Washington, con 17 legislaturas a sus espaldas y 30 años en el Congreso.

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La presidenta de la Cámara de Representantes nació como Nancy Patricia D’Alesandro en 1940 a menos de 100 kilómetros de Washington. Su madre era una inmigrante italiana; su padre era un importante político entre la comunidad italoamericana: congresista y tres veces alcalde de Baltimore, simpre implicó a sus hijos (seis niños y una niña, la más joven, Nancy) en sus campañas políticas. Aunque la otra tradición familiar no era la política, sino la Iglesia católica. Su madre, como contaba a un medio católico, «siempre quiso que yo fuese monja, pero yo en todo caso habría querido ser cura, porque me parecía que había algo más de poder ahí».

Sin embargo, el poder tardaría en llegar. Tras una formación católica en el Trinity College, Pelosi se planteó iniciar una carrera en Derecho, pero, sin embargo, optaría por la vida familiar: se casó en 1963 con Paul Pelosi, un empresario inmobiliario de éxito, y en menos de una década ya habían tenido cinco hijos: cuatro mujeres y un varón (su hija Christine es la que más ha seguido la tradición familiar: es estratega política del Partido Demócrata en California. Otras de sus hijas, Alexandra, es una exitosa directora de documentales para HBO. Nancy y Paul tienen ocho nietos).

En 1976, el matrimonio y sus hijos se mudaron a San Francisco, y allí fue donde Pelosi recuperó la tradición familiar, en la ciudad más progresista de Estados Unidos. Pelosi empezó a escalar puestos en la estructura del partido y, a principios de los ochenta, el matrimonio de congresistas demócratas Philip y Sala Burton propulsaron su carrera. De forma trágica: Philip murió en 1983 y le sucedió su mujer, Sala Galante Burton. Fue Sala la que pidió que Nancy fuese su sucesora cuando le diagnosticaron un cáncer de colon durante su legislatura. Un deseo que vería cumplido tras su muerte en febrero de 1987, un mes antes de jurar un segundo mandato. En cuatro años, los mentores políticos de Pelosi habían muerto, pero le dejaron un escaño casi garantizado: su cricunscripción llevaba desde 1949 en manos demócratas.

Paul y Nancy decidieron también financiar la mayor parte de sus campañas con su propio capital inmobiliario –la fortuna personal de Nancy se estima en más de 20 millones de euros–, algo que permitió a la congresista deber pocos favores y permitirse puntos de vista muy progresistas para su propio partido, que se moderó bastante tras las palizas electorales sufridas en la era Regan.


A Pelosi se le conocen pocas aficiones: el crucigrama del New York Times es una de ellas, y la puesta en marcha de un viñedo en Santa Helena, California, es otra. Son las únicas evasiones del mundo de una mujer enérgica, famosa por el claqueteo que provocan sus tacones en los pasillos de Washington. Y, desde este mes, famosa por haberse convertido en el mayor obstáculo de los planes imposibles de Trump. Sin perder la sonrisa.

Fuente: revistavanityfair.es