De Brasilia a Caracas

Manfredo Kempff Suárez

En un espacio de diez días S.E., haciendo gala de una insólita ubicuidad, ha estado presente en la asunción del mando de Jair Bolsonaro en Brasilia y en la retoma presidencial de Nicolás Maduro. El primero elegido democráticamente y el segundo, como todos sabemos, en un desvergonzado asalto al poder, por encima de todas las normas y haciendo gala de un cinismo sin límites.



S.E.,acompañado de su exótico canciller, hizo de tripas corazón para ir aestrecharle la mano a Bolsonaro, adversario irreconciliable de Lula,reivindicador de las posiciones de derecha, un modelo acabado de lo que S.E. hadetestado y repudiado a los cuatro vientos. Pero hizo muy bien en ir porquecuando se trata de Brasil no valen pretextos. Además de que S.E. había tenidoel raro privilegio de ser invitado, lo que no sucedió con sus amiguetes deCuba, Venezuela y Nicaragua.

Bienque fuera S.E. y hay que reconocerlo así. Brasil ha sido y seguirá siendo unvecino cuya amistad se debe cuidar mucho, porque desde que el general Banzer seempeñó en construir al gasoducto en 1974 (lo que le significó recibir mil injuriasy un juicio de responsabilidades de quienes después aprovecharon de las ventasde gas), esos ingresos nos han dado de comer, es decir que el gas ha sido “elsueldo” que recibió Bolivia. Por supuesto que esto no relega la importancia delo que fueron las ventas a la Argentina, sin cuyos cheques mensuales hubiéramoshambreado.

Hoy,décadas después, el gas sigue siendo vital para la sobrevivencia de Bolivia.S.E., tal como afirmó que seríamos la Suiza de América, dijo también queBolivia sería el centro energético de Sudamérica, pero tuvimos que conformarnoscon lo que somos, apenas un país productor. No se han descubierto nuevasreservas lo que sí ha sucedido en Brasil y Argentina. Además de que ha bajadoel precio del gas y no se ha podido cumplir los contratos con nuestros doscompradores. Eso, aunque el ministro de Hidrocarburos diga que estamos pasandode la época de oro del gas a la época del platino, deberíamos preguntarnos: ¿noestaremos más bien camino de la época de la chatarra?

Bienque haya ido S.E. a Brasil, aunque su diplomacia debió ser más previsora. Locierto es que la troika Choquehuanca-Huanacuni-Pary, no ha sido lo mejor quepodía esperar la Cancillería nacional en 13 años. El presidente Piñera yaanunció la construcción del corredor bioceánico que de la costa brasileña, pasepor Paraguay y Argentina hasta los puertos chilenos. Al parecer nos capujaronnuestro viejo proyecto que nació como el ferrocarril Santos-Arica, hoy transformadoen un corredor bioceánico que remataría en Ilo, Perú. Pues parece que Chile nosganó de mano, además de que Piñera ha anunciado un TLC con Brasil y lo hainvitado a participar de la Alianza del Pacífico, mientras que los bolivianosseguimos aferrados al ALBA. Al contrario de lo que afirma el canciller Pary (queno sabemos dónde vive) este 2018 fue funesto para nuestra diplomacia, porqueestamos perdiendo el Pacífico y el Atlántico de un solo escopetazo.

Elhecho es que S.E. también ha viajado a Caracas, a la retoma del mando deMaduro, lo que es una vergüenza. Opuestos a todos nuestros vecinos que no hanasistido a la farsa, contrarios a la Unión Europea y EE.UU., el canciller delsombrero seguramente que no tuvo coraje para convencer a su jefe que viajar aaplaudir a Maduro sería un enorme desprestigio. Ir a Caracas ha sido algo que deploramoslos bolivianos, y les decimos a los venezolanos que se trata de una fantochadamasista y no de un sentimiento nacional; que S.E. no nos representa, y que les deseamostodo éxito a quienes, como ellos, luchan por su libertad que están muy cerca delograrla.