Que la muerte nos encuentre “vivos”


Roberto Méndez

A sus 83 años, el pasado fin de semana el escritor peruano Mario Vargas Llosa nos acaba de dar una lección de vida, en una entrevista sostenida con el periodista argentino, Andrés Oppenheimer. Ha dicho que la muerte nos debe encontrar “vivitos y coleando”.

Con innumerables trabajos literarios, quien a lo largo de su carrera ha recibido innumerables premios y distinciones, entre ellos el Nobel de Literatura (2010) y los dos máximos galardones que se conceden en el ámbito de las letras hispánicas: el Rómulo Gallegos 1967 y el Cervantes (1994),  debería estar cosechando sus lauros, recibiendo condecoraciones y descansando en alguna isla paradisiaca, pero no. Vargas Llosa dice que quiere imitar al filósofo griego, Sócrates, de quien ha escrito Platón, su discípulo, que poco antes de beber la Cicuta o veneno, tras ser condenado a muerte, los guardias que iban a ejecutar la pena, lo encontraron estudiando el idioma arameo.



Sócrates, en boca de Platón, decía que aunque la adversidad se encarnice con nosotros, no debemos perder la satisfacción interior que produce obrar libre y racionalmente. Cuando Sócrates se defiende ante los jueces que piden su muerte, afirma que su principal preocupación no es vivir o morir, sino ser justo y no hacer en ningún caso cosas malas o vergonzosas.

Cuántas enseñanzas para reflexionar. Vargas Llosa, Sócrates. “En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.”, nos dice el novelista francés, Albert Camus.

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Y será porque en invierno a veces nos deprimimos, sin tomar en cuenta que en nuestro interior, existe una eterna primavera, como ocurre cuando van pasando los años y nos “echamos al muere” esperando que venga el cese de la vida, en un reposo absoluto.

«Yo creo que es cuestión de disciplina. Yo trabajo de una manera bastante metódica, (…) Trabajo siete días por semana, 12 meses al año. Y no tengo la sensación de que es un trabajo. «, aseguró Vargas Llosa.

Y cuando habló sobre el más allá dijo que «la muerte a mí no me angustia. Hombre, la vida tiene eso de maravilloso: si viviéramos para siempre sería enormemente aburrida, mecánica. Si fuéramos eternos sería algo espantoso (…) Creo que la vida es tan maravillosa precisamente porque tiene un fin».

Respecto a cómo elegiría morir,  Vargas Llosa dijo que «me gustaría que la muerte me hallara escribiendo, como un accidente», precisó. «Yo creo que uno debe mantenerse vivo, que lo ideal es que la muerte sea un accidente, que venga a interrumpir como algo accidental una vida que está en plena efervescencia. Ese sería mi ideal», es decir, en nuestras palabras,  vivito y coleando.

En verdad que el invierno, la proximidad de un nuevo cumpleaños y la muerte de algunos contemporáneos hace que nosotros reflexionemos, hasta en broma, como el caso de aquel hombre de la tercera edad que se quejaba porque en su cumpleaños, ningún amigo de la infancia lo estaba acompañando. Y cuando le preguntaron su edad, respondió: 113 años.

Los griegos nos enseñaron que la vida y la muerte no son dos asuntos simplemente contrapuestos, son una unidad, son una sola realidad con dos caras. La vida necesita de la muerte para sentirse siempre fresca y nueva; la muerte sirve así a la vitalidad perpetua de la vida.

Es así que al final nos queda la reflexión que la gran tragedia de la vida no es la muerte, si no lo que dejamos morir en nuestro interior, mientras estamos vivos.

El  poeta español Antonio Machado nos dice que “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos”.

Por eso vivamos intensamente nuestra vida y que la muerte nos encuentre más vivos que nunca y porque eso podemos contarlo y describirlo, porque de la muerte, nunca vamos a poder decir… simplemente nada.Roberto Méndez es periodista