Aprendamos del malo…y mucho

Resultado de imagen para javier medrano site:eju.tvJavier Medrano

Más allá de una falsa apología del delito o, peor aún, del delincuente, dice la literatura que un personaje que interpreta la maldad, es mucho más atractivo por el sin número de matices, contradicciones internas y desafíos que tiene frente a la vida, que un personaje bueno, llano y noble de corazón.

De hecho, cuando la neuropsicología hizo su irrupción, allá por la década de los ochentas y noventas, aparecieron las distintas clasificaciones de psicopatías y sociopatías. Surgió la codificación de los asesinos seriales – bajo esa nomenclatura, ya que antes no se sabía, ni siquiera que existían –, y luego de una profusa investigación de perfiles psicológicos, realizadas en las propias prisiones y directamente con los principales asesinos, se pudo catalogar tales conductas. Que no necesariamente respondían a daños cerebrales, sino más bien, a profundos traumas y abusos infantiles. Un trastorno antisocial de la personalidad.



Los descubrimientos fueron sorprendentes. Primero que afecta más a los hombres que a las mujeres y que los psicópatas suelen llevar una vida aparentemente normal, aunque en ocasiones se salen de esa normalidad para protagonizar actos delictivos que pueden llegar al nivel de agresiones e incluso asesinatos.

Entendieron, lo más científicamente posible, la real motivación que impulsa a algunas personas a cometer asesinatos en serie, sus taras, complejos, pero, los más hipnótico, fue comprender todo el potencial intelectual que poseen los malos.

Para ser malo debes tener una estrategia. Debes analizar en detalle cada unió de los escenarios donde harás el mal. Contar con aliados. Conocer tus fortalezas como asesino, pero, sobre todo, tus debilidades y ocultarlas del resto, para construir trampas eficientes. Saber cuándo y cómo tender cortinas de humo. Pasar desapercibido.

El malo debe distraer, confundir, hipnotizar. Debe saber enamorar, manipular. Debe calcular cada uno de sus movimientos. Medir sus palabras. Engatusar. Ocultar sus verdaderos intereses sin que medie un ápice de vergüenza o resquicio que deje en evidencia su sed por hacer el mal.

Debe ser un camaleón. Un maestro del disfraz. Saber el valor de la mentira y de la manipulación de la verdad. Debe conocer todos los ardides del engaño. Debe ser siempre y, en todo momento, la víctima. El aparente débil a quien hay que proteger. Cuidar, por su inocencia aparente, por su debilidad y por mostrarse a la luz como la persona a la que se le debe tener lástima.

Solo él debe saber sus reales acciones.Solo él debe saber sus reales motivaciones.Solo él debe saber sus reales pensamientos.Y nunca, pero nunca, debes desfallecer…Debes armar en tu soledad absoluta el engaño. Montar todo el fraude. La tramoya tiene que ser solo tuya y de nadie más. Los demás son tus alfiles, tus peones, tus fichas. Para ser malo debes aprender desde el rencor, desde la envidia. Haber vivido en la pesadilla del desamor. Debes saber que beberás veneno y que el único antídoto posible será la sangre ajena para curar tu enorme resaca.Debes creer, sin el menor resquicio de duda, que tú eres el único que vale. Debes ser egoísta, estafador, mentiroso compulsivo. Tener mil máscaras, mil poses, mil falsedades. Una para cada ocasión. Debes ser un ajedrecista. Frío y calculador. Debes tener una fuerza de motivación constante y por encima del promedio. Te debe gustar el riesgo. La adicción al poder. No tener remordimientos. Ser cruel y si al final, te atrapan, no debes tener miedo al castigo por tus crímenes.Así que, amable lector, debemos aprender mucho del malo. Y debemos hacerlo para defender nuestras propias vidas, a nuestras familias, a nuestra democracia, nuestros derechos. Nuestra paz como sociedad. Debemos saber que el malo siempre estará al acecho. Detrás del arbusto…siempre.