Vargas Llosa y del Rincón

Manfredo Kempff Suárez

Desde luego que existen muchas personas en el exterior que han comprendido perfectamente los motivos que llevaron a la población boliviana a provocar lo que se ha llamado, por su forma pacífica, la revolución de las “pititas” y no la del cordel que hubiera sido muy grave. Pero, tal vez, nadie como el Premio Nobel Mario Vargas Llosa y el periodista de CNN Fernando Del Rincón, han explicado tan bien lo acontecido y hasta han hecho causa común con la gesta libertaria de Bolivia.

Mientras en sectores de España, México, hasta en la cercana Argentina y en los resabios del fracasado Foro de San Pablo, se han producido expresiones ignorando que los bolivianos no podíamos soportar más las mentiras y las trampas de Evo Morales, el resto de Latinoamérica y de Europa ha observado sin estridencias y con serenidad lo sucedido. Han concluido en que el “golpe de Estado” que clamó Morales no fue tal, sino una pacífica manifestación de hastío de un pueblo ansioso de libertad que se sintió estafado por unos sujetos inescrupulosos.



Vargas Llosa ya había advertido a través de sus comentadas notas en El País, sobre lo que estaba sucediendo en Bolivia, y sus temores respecto a un desenlace complicado para echar a los buhoneros políticos del Siglo XXI que ya se habían tornado insoportables por su abuso de poder, mitomanía barata, ineficiencia y su ansia enfermiza de permanecer en el mando.

Pero no solo eso, sino que el escritor peruano hizo declaraciones sobre las artimañas de Morales y los suyos, lo que llamó a la reflexión a gente que no entendía bien cómo se lo había echado de la presidencia al falso indígena. Sin ir muy lejos, aprovechando de su presencia en la feria del libro de Guadalajara, el Nobel aceptó una entrevista con la “progre” Carmen Aristegui de CNN y puso los puntos sobre las íes. La Aristegui había entrevistado a Morales y aun cuando trató de ayudarlo para que fabulara que había sido derrocado por un cruento golpe militar, no pudo, porque el hombre no fue capaz de convencer a nadie y perdió su precioso tiempo en la televisión contando historias intrascendentes, como siempre.

Mario Vargas Llosa le dijo de entrada a la periodista que el “golpe de Estado” lo había dado Morales, al haber cometido un fraude comprobado por la OEA en las elecciones de octubre pasado; al no haber obedecido los resultados de su derrota en el referéndum de 2016; que ya llevaba 14 años en el gobierno y ambicionaba a cinco más; en el fondo que había cometido suicidio, producto de su codicia. De paso, el autor de Tiempos Recios, manifestó su temor sobre lo que le podía esperar a los mexicanos gobernados por el vacilante López Obrador, otro populista. Fue contundente, reflexivo, y ganó.

Lo de Fernando Del Rincón es cuento aparte. El mexicano ha hecho causa común con Bolivia, como lo hace diariamente con Venezuela y con toda nación latinoamericana que esté siendo devorada por las dictaduras populistas. “Cumplo con mi trabajo”, dice él, cuando se le agradece el apoyo. ¡Pero qué bien lo cumple! Del Rincón es un convencido de que los Castro, Chávez, Maduro, Ortega, Lula, Correa, Fernández y Morales, son un bluf. Conoce de memoria su juego de elecciones-reforma constitucional-prórroga indefinida.

Fernando le ha dedicado muchas semanas al conflicto boliviano en su programa Conclusiones de CNN. Y han pasado por su set Jeanine Añez, Tuto Quiroga, Mesa, Yerko Núñez, Camacho, Ortiz, Doria Medina, Pumari, e innumerables personalidades más, hasta el insondable general Kaliman. A través de Del Rincón, que hoy sábado estará en Santa Cruz, nos hemos enterado del juego de billar a tres bandas que el MAS hizo con los votos en los últimos comicios. Por él vimos el otro lado de la moneda en lo que respecta a la miedosa huida hacia México de Morales, el que decía que saldría del Palacio “con los pies por delante”.

Un eximio escritor y un gran periodista contribuyeron a abrirle los ojos a buena parte de la comunidad internacional, explicando que el golpista fue Evo Morales, y que, en respuesta, recibió su merecido, ante el alborozo de la nación.