El escritor y ensayista argentino vive en Madrid. Confinado, escribe artículos sobre el ‘corona’ y los hechos que afectan al mundo. Estrena una novela futurista llamada Sin Fin. Habla de todo
Roberto Lorenzo Dotti Rivoire
¿Cómo vive Martín Caparrós estos cambios en tiempos de pandemia?
Personalmente me ha cambiado muy poco, en mi casa estoy bastante confinado. Veo a muy poca gente. Más allá de mi cuestión personal hay algo general que me impresiona mucho. El hecho de que se cortó esta famosa lógica del capitalismo en la que vivíamos en un avión, si se llegaba a parar se caía al suelo y se rompía todo. Ahora se paró y va a haber muchos problemas por eso, pero probablemente empiece a haber gente que piense cómo se puede hacer para rearmar el mundo de una manera que no sea esa corrida imparable de antes. Esa especie de estampida constante de producción, consumo y despilfarro.
En general, los grandes momentos de la historia solían consistir en que el mundo se movilizaba para matar personas, y este consiste en que el mundo se detiene para salvar personas, o sea exactamente lo contrario. Y me parece que esa contradicción, puede producir efectos interesantes.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
En estos días los escritores utilizan mucho la palabra incertidumbre, pero creo que la más usaba hoy es la palabra miedo. ¿Qué opina?
La palabra miedo es incisiva. En un artículo que estoy escribiendo hablo justamente de eso. De que el miedo nunca estuvo tan presente en nuestras vidas y en nuestras sociedades como ahora. Por el miedo se inventaron las religiones, los estados y en las mayorías de las estructuras en las que vivimos, por distintos tipos de miedo. Pero este tiene un efecto, además de sobre las grandes estructuras, muy concreto sobre nuestra vida cotidiana, estamos todos encerrados en nuestras casas, porque tenemos miedo y es un miedo supuestamente razonable y supuestamente solidario y supuestamente premiado. Creo que mucho de lo que pase de ahora en más va a depender en qué medida conseguimos olvidarnos de ciertos reflejos que el miedo nos está instalando. Por ejemplo, voy al supermercado y la gente se tiene mucho miedo, los unos a los otros, ves personas todas disfrazadas con sus caras detrás de una máscara y que no quieren acercarse a nadie a menos de dos metros. Nos tenemos miedo los unos a los otros y no creo que eso se nos pase muy rápidamente, ni tampoco fácilmente. Creo que vamos a salir de esto gradualmente y vamos a seguir manteniendo ese miedo y de pronto en muchos países van a pensar antes de darle la mano a alguien; menos darle un beso.
¿Podemos encontrarle algo transformador a esta pandemia a este tiempo de confinamiento obligatorio?
Ha transformado nuestra reacción, el hecho de que no nos movilizamos, sino que nos detenemos. Ha incrementado exponencialmente esta idea del miedo como principio básico, ha evidenciado que las cosas nos pasan a todos, estas sociedades que armamos que algunos creían que se iban a salvar solos, en los momentos extremos no funcionan, porque alcanza en que se infecte un señor en una villa de emergencia (a 10 km de tu casa) o un chino en Wuhan para que el mundo se conmueva. Esta idea de que los ricos se podían aislar y que podían vivir bien, aunque el resto estuviera jodido, se puso muy en cuestión. Lo que no sé qué va a sobrevivir cuando volvamos a cierta normalidad. Qué nos va a quedar de todos estos cambios que hubo en estos días. Se insiste bastante en que los cielos están más limpios como nunca, ¿será que esto nos va a servir para repensar nuestro uso de la naturaleza? Quizás sí, quizás no. Hay dos opciones contrapuestas que dicen que cuando esto se acabe todo será igual que antes y la otra es que esto va a dejar una serie de huellas y será imposible que todo vuelva a ser igual que antes. Pero nadie sabe cuál de las dos se va a imponer.
¿Qué opina de la situación sobre aquellos mandatarios que llegaron tarde y tomaron después de tener el virus en casa las decisiones políticas que había que tomar antes?
Hay dos grupos. Uno, el que tomó la decisión una o dos semanas tarde porque se descuidó o pensó que no era el momento, al estilo Pedro Sánchez (presidente de España) y otros son los que la tomaron tarde porque hasta último momento pensaron que no la iban a tener que tomar y por lo tanto iban a tener a sus países funcionando, como Boris Johnson (Reino Unido), Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil), son dos actitudes radicalmente diferentes.
Hay intereses y un juego político importante por las consecuencias que traen para los países.
Claro, porque parar todo cuesta carísimo, entonces algunos más brutalmente y otros más disimuladamente, pero todo se expusieron a la ecuación de cuánto dinero estoy dispuesto a perder para salvar una cantidad de vidas o cuanto me cuesta cada vida que salvo. Todos están haciendo estas cuentas. Lo que pasa que algunos, como Alberto Fernández (Argentina) dicen, acá lo importante es salvar vidas y después vemos cómo nos la arreglamos. Otros dicen que se pueden morir unos cuantos para permitir que todos los demás sigan viviendo y funcionando a lo Trump, entre esas dos posturas extremas hay matices. Pero en todos los casos fue el cálculo de “la bolsa o la vida”.
¿A Europa le quedó grande el título de Unión Europea?, porque muy unidos no se vieron, cada uno tomó medidas diferentes.
Fue un desastre desde el principio. Lo que primero hicieron fue encerrase, restituir esas fronteras que habían desaparecido. Hace veintitantos años que en Europa no hay fronteras. Lo que hicieron fue volver a poner fronteras. La reacción inmediata fue fuertemente nacionalista mostrando que ese instinto está mucho más instalado que lo que quieren hacernos creer y después, a partir de eso, hubo reacciones canallas. En un primer momento, por ejemplo, Alemania, no quería exportar mascarillas a su vecinos y hermanos de la Unión Europea con los que supuestamente 15 días antes compartía todos los bienes, bienes que podían circular libremente.
¿Cómo ves parada a Latinoamérica para soportar lo que se viene?
Jodida. El gran problema es la capacidad hospitalaria, lo que pasa en todos lados. En Europa también fue así. Es una enfermedad que no es tan grave salvo por su capacidad de contagio y reproducción. El momento en que se transforma en un desastre es cuando no alcanza la infraestructura hospitalaria. Si en vez de venir todos juntos vinieran de a uno, se curarían casi todos. Eso en Europa se está conociendo en los momentos más duros a quién podían ponerle un respirador y a quien no. Cuando tenías más de 80 años no había ninguna chance. Hubo una discriminación muy fuerte. Esto que en Europa pasó de una manera bastante brutal, en todos los países de América Latina, puede pasar a la décima potencia. En Argentina la cuarentena fue muy exitosa, pero se han agregado dos millones de personas a los comedores populares. La cuarentena es exitosa y la gente sobrevive y no se contagia, pero en vez de haber 8 hay 11 millones de personas que van todos los días a buscar un plato de comida. Esto mientras siga la cuarentena no se va a mejorar, al contrario. Es una ecuación muy complicada, los dejo salir a buscarse la vida o los mantengo encerrados para que no se contagien. Es una decisión muy difícil.
¿Cómo ves que se reconfigura el poder en el mundo? ¿Cuál será el sitio de China respecto a Estados Unidos y el rol de Rusia como tercera potencia mundial?
Es muy difícil de decir. A mediano plazo China va a ser la potencia hegemónica, es decir dentro de 20 o 30 años. Más de una vez me pregunté si yo iba a llegar a ver el momento de la consagración. Es evidente que los países no pierden el poder hegemónico sin intentar retenerlo. Qué tendrá que haber para que EEUU se resigne a perderlo: una guerra, una situación de extrema tensión… como será eso, me lo he preguntado muchas veces. Esta situación, que era imprevisible, probablemente acelere el paso, porque China fue exitosa en la lucha contra el virus y EEUU fue un desastre. Y no solo fue un desastre en temas internos, sino que lo más notorio es que abandonó el liderazgo mundial. En otras crisis EEUU salía antes que nadie a decir qué hacer, lo vamos arreglar de tal manera, acá de tal otra, etc. Intentaba cumplir el rol que le correspondía, como país más poderoso del mundo. En esta se borraron. No han hecho nada para reafirmar su papel diario, no han mandado millones de mascarillas a Europa, por ejemplo, ni a África. En cambio, los chinos lo están haciendo. Es muy sorprendente.
Por otro lado, se dice mucho que China controló bien la pandemia porque es un régimen autoritario y me parece un argumento falso. Controló la crisis porque es un país rico que tiene infinitas reservas y los otros países lo que tienen son deudas. Entonces puede permitirse perder un poco de plata, cerrar una región y tener todo parado porque no pasa nada, siguen siendo riquísimos. Por eso pudieron hacerlo. No porque sean más autoritarios, en realidad en nuestros países democráticos, los gobiernos están siendo absolutamente autoritarios con el apoyo de sus poblaciones. Estamos aceptando que los gobiernos tomen una cantidad de medidas autoritarias en función de supuestamente el bien común, la salud común, etc. Pero nadie se rebela porque se tomen esas medidas, aquí lo que hace la diferencia no es que haya un gobierno autoritario o un gobierno democrático porque los dos toman el mismo tipo de medidas.
No podés salir de tu casa y si salís vas preso, podríamos pensar que es el colmo del autoritarismo, sin embargo, lo aceptamos y estamos contentos de que nos cuiden. Aceptamos que es por nuestro bien que nos obligan a hacer cosas que jamás aceptaríamos. No es un problema de autoridad, estamos concediéndoles toda la autoridad a nuestros gobiernos.
Respecto al rol de Rusia nunca me pareció que pueda volver a ser lo que fue durante el siglo 20. Y en estos días con la crisis del petróleo, se pone interesante, porque es uno de sus grandes triunfos, sus grandes cartas.
La crisis del petróleo asombró a todos, pero más allá de entenderlo por medio de tecnicismos y especulaciones ¿Habrá un nuevo orden económico?
Nunca habíamos imaginábamos que pudiera suceder. Que te paguen para darte petróleo, si a alguien se le ocurría era tomado como un chiste malo, no tiene sentido. En estos días pasan cosas extrañas. Todo es un plomo, uno está encerrado, tiene miedo, desconfía de todo, no se sabe qué va a pasar, cuándo vamos a retomar ciertas cosas, pero dentro de eso hay algo que a mí me da mucho gusto, que pasen cosas que no habían sucedido nunca. En general no son buenas. Nos habían convencido que todo iba a ser siempre igual y de repente pasan cosas que jamás podían haber pasado.
¿Cómo surgió la nueva novela? ¿Por qué escribir sobre un hipotético futuro…Sin fin? ¿Se resignifica ahora con el coronavirus?
Me interesaba armar una mirada sobre cómo imaginaba que podían ser ciertos aspectos la vida dentro de 50 años. Me daban ganas de imaginarlo y de pensarlo, y me daban ganas de poner en escena algunas cuestiones, particularmente esto de la búsqueda de la vida eterna, la vida después de la muerte, que en la novela ya no se busca a través de la religión, sino a través de la técnica y de la ciencia. Me interesaba imaginar cómo serían las vidas de los que vivan dentro de 50 años. Lo raro en que en esa novela (Sin fin) la condición para acceder a esa vida después de la muerte es aceptar un aislamiento eterno. En una especie de realidad virtual donde la vas a pasar bien. Lo que nos pasa en estos días es que, si aceptamos, más modestamente, un aislamiento transitorio, nos prometen unos años más de vida. El mismo mecanismo, pero en barato.
Fuente: https://eldeber.com.bo