Bolivianos en Rusia querían retornar al día siguiente

Aún quedan 200 compatriotas supuestamente engañados por Cidenbol Ltda.

El trato es peor que en la cárcel.

La Prensa



Protesta: familiares de los emigrantes se expresan, ayer cerca de la empresa Cidenbol Ltda., en Cochabamba

Dos cochabambinos que retornaron de la ciudad rusa de Rostov dicen que vivieron hacinados y que comieron alimentos que en su lugar de origen dan a las aves de corral.

Eduardo García (40) pensó en trabajar al menos cinco años en Rusia. Era el tiempo en el que esperaba reunir dinero para pagar las deudas que había contraído para viajar a ese país y para comprarse una casa en su natal Cochabamba. Sin embargo, no habían pasado ni 24 horas de su llegada a Rostov (al suroeste) cuando quiso retornar a Bolivia.

«Me ofrecieron ganar 2.500 dólares al mes, pero cuando teníamos que firmar el contrato descubrimos que el sueldo era de entre 380 y 400 al mes, y eso que todavía habría descuentos».

García forma parte del grupo de cuatro bolivianos que retornó de Rusia el 19 de agosto y denunció por estafa a la empresa Cidenbol Ltda., la firma que los llevó el 1 de julio a esa región europea, adonde llegaron el 4, para trabajar en la construcción.

Esa empresa cochabambina envió a más 250 compatriotas a trabajar en Rusia. A cada uno pidió 7.500 dólares por los pasajes, trámites y comisiones. Ahora enfrenta cargos por estafa y trata y tráfico de personas. El gerente de la empresa, René Canelas, fue detenido el jueves.

Benedicto Vila, de 42 años, retornó junto con Eduardo. Él también dice que ni bien llegó quiso regresar ante el engaño.

Pero no sólo se lamenta por la estafa de la que dice ser víctima de Cidenbol, sino también porque en Rusia el trato que recibieron «es peor que en la cárcel».

Los motivos

Ambos cochabambinos decidieron contratar los servicios de la compañía luego de largas charlas con sus respectivas familias.

Los dos se enteraron de los trabajos, de manera separada, cuando pasaban por la puerta de Cidenbol, en la calle Calama y 25 de Mayo, y vieron un cartel en el que se leía: «Se requiere varones que quieran trabajar en Rusia, en construcción, salario 2.000 dólares al mes, ref. aquí».

La oferta era tentadora. En Cochabamba Eduardo ganaba al mes entre 1.000 y 1.200 bolivianos como albañil, y Benedicto recibía entre 800 y 1.000 como ayudante de construcción.

«Tengo nueve hijos, el mayor, de 20, y el menor, de siete años —cuenta Vila—. Para ellos debo sacrificarme».

«Una noche —dice García— hablamos con mi esposa y ajustamos el dinero que iba a gastar en el viaje y en cuánto tiempo lo iba a reponer, porque el pasaje y todos los papeleos nos iban a costar alrededor de 7.500 dólares».

Así, estos dos compatriotas depositaron sus esperanzas en la empresa. Sin embargo, al día siguiente de haber llegado a Rostov, de la cual nunca habían oído hablar, sus ilusiones se esfumaron. Era el 5 de julio. «Bajé del avión y vi sólo montañas», cuenta Vila. «En el lugar, ‘la calor’ era insoportable, ahí me di cuenta de que no trabajaríamos en lo que nos dijeron».

En el aeropuerto, un ruso alto, de ojos verdes y cabello rubio recibió a la delegación de 74 bolivianos. Sin dar explicaciones, los compatriotas fueron subidos a carros con rumbo desconocido.

«Como nosotros no hablábamos su idioma —dice Benedicto—, sólo se comunicaron con el que nos lo traducía, Igor».

Los inmigrantes fueron llevados a un sitio alejado, más cerca de las montañas. Eduardo recuerda que en el lugar había unos 200 bolivianos más. «Al vernos, se alegraron, pero comenzamos a llorar, por el estado en que se encontraban, parecían locos, pero también llorábamos por el futuro que nos esperaba».

Los dos varones fueron dejados en un cuarto de tres por cuatro metros que tenían que compartir con otras cinco personas. Las «camas eran tan viejas», dice García, «que parecían de la guerra».

Al día siguiente, los recién llegados se reunieron con sus futuros patrones y el traductor les dijo que debían firmar el contrato. Fue cuando se dieron cuenta de que ahí decía que iban a ganar mucho menos. «Lo peor —dice Benedicto— era que no íbamos a trabajar en construcción, sino recogiendo basura», en esas montañas.

Además, había descuentos para pagar el alojamiento y la comida, que, dice Benedicto, «era la misma que aquí les damos al pollo, era tequeque (grano de maíz), pan y agua».

La jornada laboral comenzaba a las 06.00, y a las 20.00 los trabajadores iban a sus habitaciones a descansar; sin embargo, el sueño no llegaba, ya que, por un lado, a las 21.30 empezaban a recibir llamadas telefónicas de sus familiares en Bolivia a través de un teléfono celular.

Por otro, los inmigrantes se dedicaban a conversar y compartir sus penas unos con otros. «Conversábamos toda la noche con los paisanos, cada uno hablábamos de nuestras familias, y comenzamos a llorar y a rezar por volver a nuestra tierra».

Benedicto cuenta que cuando logró hablar con su esposa le dijo llorando que quería retornar y «que se preste dinero y que me envíe el pasaje. Ella oyó eso y así lo hizo, pero hay varios compatriotas que no pueden venir»,

Pasaron tres días y los recién llegados decidieron protestar y no trabajar. Se quedaron sin salir de la casa.

Mientras ellos se arrepentían y reclamaban en Rusia, sus familiares se movilizaban en Cochabamba. Ayer volvieron a protestar.

Gracias a las denuncias, dice Benedicto Vila, «la Embajada boliviana en Rusia fue a visitarnos, nos sacaron fotos, pero no nos ayudaron».

Para conocer la versión de la legación diplomática, La Prensa habló el 19 de agosto con el embajador boliviano en Rusia, Sergio Sánchez, quien pidió que se le enviaran las preguntar por correo electrónico.

Se comprometió a responder al día siguiente; sin embargo, hasta el cierre de esta edición (viernes a las 21.15) aún no lo había hecho. El jueves, este matutino habló con un funcionario de la Embajada, quien pidió llamar en otra oportunidad.

Un comunicado de la Cancillería boliviana informa que entre el 13 y el 15 de agosto «se constituyeron en las ciudades de Rostov-Na-Donu y Novoshakhtinks el Consejero de la Embajada y la secretaria de nuestra misión». Encontraron 219 compatriotas.

De ese total retornaron hasta el momento 22 personas, de las cuales 11 recibieron el apoyo de la legación en Moscú.

«Se requiere varones que quieran trabajar en Rusia, en el área de construcción, salario 2.000 dólares al mes. Ref. aquí», era el letrero de la empresa Cidenbol Ltda.

Según Benedicto Vila, la comida que recibían en Rusia era la misma que aquí (en Cochabamba) les damos al pollo, era tequeque (grano de maiz), pan y agua»

La empresa Cidenbol ya tenía denuncias por estafa y trata y tráfico de personas desde hace tres meses

Cidenbol Ltda., la empresa intermediaria que se encargaba de contratar a bolivianos y enviarlos a Rusia con papeles legales, visa y pasaporte para trabajar en empresas de construcción, soportó hace tres meses una primera denuncia por estafa y tráfico de personas en la Dirección de Trata y Tráfico de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC).

El proceso no prosperó porque los denunciantes no tenían suficientes pruebas para sustentar la demanda. En todo caso, el gerente general de la compañía, René Canelas, el 28 de julio se comprometió con siete familias a pagar en diez días el dinero que había cobrado a los viajeros (7.500 dólares cada uno), pero no cumplió lo pactado.

El 10 de agosto, al menos 15 familiares del grupo de bolivianos que viajó el 1 de julio a Rusia y que llegó a ese país el 4 sentaron oficialmente la denuncia por estafa y tráfico de gente. Otras 30 personas dejaron sus cédulas para respaldar la acusación.

Ese día, algunos seres queridos de los inmigrantes detuvieron a tres funcionarios de Cidenbol y los llevaron a la FELCC cochabambina.

Sin embargo, no había pruebas suficientes contra la empresa, por lo que no se pudo allanar las oficinas ni aprehender a los propietarios.

El director de la Dirección de Trata y Tráfico de la FELCC, Boris Bellido, explicó que toda la documentación migratoria de los compatriotas se encontraba en orden y que no había evidencia final de explotación laboral.

Por eso, se requirió de la Cancillería información que permitiera conocer en qué circunstancias estaban viviendo y trabajando los bolivianos.

Por tal motivo, el canciller David Choquehuanca pidió un informe al embajador de Bolivia en Rusia, Sergio Sánchez, quien luego de mandar a una delegación al lugar donde vivían los bolivianos envió su respuesta.

La Cancillería indicó que luego de los informes y pruebas recibidos por la Embajada «se solicitó a la autoridad competente en Bolivia que se inicien las investigaciones pertinentes y se procese a quienes corresponda por los delitos de estafa, trata y tráfico de personas».

Datos

Los familiares de los que fueron a Rusia decidieron agruparse luego de conocer la situación de sus allegados.

El 5 de agosto, un grupo comenzó a protestar en contra de la empresa Cidenbol Ltda., en Cochabamba

La gente acusaba a la compañía de engañar a los bolivianos ofreciéndoles un trabajo con salarios de dos mil dólares.

El 10, la muchedumbre atrapó a tres funcionarios de la empresa y los llevó a la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC).

La acusación no prosperó porque no había elementos que sustentaran las denuncias de explotación.

El gerente general de Cidenbol, René Canelas, prometió devolver a siete familias el dinero pagado (7.500 dólares), sin embargo no cumplió lo ofrecido.

El jueves pasado, el empresario fue detenido en Cochabamba y actualmente se le sigue un proceso judicial.