El gran embuste

Manfredo Kempff Suárez*

Todos los bolivianos sabíamos que los famosos «movimientos sociales» no eran sino milicias financiadas por el gobierno del MAS, que a una orden de Evo Morales avanzaban o se replegaban, obedientes con el jefe. Pero de nada valía que los bolivianos supiéramos que los milicianos eran el garrote del Gobierno, si no lo sabían los mandatarios de naciones amigas, si no lo sabían ni los propios observadores y asesores extranjeros enviados para colaborar a una solución de los problemas nacionales.

Durante semanas, los prefectos estuvieron negociando —o discutiendo acremente— con el Gobierno sobre el IDH, las autonomías y la bendita Constitución ensangrentada en Sucre. Y todo el tiempo estuvieron los «movimientos sociales» amenazando. Esperaban la orden superior para actuar. Como ya lo habían hecho en Cochabamba y en Sucre. Era necesario sentarles la mano a los prefectos cerriles de la llamada media luna. Y lo hicieron por el eslabón más frágil: Pando.



Entraron en Pando dispuestos a llevarse por delante al prefecto Leopoldo Fernández, a arrasar con él. Fueron los primeros en disparar y en matar. Y los cobijeños estaban prevenidos y respondieron sin miramientos. Pero a los milicianos los obligaron a actuar de esa manera las órdenes impartidas desde La Paz. Hubo diez muertos confirmados (se dice que cinco venezolanos además) y resultó que al prefecto Fernández se lo apresó y en calidad de detenido continúa en la sede de gobierno, que ha hecho caso omiso a la resolución de la Corte Suprema de Justicia de procesarlo en Sucre. Un jacobino, ex Defensor de DDHH para colmo, Sacha Llorenti, se ha convertido en el paladín del desacato a la Suprema Corte, de violación al derecho.

Pero donde saltó el embuste, la mentira grosera, ha sido durante la última semana, cuando los milicianos masistas avanzaban con cuatro columnas sobre la ciudad de Santa Cruz, y, de paso, aislaban al Beni. Como cuando el cerco de Madrid por Franco, una quinta columna estaba dentro de la ciudad. Quintacolumnistas, embozados unos y desembozados otros, estaban listos para actuar violentamente en la toma de Santa Cruz.

S.E. manifestaba en Cochabamba, descaradamente, delante de los asesores y facilitadores extranjeros, que si no se firmaba la convocatoria a referéndum para aprobar la ahora conocida como Constitución de La Glorieta, no iba a responder por los atropellos que pudieran hacer los «movimientos sociales». Que eran ellos —los «movimientos sociales» — los que ya estaban con la paciencia agotada y que, por lo tanto, tomarían Santa Cruz. Y en Santa Cruz había algunos resignados a dejarlos entrar, siempre que no portaran armas, y otros, los más, a darles batalla.

Lo de Pando iba a quedar minúsculo. Pero S.E. seguía afirmando que él no podía hacer nada para detener las marchas. Lo mismo repetían sus capitostes. Los prefectos protestaban ante una presión tan canallesca y los observadores extranjeros luchaban con grandes dudas en sus conciencias. Al parecer, el «pobre indiecito», jeremiaco como pocos, no era tan inocente y estaba dispuesto a provocar otra matanza. S.E. se las jugaba al borde del abismo dispuesto a rendir a sus adversarios con la amenaza de 20, 30 ó 50 mil milicianos.

De pronto se produjeron algunos acuerdos en la reunión de Cochabamba, pero, sobre, todo, se presentó el viaje de S.E. a Naciones Unidas. No podía dejar una situación tan convulsionada. Y recién ahí quedó en evidencia el embuste. S.E. anunció que los «movimientos sociales» suspendían sus marchas hacia Santa Cruz, pero que se replegarían temporalmente, hasta que se fijara fecha para el referéndum destinado a aprobar la Constitución cósmica. ¿Qué dirían Insulza, Valdés, Caputto y los otros? ¿Se darían cuenta de que todo no era sino una tomadura de pelo grosera?

La bella e inteligente Patricia Janiot, en CNN, se encargó de darle el puntillazo mortal en la testuz a S.E. Lo dejó como inseguro y despistado. Pensamos que la comunidad internacional ha empezado, por fin, a dudar, de las jeremiadas de S.E.

*Manfredo Kempff S,es escritor y diplomático.