México sangra por los “narcos”

Violencia | Miles de personas han muerto en México, víctimas de los cárteles del narcotráfico. Los policías son el blanco más frecuente. Sinaloa, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Tijuana, se han convertido en tierras sin ley.

¡OH! Los Tiempos

Texto | Mónica Oblitas



Foto Univision.com

Más de 2.000 muertos. Esta es la suma que registran las morgues mexicanas en lo que va del año, y la lista incluye adolescentes y niñas y niños asesinados junto a sus familias. Algunas ciudades de México, como Sinaloa, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo y Tijuana, se han convertido en sin ninguna duda, en tierras sin ley.

El fenómeno no es reciente, pero se ha enardecido más desde que el presidente Felipe Calderón decidiera hacer frente sin arreglos a los cárteles que operan en el territorio mexicano y a la corrupción dentro de la Policía. Para ello varios jefes policiales fueron removidos de sus cargos siendo reemplazados por agentes de confianza del Presidente, quien desde que asumió el cargo, en diciembre de 2006, ha buscado renovar y profesionalizar la fuerza policial para que, junto al Ejército, desarrolle operativos en ciudades y estados anteriormente controlados por los narcotraficantes.

Sin embargo sus intenciones han chocado con la brutal respuesta de los narcotraficantes que han tomado a la Policía como blanco, dedicándose a asesinar agentes (y a veces hasta a sus familias enteras) casi todos los días.

De acuerdo a los analistas mexicanos, una de las principales razones para el incremento en la violencia es que Calderón y Genaro García Luna, su secretario de Seguridad Pública, han trastocado viejos arreglos entre la policía y los narcotraficantes a todos los niveles del Gobierno.

Para los políticos de la oposición la ambición del Presidente ha rebasado su capacidad de control, con consecuencias peligrosas y desestabilizadoras.

Corrupción y drogas

El año pasado, García Luna, el hombre de confianza de Felipe Calderón, despidió a 284 comandantes de la policía federal y los reemplazó con sus propios oficiales. También degradó a docenas de oficiales de carrera y colocó al mando a personas de su confianza. Además el Gobierno ha elevado el salario inicial de los oficiales y mejorado su capacitación. Sin embargo, incluso con unos 3.000 reclutas nuevos, Calderón aún no ha purgado la corrupción de miles de oficiales de carrera enraizados en la institución, aunque algunos comandantes policíacos señalan que los oficiales corruptos son un problema menos grave que la falta de información sobre los narcotraficantes, que han asesinado a por lo menos 170 oficiales de policía locales desde que Calderón asumió su cargo.

El Presidente ha descrito la violencia entre los cárteles y los ataques contra la policía como una señal de éxito. Según él, el Gobierno ha desmembrado a los cárteles lo que ha desatado una guerra entre los grupos pequeños que se han desprendido de éstos.

Sin embargo este análisis no le sirve a los altos funcionarios de seguridad antes considerados intocables, que han sido acribillados en la Ciudad de México, cuatro tan sólo en el último mes, ni a sus familias, también víctimas de la violencia.

El asesinato del comisionado Édgar Millán Gómez, jefe interino de la policía federal, quien cayó muerto de ocho balazos en el pecho el pasado 8 de mayo, fue el principio de la prueba a la que es sometida a diario la Policía mexicana, que se ha visto en medio de una guerra en la que ningún blanco es demasiado grande ni ningún ataque demasiado avezado para los cárteles.

Sin códigos

La violencia entre los narcotraficantes ha empeorado durante el pasado año y medio. El saldo mortal se ha disparado de 47%, a 1.378% este año. El incidente más grave se produjo recientemente en la ciudad de Guamúchil, cuando ocho personas murieron acribilladas al disponerse a subir a varios coches tras asistir a una fiesta. Entre las víctimas se encontraban cinco hombres, dos adolescentes de 17 años y una niña de 12, según informa Reuters.

Y es que el crimen organizado mexicano está desatado. No hay un solo día en que los informativos no cuenten las historias de terror de las víctimas, como el episodio desatado frente a una guardería de Tijuana, que dejó un saldo de ocho muertos, cuatro heridos y otros tantos detenidos.

Dos jóvenes de 17 y 13 años y cuatro adultos parientes suyos fueron asesinados por desconocidos en el estado de Sinaloa, noroeste de México, uno de los más violentos del país. Al parecer las seis personas, que eran taladores, salieron a hacer su trabajo y no regresaron, lo que motivó que fueran buscados y encontrados con varios disparos en el cuerpo cerca del poblado de Guadalupe Reyes, en el municipio sinaloense de Cosalá.

El caso de un pequeño de tres años, también asesinado a sangre fría, ha terminado de horrorizar a los mexicanos, quienes ven que el antiguo código de honor de los narcos, de no meter a las familias en las luchas, se ha roto.

José Luis Ortiz, un niño de tres años, y una niña de nueve fueron asesinados con a tiros. Los sicarios acribillaron a Ortiz, su madre y su padre, a quien confundieron con un oficial de Policía, mientras dormían en su casa de Tijuana, una de las ciudades fronterizas con Estados Unidos más peligrosas. Luego asesinaron al oficial que buscaban, junto a su mujer y su hija más pequeña de nueve, dejando herida a otra de 12 años.

No es la primera vez que los asesinos a sueldo liquidan familias enteras, pero la muerte de los niños ha conmocionado especialmente a los endurecidos habitantes de esas zonas conflictivas.

El analista en seguridad José Reveles consideró «gravísimo» lo sucedido y señaló que «esto ya toca a la ciudadanía pacífica e inerme (…), la violencia se está saliendo de madre por más presencia que tenga la fuerza pública en las calles». Según Reveles, «hay un código no escrito entre las bandas criminales, que es no meterse con la familia, pero aquí parece que se está rompiendo».

Los costos

Mientras, los policías sufren las amenazas que aparecen en carteles colgados junto a carreteras y en listas de amenazados de muerte dadas a conocer públicamente. También reciben advertencias a través de sus radios y cada vez más, se van rindiendo. La semana pasada, funcionarios estadounidenses revelaron que tres comandantes policiales mexicanos han cruzado a Estados Unidos en busca de asilo, diciendo que se sienten desprotegidos y temen por sus vidas.

Los carteles de la droga están enviando un brutal mensaje a policías y soldados en ciudades en todo México: Súmense a nosotros o morirán. La rematan con anuncios desde transmisores clandestinos de radio con los que buscan reclutar a ex soldados para trabajar como pistoleros. También han atado pancartas sobre las carreteras de Nuevo Laredo con mensajes como «Los Zetas (una pandilla de narcotraficantes) te quieren – Ofrecemos buenos sueldos a soldados».

Mientras esto sucede, Calderón y sus altos funcionarios de seguridad señalan que el Gobierno ha realizado incautaciones de droga récord y veintenas de arrestos durante el pasado año y medio. Pero el Presidente sabe que sus esfuerzos podrían fracasar a menos de que el Congreso de Estados Unidos apruebe un paquete de 1,4 millardos de dólares de equipo y capacitación durante 3 años para la policía mexicana. En esta guerra Calderón sabe que hay mucho que perder, aunque ha asegurado que no piensa retroceder ni un paso. (Con datos de EFE, Reuters, BBC).

Penar las narcocanciones

Varios legisladores mexicanos analizan exigir al Gobierno que regule y censure los llamados narcocorridos -género musical que suele hacer apologías de la mafia-, por considerarlos «un problema no sólo de seguridad nacional sino de salud pública», informaron fuentes parlamentarias.

La iniciativa, propiciada por el diputado izquierdista Irineo Mendoza, propone «la censura y que el Gobierno federal asuma la responsabilidad que le corresponde, no solo con las radio-difusoras sino con los productores de discos y los propios compositores».

De acuerdo a Mendoza «es indispensable no permitir que continúe la proliferación de ese género musical, que con impunidad y sarcasmo narra las hazañas de los delincuentes», pudiendo convertirse en un problema de salud pública al crearles a los menores «una idea falsa de la realidad, confundiéndolos del verdadero sentido de lo que significa trabajo» y que «incluso podría encaminarlos al consumo de alguna droga».

En este sentido, el legislador manifestó que antes de transmitir canciones o videos musicales de éste género se debe advertir al público del carácter del contenido, así como restringir los horarios y programas en los que pueden ser escuchados.

Los narcocorridos, que según el legislador «solo reflejan la realidad de lo que ocurre en México en materia de enfrentamientos y delincuencia organizada», cuentan entre sus máximos exponentes a Los Tigres del Norte y Los Tucanes de Tijuana.

La canción «El papá de los pollitos», de estos últimos, dice por ejemplo: «La plaza (ciudad) me pertenece / mientras viva yo decido / el que se meta se muere / sino se arregla conmigo / yo no respeto niveles / menos mi cuerno de chivo (fusil AK 47)». Con datos de EFE.