Vaticinios sin pies ni cabeza…

El Deber. Mario Rueda Peña *

No nos cansaremos de puntualizar el equívoco en el que incurren no pocos analistas, foráneos, en sus prognosis sobre la evolución de la actual crisis política boliviana. Creen que Bolivia se partirá en dos como resultado de una sangrienta guerra civil. La existencia de dos contrapuestas ‘visiones de país’, así como el brote de violencia en las regiones de la ‘media luna’, parecen inducirles a tan alarmista e infundado vaticinio.

En Bolivia no existen condiciones objetivas y subjetivas para un proceso de ‘balcanización’ como el que de forma tan sangrienta diera fin con esa Yugoslavia de unidad nacional sellada por el Mariscal Tito con remaches fuertemente nacionalistas-‘marxistoides’.



Si allí la gente se enfrentó para fragmentar a Yugoslavia en varios Estados no fue tanto a causa de la diversidad étnico-cultural, sino a la de tipo religioso, especificidad ésta culpable suprema de rivalidades regionales que ni siquiera la centralista dictadura de Tito fue capaz de borrar de la memoria histórica de pueblos que desde tiempos remotos no se conciliaban entre sí por adorar a divinidades distintas. Eran puramente secundarios los componentes étnico-culturales y económico-sociales de tan múltiple como encandecida disputa. Cada parcialidad, además, dispuso de la estructura militar heredada del régimen de Tito. De este modo se completó el cuadro de condiciones para que el fuego inicial en la ex Yugoslavia se convirtiera en incendio pavoroso que sólo pudo apagar la comunidad internacional.

En Bolivia, ni religión ni pertenencia étnico-cultural hacen de vientre gestor de la crisis política que hoy padece el país. La religión católica es común a aimaras, quechuas, tupiguaraníes, mestizos y criollos. En la población nativa aquel credo asume características sincréticas (se adora a la Pachamama, a Cristo y las vírgenes a la vez), sin que esta mezcolanza le predisponga para nada contra quienes no compartan sus mitos y supersticiones.

Los sectores en disputa (Gobierno, MAS y sus grupos de choque) y los movimientos regionales (prefecturas y comités cívicos) de la ‘media luna’ carecen de estructura militar en la cual apoyar sus acciones para barrer a tiros al adversario. Las FFAA se resisten ostensiblemente a defender con armas letales al Gobierno, sin orden escrita del jefe de Estado. Sus mandos temen que tras los inevitables muertos y heridos sean ‘tiroteados’ con procesos penales en el paredón judicial. Sólo ciertas bien remuneradas tropas de élite, como las enviadas a Pando a sofocar el movimiento regional, no se hacen problemas con tirar a matar…

En realidad, la causa real de todo cuanto acontece actualmente en el país no se halla en lo étnico-cultural, sino en el frente económico-social. Santa Cruz es un ejemplo conspicuo de integración e interculturalidad campantes. No hay discriminación contra el inmigrante andino, a quien se aprecia mucho en el campo laboral. Muchos de ellos ya progresaron, incorporándose a estratos medios y superiores de la colectividad regional.

Pero en lo que hace a lo económico y social, la pobreza extrema en zonas rurales del occidente sirvió de terreno fértil para que bien financiadas ONG hicieran brotar un neopopulismo de orientación ultraindigenista y hegemónica. Se las arreglaron también para que a esta tendencia llegaran muchos al poder político desde lo meramente sindical o desde las ya ‘amohosadas’ trincheras de la izquierda clásica. Surgió así el MAS como operador gubernamental de la confrontación permanente. De ésa que proseguirá, sin duda, hasta 2010, pero sin guerra civil alguna.

* Columnista