Crisis en mercados golpea a Bolivia

Editorial de La Razón.



En general, este sector sufrió, hasta ahora, una pérdida de $us 180 millones, aparte de crear desocupación y provocar la reducción de los salarios. Bolivia, como todos los países de la región, no es inmune a esta crisis. Va siendo hora de que se tomen los recaudos necesarios.

El desastre financiero internacional ha sumergido en una crisis de graves proporciones a los mercados externos, con el desplome de los precios de los minerales, los hidrocarburos y los granos, así como de las manufacturas, productos que conforman la canasta exportadora de Bolivia.

La repercusión en el campo laboral minero fue inmediata: al Cerro Rico de Potosí subían diariamente cerca de 15 mil trabajadores; en los últimos días no pasaron de 8.000 y 7.000. Y los jornales diarios bajaron de 100 a 40 bolivianos.

En la catástrofe de los minerales la mayor víctima resultó ser el zinc, que en los últimos tiempos pasó a encabezar la producción nacional en el sector. El daño se registró en cuestión de días. El 1 de octubre el precio de la libra fina estaba en $us 0,747 pero, 10 días después, se cotizó en $us 0,606. En el mismo periodo, el estaño se desplomó de $us 7,61 a $us 6,237, mientras que la onza troy de la plata cayó de $us 12,28 a $us 11,74.

La situación se torna más difícil si se considera que el precio promedio del zinc en el 2007 fue de $us 1,51 y que el estaño, en mayo, llegó a $us 11,56, una cifra nunca antes alcanzada.

Otra parte del drama se cuenta en materia laboral. El alcalde potosino René Joaquino corroboró que varios ingenios de ese departamento empezaron a entregar preavisos de retiro, lo que perjudicaría a cerca de 30 mil trabajadores privados y cooperativistas. A su vez, Dionisio Garzón, ex ministro de Minería, advirtió que esta cifra puede ascender a 100.000 trabajadores, afectados directa e indirectamente.

En el caso de los hidrocarburos, concretamente en el del gas natural, su precio en el mercado internacional estaba por encima de los $us 12 por BUT (unidad térmica británica), pero, al concluir la semana pasada, bajó a casi $us 6, lo que implicará la reducción de los precios que Brasil y Argentina pagan a Bolivia por este energético.

Hace dos meses, la soya tenía el precio de $us 600 la tonelada en la Bolsa de Rosario (Argentina), mas descendió a $us 360. En Bolivia el grano llegó a cotizarse en $us 450, cayendo luego a $us 270 (-40%). Por otra parte, el precio de la tonelada de aceite crudo de girasol estuvo en el primer semestre en casi $us 2.000 y en el último mes bajó a cerca de $us 1.000.

Pero, la crítica situación de los granos no es atribuible íntegramente a los mercados externos. Cuando los precios estaban altos, el Gobierno en unos casos prohibió y en otros restringió sus exportaciones. Un decreto del 27 de febrero de este año prohibió la exportación de maíz y, tres meses después, de los subproductos de éste. Además, el 18 de mayo dispuso restricciones a las exportaciones de la soya y sus derivados (aceites y tornas).

Las medidas aún se mantienen, causando una sobreoferta de granos en el mercado interno y que los silos (centros de acopio) no sean suficientes para almacenar los excedentes. Con la cosecha de invierno, se prevé un déficit de almacenamiento de 900.000 toneladas de granos como la soya, el girasol, el maíz y el sorgo. La industria del girasol también está afectada: las 70.000 toneladas producidas no fueron vendidas. En general, este sector sufrió, hasta ahora, una pérdida de $us 180 millones, aparte de crear desocupación y provocar la reducción de los salarios.

Bolivia, como todos los países de la región, no es inmune a esta crisis. Va siendo hora de que se tomen los recaudos necesarios.