Un blindaje de 7.780 millones de dólares

La Prensa. Por: Harold Olmos *

El Gobierno se jacta del volumen de las reservas monetarias bolivianas (7.780 millones de dólares) y dice que eso le da blindaje para capear las tempestades que se ciernen sobre la economía mundial. Eso decía en 1983 el presidente venezolano, Luis Herrera Campins, cuando la tormenta ya había caído sobre México y un huracán amenazaba a América Latina. Los venezolanos tenían reservas de más de 20.000 millones de dólares, entonces entre las más grandes del mundo. Semana a semana el Banco Central informaba sobre la situación de las divisas del país. Y cada semana se iban unos 500 millones de dólares. Para tranquilizar a sus compatriotas, Herrera Campins decía: “Venezuela no es México”. No estaba equivocado. Era peor. Un “viernes negro” no tuvo más que devaluar el todopoderoso bolívar, una de las pocas monedas que gozaba de libre convertibilidad. Por lo menos, los mexicanos sabían cuánto debían (más de 60.000 millones de dólares). Los venezolanos lo ignoraban. Vinieron auditores externos para determinar a cuánto alcanzaba la deuda pública: 27.500 millones de dólares.



Desde entonces, Venezuela vivió una etapa de inestabilidad y descontento que desembocó en saqueos que, a su vez, desembocaron en dos tentativas de golpe del capitán Hugo Chávez y, por último, en su llegada a la presidencia con la promesa de “acabar con eso que está ahí”, la corrupción e incompetencia. Dejo a los propios venezolanos juzgar si cumplió, pero la verdad es que Venezuela nunca estuvo tan dividida como en estos últimos años. Y hoy debe casi lo mismo que hace 25 años.

En Bolivia, el Banco Central nos comunica (2 de octubre) que “frente a la crisis en los mercados financieros internacionales, particularmente en Estados Unidos”, la economía nacional “se encuentra en una posición sólida para enfrentar este fenómeno”. Lo mismo decía el Banco Central de Brasil cuando comenzó la crisis asiática hace 11 años. Ni nuestro gigante vecino la pudo soportar. Al poco tiempo estaba devaluando su hasta entonces nuevo pero todopoderoso real (un dólar compraba 90 centavos de real).

Las perspectivas no son halagüeñas para una economía pequeña como la nuestra. Una protección más efectiva que cualquier otra sería la autosuficiencia alimenticia, reiteradamente anunciada como meta pero nunca realmente buscada, menos alcanzada. Estamos, al contrario, en dirección opuesta. La producción agrícola tiene dificultades, las exportaciones son limitadas por decisiones políticas, y hasta falta diésel para moverla. Las inversiones mineras para aumentar la producción y compensar una caída de precios han sido mínimas. Pregúntenles a los productores de zinc, plata y estaño si han invertido como creen que debían. La respuesta es negativa y viene asociada a dos palabras: inseguridad jurídica.

Con un cuadro económicamente difícil, las inversiones desesperadamente necesarias para aumentar la producción de gas no aparecen, sean de Irán (prometió más de 1.000 millones de dólares), Rusia (4.000 millones de dólares en la caja de promesas) y Venezuela (1.200 millones de dólares que tampoco se ven). Esos países también sentirán (o sienten) los embates de esta crisis. Las perspectivas no son halagadoras. Las remesas de nuestros emigrantes, los capitales extranjeros de Bolivia, mermarán. Y, con la caída de los precios del petróleo, no pasarán muchas semanas antes de que Petrobras y Argentina nos digan: Vamos a discutir precios. Para abajo.

Hubo un momento de gloria que raramente se presenta en la economía mundial. No lo hemos aprovechado. En cambio, puede decirse que 2008 ha sido hasta ahora el año más rico en confrontaciones.

* Premio Nacional de Periodismo 2007