Autorregulación en el periodismo

Más bien, éstos tendrán que hacer conciencia y entender que el periodismo no pretende pelear con el Gobierno, porque no es protagonista de la información sino un mediador entre la noticia y el público. No es sana una democracia con estos dos sectores enfrentados.

La Razón



Editorial

Las organizaciones académicas y gremiales del periodismo boliviano han decidido imponerse sus propias regulaciones. De esta forma, se espera que no haya pretextos para que en las esferas del poder surjan gratuitas animadversiones y menos acciones violentas como las que, lamentablemente, han ocurrido en el país a lo largo del año.

Pese a que existe una Ley de Imprenta, suficientemente rigurosa, para que los municipios formen tribunales permanentes; pese a que incluso, en casos extremos, los periodistas pueden ser sometidos a la justicia ordinaria; pese a que cada organización académica y gremial tiene sus propios tribunales de honor, este año, muchos periodistas han sido golpeados, vejados y hasta ofendidos dentro del Palacio de Gobierno.

Con el propósito de que los periodistas no sigan siendo víctimas de la iracundia de los grupos enfrentados en la controversia política que se vive en el país —este año se ha notado un particular ensañamiento de autoridades y de grupos de choque relacionados con el oficialismo—, por voluntad propia han optado imponerse una normativa como es la autorregulación, la cual emergerá del compromiso voluntario de que la libertad de prensa se halle complementada con un uso responsable de la misma.

En buena medida será otra forma de garantizar un periodismo libre de sectarismos y de conductas tendenciosas.

En el último tiempo se ha creado el Tribunal de Ética Periodística, cuyas tareas iniciales están dirigidas a dotarse de un Código y, a éste, de un Reglamento. Pero, para que no se diga que ambos son insuficientes, se ha propuesto proceder, en el tiempo más corto posible, a poner en vigencia la denominada Autorregulación Periodística. Con todo esto, no se trata de situar a la comunicación social al servicio de alguna causa determinada, sino más bien todo lo contrario: de prevenir que la tarea de los comunicadores y sus preceptos sean empleados en objetivos ajenos a su función de informar y opinar, porque, de no ser así, desvirtuarían sus propias finalidades.

Hugo Aznar, destacado académico español, ha esclarecido que la autorregulación no sólo es completamente diferente a la censura; de lo que se trata es de afirmar, dentro de un marco de libertades ya garantizado, la mejor defensa del criterio propio, públicamente reconocido en un sistema democrático.

Tampoco tiene nada que ver con la autocensura, porque el profesionalismo y la experiencia de los periodistas debe permitirles hacer respetar sus cualidades. La autorregulación supone nada más que hacer un ejercicio responsable de los conocimientos adquiridos, con pleno ejercicio de la libertad, tal como lo practica un cirujano en el quirófano.

Aznar, para mayor elucidación, puntualiza que “la autorregulación supone más bien un ejercicio de responsabilidad y, por tanto, de libertad, o sea de compromiso con los fines y valores propios de la comunicación”.

Con la vigencia de la autorregulación no habrá margen para los prejuicios de quienes ostentan el poder. Más bien, éstos tendrán que hacer conciencia y entender que el periodismo no pretende pelear con el Gobierno, porque no es protagonista de la información sino un mediador entre la noticia y el público. No es sana una democracia con estos dos sectores enfrentados.