Dupla que emerge de la contienda

Editorial de La Razón.

En 1979 llegó a ser la primera socia femenina del bufete Rose Law Firm. Su prestigio en el ejercicio profesional creció hasta figurar, en 1988 y 1991, en la lista de los 100 abogados más influyentes de EEUU. En 1992 se convirtió en la Primera Dama de esa nación.



Sólo la madurez cívica de una sociedad y la práctica política verazmente de servicio pueden explicar cómo dos ex contrincantes de una campaña electoral tan dura, como la que el mundo expectó en EEUU, pasen a formar una dupla en el Gobierno de ese país. Barack Obama designó a su rival en las primarias del Partido Demócrata, Hillary Clinton, como futura Secretaria de Estado; ella, en los hechos, será la número dos de la gestión del mandatario negro en la Casa Blanca.

Se trata de dos personalidades distintas pero igualmente fuertes, dotadas de talento y experiencia en lo que concierne a la administración de EEUU, así como del inmenso reto que representa ser la potencia dominante en el orbe.

Los analistas políticos anticipan que no será fácil la convivencia de ambos en el Gobierno, aunque consideran que Obama y Clinton se exigirán al máximo para cumplir lo mejor que puedan en el ejercicio de sus funciones y responsabilidades. Ganaría, así, su país y, eventualmente, también el resto del mundo.

Hillary, conocida por su firmeza como mujer política y por acompañar a su marido Bill Clinton durante el mandato de éste entre 1993 y el 2001, dio suficientes pruebas de que se ha constituido en una de las principales figuras de la vida pública de EEUU. De haber sido una Primera Dama que brillaba con luces propias, el año 2000 pasó a senadora de Nueva York, pese a que nació en Chicago. Tuvo una amplia votación y repitió la hazaña, a los seis años, con su reelección.

En sus tiempos de estudiante simpatizó con los republicanos, llegando a ser presidenta de las juventudes de ese partido en el Wellesley Collage, donde se graduó en Ciencias Políticas. Sin embargo, su compromiso de luchar por los derechos civiles de la población afroamericana la hizo abandonar las filas republicanas en 1968 e ingresar al Partido Demócrata. Después de graduarse —brillantemente, dicen sus apologistas— en Derecho, en la Universidad de Yale, empezó a trabajar como abogada. En 1974 se trasladó a Arkansas y un año más tarde se casó con Bill Clinton.

En 1979 llegó a ser la primera socia femenina del bufete Rose Law Firm. Su prestigio en el ejercicio profesional creció hasta figurar, en 1988 y 1991, en la lista de los 100 abogados más influyentes de EEUU. En 1992 se convirtió en la Primera Dama de esa nación y, aunque su rol no era activo, se destacó como artífice de la universalización del acceso al sistema de salud del país; iniciativa que, sin embargo, fue rechazada en el Congreso. Su perseverancia hizo que hoy sea reconocida como una eficaz promotora de programas sociales.

Posiblemente los días más difíciles de su vida hayan tenido relación con el escándalo sexual que, en 1998, estuvo a punto de costarle el cargo a su marido. En esos momentos, Hillary Clinton se mostró como una mujer serena y madura, que, con gran entereza, supo sacar a flote su matrimonio.

Siete años después de pasar por la Casa Blanca como Primera Dama, Hillary, quien conoció La Paz en el gobierno de su esposo, se lanzó a la carrera por la candidatura de la Presidencia, pero se topó con una solidez incuestionable de Barack Obama.

Pero ahora se alió a su ex contrincante político: encabezará la diplomacia del gobierno del sucesor de George W. Bush y deberá acompañarlo en la promesa de cambios para EEUU.