La OEA da vergüenza ajena

F. Javier Limpias Ch.

Días atrás, medio escondida por el escándalo de los ‘contramasistas’, perdón, quise decir de los contrabandistas, la OEA nos ‘informó’ sobre los resultados de la auditoría al padrón electoral. El resultado fue que éste es de los mejores del mundo y, según ellos, en ciudadanos habilitados se logró la confiabilidad de 97,71%, en el caso de difuntos 96,23%, homónimos 99,01% y en duplicados 98,51%. Aparentemente, el hecho de que en el referéndum de agosto pasado hubiesen votado bolivianos de más de 200 años de edad no les mereció ningún comentario. La sorprendente longevidad de los bolivianos debió parecerles poco impresionante, quizás pensaron que era resultado del frío del altiplano, que los tiene bien conservados, como chullpas.



Por parte de la OEA, un sujeto con barba y extraños ojos rojizos fue el encargado de informarnos de que el padrón boliviano era “altamente confiable”. Su nombre es Pablo Gutiérrez y es chileno (¡cómo no, entre la OEA y la Unasur siempre tenemos algún chileno opinando sobre lo que pasa aquí!). Gutiérrez es director del Departamento para la Cooperación y Observación Electoral de la Organización de Estados Americanos (DECO).

Así dicho suena solvente, pero resulta que el señor Gutiérrez no es ni imparcial ni experto funcionario internacional, sino un político al servicio de Insulza. Gutiérrez llegó a ese puesto después de ser el jefe de gabinete de Insulza cuando éste era ministro de Gobierno del presidente Lagos. Por lo tanto, Gutiérrez es hombre de confianza del actual secretario general y desembarcó en la OEA de su brazo y sin ningún mérito previo conocido en materia electoral. En ese organismo internacional parece que sucede como en Bolivia o como en el resto de nuestros países latinoamericanos: llega el jefe, trae a su gente y la coloca donde puede serle útil; que tenga o no conocimiento al respecto ya no le importa a nadie.

Esto es significativo, porque a Gutiérrez, como a su jefe Insulza, poco le importan las cuestiones electorales, salvo, claro está, las que tienen que ver con la candidatura del propio Insulza a la presidencia chilena. Esa candidatura debe ser el único proceso electoral que tiene sin sueño al secretario general de la OEA, y el DECO parece funcionar a este respecto preparando las condiciones para que José Miguel Insulza tenga un propicio escenario internacional si llega a candidatear para presidir su país. Por eso coquetea indecentemente con los populismos continentales, buscando congraciarse con los que cree los poderes emergentes: Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador, etc.

Por eso, nada de lo que sucede aquí está mal ni se merece la más mínima crítica y cuando el fraude es demasiado obvio, como ya dijo la OEA en nuestro último referéndum, resulta que es parte de nuestra realidad cultural. Da náuseas oír esas cosas y encima que te lo digan sin la más mínima vergüenza, como si fuéramos demasiado tontos para tener dudas y tuviéramos que creérnoslo como si la palabra de estos funcionarios fuese la voz de Dios.

Ciertamente, la OEA da pena. Que siempre ha estado al servicio de los gobiernos de turno no es un misterio para nadie, pero por lo menos no intentaban hacernos creer en monjas voladoras ni trataban de convencernos de que las irregularidades del padrón electoral son parte de nuestra imaginación y que en realidad tenemos el mejor padrón del mundo.

Señor Gutiérrez, si quiere, y con la plata de la OEA, esfuércese para que su jefe llegue a ser presidente de los chilenos (aunque los chilenos no son tan tontos como para elegir a Insulza, de hecho en las encuestas a precandidatos va último), pero a nosotros los bolivianos déjenos en paz.

* Ex constituyente de la República

El Deber