Lo bueno para la General Motors

Editorial La Prensa.

Por: Agustín Saavedra Weise *



Hace muchos años, alguien en Detroit (sede de la industria automovilística) acuñó una famosa frase: “lo que es bueno para la General Motors (GM), es bueno para los Estados Unidos”. Así se reflejaba la enorme importancia de la —hasta hace poco— firma automotriz más grande del mundo y uno de los pilares de la economía norteamericana.

Ahora, a fines de 2008, la General Motors se encuentra prácticamente en quiebra y a la espera de un salvador paquete financiero que desesperadamente está pidiendo se apruebe en Washington por la vía congresal o mediante la Presidencia. No sé —al momento de enviar estas líneas— si el plan de rescate se aprobó o estará por aprobarse de una u otra forma, pero es un hecho que la General Motors —al igual que las otras dos grandes constructoras de vehículos, Ford y Chrysler— ya no es lo que era. Estas tres grandes fábricas, heridas por años de despilfarro, por descuidar las preferencias del consumidor y amenazadas desde hace rato por la imparable industria japonesa, están hoy al borde del precipicio.

Para comenzar, ya en 2007 la gigante nipona Toyota superó a la General Motors en producción de vehículos y la desplazó del primer lugar mundial. En cambio, y luego de una serie de costosas adquisiciones, GM, Ford y Chrysler siguen pendiente abajo. Recuérdese de paso que esta última ya fue objeto de un préstamo estatal en la década de los 80 del siglo pasado mediante gestiones de su entonces presidente, el recordado Lee Lacocca.

Lo lógico parecería ser dejar que el mercado actúe y elimine a estas compañías, pero una cosa es decirlo y otra la realidad. La industria automotriz genera millones de empleos directos y secundarios; por ser industria de industrias, muchas otras fábricas dependen de ella para su supervivencia. Un cierre crearía un colapso brutal en una economía estadounidense ya en franco proceso recesivo. Algún tipo de rescate seguramente se armará para evitar el desastre.

La GM manufactura —mediante varias divisiones separadas— conocidas y tradicionales marcas: Opel, Chevrolet, Hummer, Cadillac, Pontiac, Oldsmobile, Buick, Saab, Vauxhall, Holden, Saturn. La GM también controla la Hughes Electronics y un sofisticado sistema de Tv satelital junto con su sistema de distribución en Norteamérica. Sus ventas totales superan la enorme cifra de los 190.000 millones de dólares, monto muy superior al Producto Interno Bruto (PIB) de varios países. Sin ir muy lejos, el volumen de ventas de la General Motors es más de 20 veces el PIB boliviano.

Fundada por William Durant a principios del siglo XX, como fruto de varias fusiones, la GM emergió pronto como un gigante con muchas innovaciones. Empero —al igual que sus competidores menores Ford y Chrysler— fue perdiendo liderazgo y capacidad financiera. Su directorio anunció hace poco que, de no mediar la ayuda prometida desde el Gobierno, pronto dejaría de disponer de flujo de caja para sostener sus operaciones. He aquí el resultado final de años de soberbia y de lamentables descuidos.

Casi con seguridad, el Congreso estadounidense o el propio Poder Ejecutivo harán algo para impedir el hundimiento. Una cosa sí será cierta para el futuro y más allá de la sobrevivencia (o no) de la General Motors: ya no será necesariamente bueno para los Estados Unidos aquello que sea bueno para esta hoy tan atribulada automotriz.

(*) Ex canciller, economista y politólogo

agustinsaavedraweise.com