Producir, anhelo común

image Editorial El Deber.

En una manifestación inédita, la gente laboriosa del agro cruceño le acaba de exigir al Gobierno de Evo Morales que normalice de una vez por todas y de aquí en más la provisión de diésel y que al mismo tiempo encare la reformulación de políticas para el sector que, por incuestionables circunstancias que sería largo puntualizar, es uno de los más importantes del país.



El ‘tractorazo’, nombre que se dio a la manifestación, puesto que puso en marcha a la maquinaria pesada que acompaña al agro, cubrió poco más de 15 kilómetros de carretera, a partir de ese importante centro que es Montero, hasta los pies del monumento al Cristo Redentor. Contó, el ‘tractorazo’, con la solidaria y fraterna presencia de agropecuarios procedentes del occidente del país que, en grados similares, confrontan problemas que por lo tanto se han generalizado a la par que se han convertido en crónicos.

Es difícil de entender el maltrato que desde los niveles del Gobierno se da a sectores diversos de nuestro ordenamiento social. Y más difícil aún es entenderlo cuando está dirigido ese maltrato a los productores, muy en particular de nuestra región, de quienes depende el abastecimiento interno en gran medida y en significativo modo la presencia de Bolivia en los mercados del exterior.

El desabastecimiento de combustibles y las restricciones que pesan sobre las exportaciones dejan la amarga pero inevitable impresión de responder  a una oscura y perversa consigna que no sería otra que la de debilitar el aparato productivo justo cuando encara el reforzamiento de su solidez. ¿Y cuáles las causas? He aquí lo monumental del cuestionamiento.

Con sus actitudes mezquinas y sus políticas que  a la par de perniciosas son inexplicables, el Gobierno está causando alteraciones en los periodos de siembras y de cosechas, lo que determinará no sólo cuantiosas pérdidas materiales sino, lo que es peor, desaliento y abandono. ¿Eso es lo que se busca, con qué fin?

En trance de malograrse o cuando menos sufrir seria merma la productividad, con riesgo cierto igualmente de abrir brechas extremadamente sensibles en nuestras incipientes exportaciones, un peligro más se cierne directamente sobre la cabeza de nosotros los consumidores internos, de todo el país. La escasez de productos se manifestará en nuestros mercados y no sorprenderá que desaparezcan algunos de aquellos de primera necesidad o  que se los encuentre pero a precios inasequibles para las grandes mayorías. Canastos vacíos volviendo a los hogares será la nota dramática en tanto el hambre se generaliza y cobra vidas de seres queridos.

Desde luego que nos espantan estos  presagios que Dios quiera que pasen lejos. Pero más nos espanta pensar que los responsables del desastre que puede llegar, si se golpea de muerte a la productividad, no estén ya en la escena para dar la cara y responder por sus errores cometidos con persistente soberbia y ensimismamiento.

  Tres en Uno  

El previsible respaldo

Brincando en un pie y de mejor talante habrá retornado don Evo Morales de una de sus tantas salidas, esta vez desde Brasil, donde acaba de reunirse la ‘cofradía’ todavía no institucionalizada de Unasur. ¿El motivo del contento presidencial?: la ratificación del informe preparado por el ex guerrillero y terrorista argentino Rodolfo Mattarollo, puesto por Unasur, a la cabeza de una ‘comisión de la verdad’, para que investigara e informara sobre los sangrientos sucesos acaecidos en Pando en septiembre pasado.

Era algo muy previsible que no obstante sus vacíos, sus contradicciones y su abierta parcialidad, el ‘informe Mattarollo’ recibiría el ‘okey’ de sus mandantes.

Habrá que sentarse a esperar la búsqueda de la ‘verdad verdadera’ por otros organismos más confiables y respetables para honrar, cuando menos, la memoria de los muertos de aquel trágico episodio en el norte amazónico del país.

No es casual…

Piensa mal y acertarás, dice el refrán que podría aplicarse al desabastecimiento de combustibles en Santa Cruz y a las explicaciones que no explican nada de funcionarios de todo rango del sector hidrocarburífero, incluido el desdén del improvisado ministro del ramo, que no hace mucho pidió a los periodistas locales que no le jorobaran la paciencia con el asunto, porque ‘estaba en campaña’ por la CPE trucha.

Hay nomás gato encerrado en la escasez de gasolina y diésel que no se registra en otras partes del país como en esta región, a la que se trata de ‘sentarle la mano’ para aplacar sus santas rebeldías, que ahora apuntan a un No grandote y contundente en la consulta ciudadana que se avecina.

Metiendo la cuchara

Chile ha echado el grito al cielo por la ¿soberana? decisión de Bolivia de restringir la importación de vehículos usados para evitar, entre otras cosas, el incremento del consumo de combustibles, el caos en la circulación vial en las principales ciudades y la contaminación del medio ambiente en el país. Las autoridades trasandinas han hecho notar que la medida tendrá un impacto negativo sobre el movimiento de $us 300 millones anuales y unos 13.000 empleos en los puertos chilenos de Iquique y Arica de los que la chatarra motorizada parte hacia Bolivia.

“Es un obstáculo a la integración”, ha declarado solemnemente un vocero del Gobierno de Michelle Bachelet, quien, por su lado, asegura que su colega Evo Morales revisará las restricciones impuestas.

¿Se imaginan la reacción chilena si al Gobierno boliviano se le ocurre meter cuchara en asuntos de estricto orden interno? Lo mandarían a vender almanaques…