Los planes de Obama recogen la herencia del ‘new deal’

NUEVA ERA EN LA CASA BLANCA

A la sombra de Roosevelt

En plena recesión, NUEVA ERA EN LA CASA BLANCA



A la sombra de Roosevelt

En plena recesión, los planes de Obama recogen la herencia del ´new deal´

MARC BASSETS  – Hyde Park.

Corresponsal LA VANGUARDIA

LOS CIEN PRIMEROS DÍAS Obama, como Roosevelt, no quiere perder tiempo en el inicio del mandato

MODELO PARA EL PRESIDENTE En los planes económicos y en el talento comunicador, sigue su senda

Hyde Park, un pueblo a orillas del río Hudson, dos horas al norte de Nueva York, queda lejos del ajetreo de Washington, que se prepara para la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Pero quizá existan pocos lugares en Estados Unidos más cercanos al espíritu de la nueva presidencia.

En Hyde Park se encuentra la mansión de Franklin Delano Roosevelt, el presidente que sacó a Estados Unidos de la depresión y ganó la Segunda Guerra Mundial. Aquí está enterrado, aquí tiene su museo y archivo presidencial, poco concurrido pese a que Roosevelt está considerado uno de los grandes presidentes.

Obama ha estudiado a fondo la vida y la obra de F. D. Roosevelt, y ha dejado claro que es una fuente de inspiración. Su plan de estímulo fiscal, que supondrá la inversión pública de medio billón de dólares en la modernización del país, evoca el new deal, la batería de medidas que Roosevelt puso en marcha nada más asumir el poder, el 4 de marzo de 1933.

Y Roosevelt, como Obama, también fue un gran comunicador: utilizó, como nunca había hecho ningún presidente, la radio para dirigirse directamente a los ciudadanos; la radio del nuevo presidente es internet.

Tras casi tres décadas de políticas económicas marcadas por otro gran presidente, Ronald Reagan – políticas que en Europa llamaríamos neoliberales-, los estadounidenses vuelven a buscar el amparo del Estado. En el aire flota una nostalgia rooseveltiana.

Al mismo tiempo, resurge entre los historiadores el debate sobre si fueron las medidas del new deal las que salvaron a Estados Unidos de la depresión o fue la Segunda Guerra Mundial. El debate incide en la presidencia de Obama, que ve en el Estado la solución a la recesión actual.

El historiador Herman Eberhardt ha organizado una exposición sobre los cien primeros días de Roosevelt en Hyde Park, titulada Acción, y acción ahora, una frase del discurso inaugural que hace unos días Obama parafraseó.

"Roosevelt y Obama llegan al cargo en un momento de crisis económica. Las expectativas era grandes entonces y lo son ahora – dice-.Pero la situación en 1933 era mucho peor".

Ahora el paro, tras un año de recesión, es del 7%. En 1933, cuarto año de la gran depresión, rozaba el 25%, y en algunas ciudades alcanzaba el 80%. Cuatro mil bancos habían cerrado y los clientes se quedaron sin ahorros.

Los disturbios sociales se multiplicaban. Intelectuales como Walter Lippman creían que el país necesitaba un dictador. Roosevelt y Adolf Hitler llegaron al poder con poco más de un mes de diferencia.

En su discurso inaugural, Roosevelt pronunció la famosa frase, que la prensa del día siguiente apenas reseñó: "Sólo hay que tener miedo del miedo".

Una semana después hacía su primer discurso radiofónico, las llamadas charlas junto a la chimenea por su carácter familiar. "Juntos, no podemos fracasar", dijo. Yes, we can. Hay ecos de estas charlas en los discursos semanales de Obama por YouTube.

"La gente había perdido la confianza y vivía en un estado de miedo, y Roosevelt empezó a actuar nada más llegar al poder. Proyectó una sensación de confianza, de que si nos uníamos podíamos afrontar los problemas", dice Eberhardt.

Roosevelt está en el origen de la idea de evaluar los cien primeros días de un presidente, recuerda el historiador. Ninguno había desplegado tanta actividad legislativa en los primeros meses del mandato.

Entre el 4 de marzo y el 16 de julio, cuando se marchó de vacaciones, reformó el sistema financiero, garantizó los depósitos bancarios, limitó la producción agrícola para que subiesen los precios, ayudó a los propietarios incapaces de pagar la hipoteca y puso a miles de parados a trabajar en obras públicas.

Los críticos dicen a Obama que Roosevelt agravó la crisis

Tampoco Obama quiere perder ni un minuto una vez en la Casa Blanca. De hecho, las negociaciones en el Congreso para adoptar el plan de estímulo ya han comenzado. ¿Funcionará?

Los críticos de Roosevelt dudan de que el new deal sirviese para sacar a Estados Unidos de la depresión. Algunos incluso opinan que la agravó. "Sencillamente: el programa no funcionó", advierte el historiador Burt Folsom, que acaba de publicar un ensayo crítico con Roosevelt. "Cuando subes los impuestos, no hay incentivos para invertir. Por eso sería muy peligroso que Obama intentase imitar a Roosevelt".

Folsom, como otros historiadores y economistas, argumenta que en 1938, cinco años después, la tasa de paro superaba el 17%, y el país estaba en recesión. Sólo la economía de guerra sacó al país del pozo.

A la salida de la exposición sobre los cien primeros días de Roosevelt, en Hyde Park, hay una libreta donde los visitantes anotan sus impresiones.

Herman Eberhardt explica que, cuando hace un año se abrió la exposición, los comentarios habituales eran: "Qué suerte que aquello sea tan distante". La recesión acababa de empezar y muchos aún no la notaban.

Ahora los comentarios son más graves. La gran depresión ya no queda tan lejos. "Me recuerda al periodo que vivimos ahora – ha escrito un visitante-.Esperemos que Barack Obama pueda lograr cosas increíbles para nuestra economía". Otro va más allá: "Obama nos liderará en el camino hacia un mundo nuevo".

Obama imita a Lincoln y culmina su ´viaje improbable´ en un viejo vagón

La revolución sin fin

MARC BASSETS  – Hyde Park.

Corresponsal LA VANGUARDIA

UN PAÍS EN CONSTRUCCIÓN "La revolución sigue librándose en la mente y el corazón de la gente"

FRENTE A LAS CRISIS PRESENTES "Necesitamos una nueva declaración de independencia"

La idea de que Estados Unidos es un país todavía en construcción, sumido en una batalla permanente para modelar un futuro no escrito, resonó ayer con fuerza en Filadelfia, cuna de la democracia norteamericana, donde Barack Obama emprendió la última etapa del viaje que le llevará a la Casa Blanca.

Obama, retomando una tradición que inició Abraham Lincoln en 1861, se subió a un viejo vagón de ferrocarril y, acompañado de su familia, amigos y periodistas, viajó a Washington, en un trayecto lento y con varias escalas.

"La revolución americana no terminó cuando las pistolas británicas callaron. Nunca fue algo que pudiese ganarse sólo en el campo de batalla o completarse en los documentos de los padres fundadores. No fue simplemente una lucha para liberarse del imperio y declarar la independencia", dijo Obama en un breve discurso.

"La revolución americana era, y sigue siendo, una lucha que todavía se está librando en la mente y el corazón de la gente para estar a la altura del credo fundador", añadió.

En el tren viajaban Barack Obama, que el martes se convertirá en el 44. º presidente de Estados Unidos, su esposa, Michelle, que cumplía 45 años, sus hijas, el vicepresidente Joe Biden y un puñado de amigos y periodistas.

Pocos países viven con tanta devoción la historia como los jóvenes Estados Unidos de América. Obama no es una excepción. El viaje en tren conectaba, primero, con Lincoln, que es, junto a Roosevelt, uno de sus modelos: hijo de una familia sin recursos, procedente de Illinois, abogado, alejado de las estructuras de poder su partido, artífice del fin de la esclavitud… Las similitudes saltan a la vista.

Los Obama se mudaron a Washington a principios de mes, pero recorrer el último tramo simbólico en tren – seis horas o más, pese a que el recorrido sólo era de 220 kilómetros-rubricaba uno de los motivos recurrentes del relato electoral del nuevo presidente: el del viaje improbable a la Casa Blanca de un afroamericano desconocido hasta hace cuatro años.

Obama hereda de George W. Bush dos guerras inconclusas y una país con una de las peores recesiones de las últimas décadas.

"Aunque nuestros problemas sean nuevos, lo que necesitamos para superarlos no lo es. Necesitamos la misma perseverancia e idealismo que mostraron nuestros fundadores. Lo que necesitamos es una nueva declaración de independencia, no sólo en nuestra nación sino en nuestras vidas: de la ideología y el pensamiento corto de miras, del prejuicio y el fanatismo", dijo.

Grandilocuencia en las palabras y los gestos, a la altura de la liturgia de un traspaso de poderes especial: en el país del esclavismo y la segregación, un afroamericano está a punto de ser presidente. El espectáculo de la investidura ya ha comenzado.

NUEVA ERA EN LA CASA BLANCA

Obama se muda a una mansión construida a finales del siglo XVIII con mano de obra esclava

Una casa con cimientos racistas

EUSEBIO VAL  – Washington.

Corresponsal LA VANGUARDIA

ATRACCIÓN Los turistas siguen posando ante la verja, pero visitar la mansión es difícil

SALA POLIVALENTE Bush se despidió del país en la sala este, donde velaron a Lincoln y Kennedy

La Casa Blanca, una imagen universal de la democracia estadounidense, esconde en sus cimientos el mismo pecado original, muy grave, con que nació la república: la esclavitud. La mansión presidencial fue construida entre 1792 y 1800 con ayuda de mano de obra negra esclavizada, además de hombres de color libres e inmigrantes europeos recién llegados. Estos orígenes agrandan aún más el simbolismo de la llegada de Barack Obama y de su familia – su esposa, Michelle, tiene antepasados esclavos-a un pináculo de poder que parecía inalcanzable para un sector de la población.

La sede ejecutiva ocupa un lugar central en Washington y sigue siendo un imán para turistas que no resisten a la tentación de fotografiarse frente a su verja. Uno casi puede tocar los espectaculares robles centenarios de sus jardines y acariciar las ardillas que corretean por el césped.

A diferencia de otras sedes ejecutivas, antiguas y modernas – como los palacios del Kremlin o la faraónica nueva Cancillería berlinesa-, la Casa Blanca y su recinto son bastante discretos. Durante muchos años tuvo un acceso fácil para el público. Desgraciadamente, el atentado de Oklahoma City, en 1995, y el 11-S, el 2001, restringieron mucho la posibilidad de visitar la Casa Blanca al ciudadano de a pie. La avenida Pensilvania se cortó al tráfico y la mansión en sí sólo se puede visitar con cita concertada de antemano y por invitación de congresistas. Ya no hay recorridos para turistas.

Los 5.100 metros cuadrados habitables se distribuyen en 132 estancias y 35 baños. A lo largo de más de dos siglos, ha experimentado múltiples ampliaciones. Su existencia ha sido tan azarosa como la del país. Los hechos más dramáticos se produjeron en 1814, durante la guerra contra los británicos. Estos entraron en Washington, lo saquearon y prendieron fuego a los principales edificios oficiales, incluidos la Casa Blanca, el Capitolio y los departamentos del Tesoro y de la Guerra. Sólo la lluvia evitó la destrucción total por el fuego.

John Adams, el segundo presidente, fue quien estrenó la Casa Blanca, en 1800. La capital estadounidense se había mudado desde Filadelfia. El diseño de la vivienda del presidente corrió a cargo de un arquitecto de origen irlandés, James Hoban. A partir de 1811 se llamó oficialmente Casa Blanca. Theodore Roosevelt inauguró el ala oeste en 1901 y el presidente William Taft se sentó por primera vez en el despacho Oval en 1909, aunque en una ubicación distinta de la actual.

Harry Truman y John F. Kennedy hicieron importantes renovaciones de diseño y mobiliario. Desde entonces ha habido escasos cambios, salvo en la planta superior, de uso privado de la familia presidencial: cada inquilino la ha adaptado a sus gustos y necesidades.

Algunas salas han tenido usos polivalentes, como la sala este. Se diseñó como lugar de audiencia pública, pero la esposa de John Adams, Abigail, la utilizó para tender la ropa. Años después fue testigo de conciertos y recepciones y de los velatorios de siete presidentes, entre ellos Abraham Lincoln y John F. Kennedy. George W. Bush escogió el jueves pasado la sala este, en lugar del despacho Oval, para rodearse de un selecto grupo de invitados y dirigir su último mensaje a la nación como presidente.

MARC BASSETS  – Hyde Park.

Corresponsal LA VANGUARDIA

LOS CIEN PRIMEROS DÍAS Obama, como Roosevelt, no quiere perder tiempo en el inicio del mandato

MODELO PARA EL PRESIDENTE En los planes económicos y en el talento comunicador, sigue su senda

Hyde Park, un pueblo a orillas del río Hudson, dos horas al norte de Nueva York, queda lejos del ajetreo de Washington, que se prepara para la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Pero quizá existan pocos lugares en Estados Unidos más cercanos al espíritu de la nueva presidencia.

En Hyde Park se encuentra la mansión de Franklin Delano Roosevelt, el presidente que sacó a Estados Unidos de la depresión y ganó la Segunda Guerra Mundial. Aquí está enterrado, aquí tiene su museo y archivo presidencial, poco concurrido pese a que Roosevelt está considerado uno de los grandes presidentes.

Obama ha estudiado a fondo la vida y la obra de F. D. Roosevelt, y ha dejado claro que es una fuente de inspiración. Su plan de estímulo fiscal, que supondrá la inversión pública de medio billón de dólares en la modernización del país, evoca el new deal,la batería de medidas que Roosevelt puso en marcha nada más asumir el poder, el 4 de marzo de 1933.

Y Roosevelt, como Obama, también fue un gran comunicador: utilizó, como nunca había hecho ningún presidente, la radio para dirigirse directamente a los ciudadanos; la radio del nuevo presidente es internet.

Tras casi tres décadas de políticas económicas marcadas por otro gran presidente, Ronald Reagan – políticas que en Europa llamaríamos neoliberales-,los estadounidenses vuelven a buscar el amparo del Estado. En el aire flota una nostalgia rooseveltiana.

Al mismo tiempo, resurge entre los historiadores el debate sobre si fueron las medidas del new deal las que salvaron a Estados Unidos de la depresión o fue la Segunda Guerra Mundial. El debate incide en la presidencia de Obama, que ve en el Estado la solución a la recesión actual.

El historiador Herman Eberhardt ha organizado una exposición sobre los cien primeros días de Roosevelt en Hyde Park, titulada Acción, y acción ahora, una frase del discurso inaugural que hace unos días Obama parafraseó.

"Roosevelt y Obama llegan al cargo en un momento de crisis económica. Las expectativas era grandes entonces y lo son ahora – dice-.Pero la situación en 1933 era mucho peor".

Ahora el paro, tras un año de recesión, es del 7%. En 1933, cuarto año de la gran depresión, rozaba el 25%, y en algunas ciudades alcanzaba el 80%. Cuatro mil bancos habían cerrado y los clientes se quedaron sin ahorros.

Los disturbios sociales se multiplicaban. Intelectuales como Walter Lippman creían que el país necesitaba un dictador. Roosevelt y Adolf Hitler llegaron al poder con poco más de un mes de diferencia.

En su discurso inaugural, Roosevelt pronunció la famosa frase, que la prensa del día siguiente apenas reseñó: "Sólo hay que tener miedo del miedo".

Una semana después hacía su primer discurso radiofónico, las llamadas charlas junto a la chimenea por su carácter familiar. "Juntos, no podemos fracasar", dijo. Yes, we can. Hay ecos de estas charlas en los discursos semanales de Obama por YouTube.

"La gente había perdido la confianza y vivía en un estado de miedo, y Roosevelt empezó a actuar nada más llegar al poder. Proyectó una sensación de confianza, de que si nos uníamos podíamos afrontar los problemas", dice Eberhardt.

Roosevelt está en el origen de la idea de evaluar los cien primeros días de un presidente, recuerda el historiador. Ninguno había desplegado tanta actividad legislativa en los primeros meses del mandato.

Entre el 4 de marzo y el 16 de julio, cuando se marchó de vacaciones, reformó el sistema financiero, garantizó los depósitos bancarios, limitó la producción agrícola para que subiesen los precios, ayudó a los propietarios incapaces de pagar la hipoteca y puso a miles de parados a trabajar en obras públicas.

Los críticos dicen a Obama que Roosevelt agravó la crisis

Tampoco Obama quiere perder ni un minuto una vez en la Casa Blanca. De hecho, las negociaciones en el Congreso para adoptar el plan de estímulo ya han comenzado. ¿Funcionará?

Los críticos de Roosevelt dudan de que el new deal sirviese para sacar a Estados Unidos de la depresión. Algunos incluso opinan que la agravó. "Sencillamente: el programa no funcionó", advierte el historiador Burt Folsom, que acaba de publicar un ensayo crítico con Roosevelt. "Cuando subes los impuestos, no hay incentivos para invertir. Por eso sería muy peligroso que Obama intentase imitar a Roosevelt".

Folsom, como otros historiadores y economistas, argumenta que en 1938, cinco años después, la tasa de paro superaba el 17%, y el país estaba en recesión. Sólo la economía de guerra sacó al país del pozo.

A la salida de la exposición sobre los cien primeros días de Roosevelt, en Hyde Park, hay una libreta donde los visitantes anotan sus impresiones.

Herman Eberhardt explica que, cuando hace un año se abrió la exposición, los comentarios habituales eran: "Qué suerte que aquello sea tan distante". La recesión acababa de empezar y muchos aún no la notaban.

Ahora los comentarios son más graves. La gran depresión ya no queda tan lejos. "Me recuerda al periodo que vivimos ahora – ha escrito un visitante-.Esperemos que Barack Obama pueda lograr cosas increíbles para nuestra economía". Otro va más allá: "Obama nos liderará en el camino hacia un mundo nuevo".

Obama imita a Lincoln y culmina su ´viaje improbable´ en un viejo vagón

La revolución sin fin

MARC BASSETS  – Hyde Park.

Corresponsal LA VANGUARDIA

UN PAÍS EN CONSTRUCCIÓN "La revolución sigue librándose en la mente y el corazón de la gente"

FRENTE A LAS CRISIS PRESENTES "Necesitamos una nueva declaración de independencia"

La idea de que Estados Unidos es un país todavía en construcción, sumido en una batalla permanente para modelar un futuro no escrito, resonó ayer con fuerza en Filadelfia, cuna de la democracia norteamericana, donde Barack Obama emprendió la última etapa del viaje que le llevará a la Casa Blanca.

Obama, retomando una tradición que inició Abraham Lincoln en 1861, se subió a un viejo vagón de ferrocarril y, acompañado de su familia, amigos y periodistas, viajó a Washington, en un trayecto lento y con varias escalas.

"La revolución americana no terminó cuando las pistolas británicas callaron. Nunca fue algo que pudiese ganarse sólo en el campo de batalla o completarse en los documentos de los padres fundadores. No fue simplemente una lucha para liberarse del imperio y declarar la independencia", dijo Obama en un breve discurso.

"La revolución americana era, y sigue siendo, una lucha que todavía se está librando en la mente y el corazón de la gente para estar a la altura del credo fundador", añadió.

En el tren viajaban Barack Obama, que el martes se convertirá en el 44. º presidente de Estados Unidos, su esposa, Michelle, que cumplía 45 años, sus hijas, el vicepresidente Joe Biden y un puñado de amigos y periodistas.

Pocos países viven con tanta devoción la historia como los jóvenes Estados Unidos de América. Obama no es una excepción. El viaje en tren conectaba, primero, con Lincoln, que es, junto a Roosevelt, uno de sus modelos: hijo de una familia sin recursos, procedente de Illinois, abogado, alejado de las estructuras de poder su partido, artífice del fin de la esclavitud… Las similitudes saltan a la vista.

Los Obama se mudaron a Washington a principios de mes, pero recorrer el último tramo simbólico en tren – seis horas o más, pese a que el recorrido sólo era de 220 kilómetros-rubricaba uno de los motivos recurrentes del relato electoral del nuevo presidente: el del viaje improbable a la Casa Blanca de un afroamericano desconocido hasta hace cuatro años.

Obama hereda de George W. Bush dos guerras inconclusas y una país con una de las peores recesiones de las últimas décadas.

"Aunque nuestros problemas sean nuevos, lo que necesitamos para superarlos no lo es. Necesitamos la misma perseverancia e idealismo que mostraron nuestros fundadores. Lo que necesitamos es una nueva declaración de independencia, no sólo en nuestra nación sino en nuestras vidas: de la ideología y el pensamiento corto de miras, del prejuicio y el fanatismo", dijo.

Grandilocuencia en las palabras y los gestos, a la altura de la liturgia de un traspaso de poderes especial: en el país del esclavismo y la segregación, un afroamericano está a punto de ser presidente. El espectáculo de la investidura ya ha comenzado.

NUEVA ERA EN LA CASA BLANCA

Obama se muda a una mansión construida a finales del siglo XVIII con mano de obra esclava

Una casa con cimientos racistas

EUSEBIO VAL  – Washington.

Corresponsal LA VANGUARDIA

ATRACCIÓN Los turistas siguen posando ante la verja, pero visitar la mansión es difícil

SALA POLIVALENTE Bush se despidió del país en la sala este, donde velaron a Lincoln y Kennedy

La Casa Blanca, una imagen universal de la democracia estadounidense, esconde en sus cimientos el mismo pecado original, muy grave, con que nació la república: la esclavitud. La mansión presidencial fue construida entre 1792 y 1800 con ayuda de mano de obra negra esclavizada, además de hombres de color libres e inmigrantes europeos recién llegados. Estos orígenes agrandan aún más el simbolismo de la llegada de Barack Obama y de su familia – su esposa, Michelle, tiene antepasados esclavos-a un pináculo de poder que parecía inalcanzable para un sector de la población.

La sede ejecutiva ocupa un lugar central en Washington y sigue siendo un imán para turistas que no resisten a la tentación de fotografiarse frente a su verja. Uno casi puede tocar los espectaculares robles centenarios de sus jardines y acariciar las ardillas que corretean por el césped.

A diferencia de otras sedes ejecutivas, antiguas y modernas – como los palacios del Kremlin o la faraónica nueva Cancillería berlinesa-, la Casa Blanca y su recinto son bastante discretos. Durante muchos años tuvo un acceso fácil para el público. Desgraciadamente, el atentado de Oklahoma City, en 1995, y el 11-S, el 2001, restringieron mucho la posibilidad de visitar la Casa Blanca al ciudadano de a pie. La avenida Pensilvania se cortó al tráfico y la mansión en sí sólo se puede visitar con cita concertada de antemano y por invitación de congresistas. Ya no hay recorridos para turistas.

Los 5.100 metros cuadrados habitables se distribuyen en 132 estancias y 35 baños. A lo largo de más de dos siglos, ha experimentado múltiples ampliaciones. Su existencia ha sido tan azarosa como la del país. Los hechos más dramáticos se produjeron en 1814, durante la guerra contra los británicos. Estos entraron en Washington, lo saquearon y prendieron fuego a los principales edificios oficiales, incluidos la Casa Blanca, el Capitolio y los departamentos del Tesoro y de la Guerra. Sólo la lluvia evitó la destrucción total por el fuego.

John Adams, el segundo presidente, fue quien estrenó la Casa Blanca, en 1800. La capital estadounidense se había mudado desde Filadelfia. El diseño de la vivienda del presidente corrió a cargo de un arquitecto de origen irlandés, James Hoban. A partir de 1811 se llamó oficialmente Casa Blanca. Theodore Roosevelt inauguró el ala oeste en 1901 y el presidente William Taft se sentó por primera vez en el despacho Oval en 1909, aunque en una ubicación distinta de la actual.

Harry Truman y John F. Kennedy hicieron importantes renovaciones de diseño y mobiliario. Desde entonces ha habido escasos cambios, salvo en la planta superior, de uso privado de la familia presidencial: cada inquilino la ha adaptado a sus gustos y necesidades.

Algunas salas han tenido usos polivalentes, como la sala este. Se diseñó como lugar de audiencia pública, pero la esposa de John Adams, Abigail, la utilizó para tender la ropa. Años después fue testigo de conciertos y recepciones y de los velatorios de siete presidentes, entre ellos Abraham Lincoln y John F. Kennedy. George W. Bush escogió el jueves pasado la sala este, en lugar del despacho Oval, para rodearse de un selecto grupo de invitados y dirigir su último mensaje a la nación como presidente.