Todo vale por el Sí

Pero hemos de poner en duda la consistencia de propuestas que se apoyan en bases que poco tiempo atrás escarnecieron…

La Prensa. Editorial.

Si no de palabra, al menos de hecho o mediante indisimulados malos modos, la gente del Gobierno nacional, encabezada por el presidente Evo Morales, siguió los detalles de esa manifestación autonomista que congregó a un millón de personas plenas de fervor y voluntad, en la pública zona del Cristo Redentor de Santa Cruz. Poca o ninguna gracia causó en los círculos del poder ese primer grito autonómico que repercutió desde las cálidas llanuras y que tuvo eco —se dejó sentir claramente— en otras regiones de la diversa geografía boliviana, hasta transformarlo en anhelo nacional.



Y ahora resulta que, cual si aquella manifestación del millón de almas hubiese sido instrumentada o al menos estimulada, alentada por los dueños del poder, la están utilizando con sorprendente descaro, con marcada frivolidad, en el afán, tan seriamente discutido, de alcanzar el Sí ciudadano en beneficio de la nueva Constitución Política del Estado, que es prácticamente la carta a que se juega el régimen.

Abrumadora publicidad, más intensa en el oriente, y particularmente en Santa Cruz de la Sierra, respalda el Sí en pro de la nueva CPE. Y, como lo anotamos líneas arriba, el grueso de tal publicidad parte de la concentración del Cristo Redentor que movilizó a un millón de personas, según estimaron los medios, entre oriundos y gente que, llegada de todas partes, del interior y exterior del

país, se identifica ya con sus más caros anhelos autonomistas expuestos de cara al sol, cual corresponde a seres humanos que a la hora de jugarse no retroceden ni presentan dobleces que muevan a las dudas.

Maliciosa es lo menos que puede decirse de esa campaña por el Sí a la nueva Constitución porque parte de modo evidente de un leal acontecimiento cívico que nunca tuvo la simpatía y menos la adhesión de los dueños del poder y sí más bien el remilgo, el reparo, el rechazo propiamente, de los que hoy lo están usando como caballito de batalla, sin que deje de ser burda maniobra politiquera.

No pretendemos negar a nadie el derecho a promover sus programas, sus planes o hacer publicidad para imponer lo que genera en procura, a su aparente modo, del bien común. Pero con intransigencia, y mientras las libertades no sean abiertamente suprimidas o resistidas, hemos de poner en duda la consistencia de propuestas que se apoyan en bases que poco tiempo atrás escarnecieron los mismos proponentes de hoy, o cuando menos, les hicieron malas caras y blanco sobrentendido y patético del desahucio.

De todas maneras, algo de auspicioso hay en torno del anhelo autonomista que tuvo su vigorosa clarinada en las feraces llanuras orientales. Si con sentido patriótico genuino y de buena fe, asimismo, se examinan los programas autonómicos, creemos que se puede encontrar la base, el camino más bien, para empujarlos del mismo lado y hacer que se instalen en metas sólidas y seguras.