Roger Cohen – THE NEW YORK TIMES – Viernes 9 de enero de 2009
NUEVA YORK.- Tuve un sueño: estudiantes árabes-israelíes, enfurecidos por la guerra en Gaza, protestaban en la Universidad de Jerusalén. Se suscitó entonces una manifestación de oposición de estudiantes judíos. Cuando el jefe de seguridad de la universidad, un sobreviviente del Holocausto, intentó intervenir, los árabes lo tildaron de nazi.
En realidad, no lo soñé. Shlomo Avineri, politólogo de la universidad, relató el incidente. Pero los sueños nos hieren hasta lo más vivo. No tiene sentido negar que existe una suerte de nexo que va de las docenas de personas muertas a consecuencia del bombardeo israelí contra una escuela de la ONU en Gaza hasta la nabqa palestina de 1948 y el Berlín de 1945.
La historia es implacable. A veces su destructiva rotación puede detenerse: Francia y Alemania se liberaron, después de 1945, del ciclo de la guerra. Lo mismo ocurrió en el caso de Polonia y Alemania. China y Japón no se quieren demasiado, pero hacen negocios. Sólo en Medio Oriente gobiernan los muertos. Su exigencia de sangre parece inagotable. Sus tumbas no se aquietan.
Nunca me he sentido tan descorazonado respecto de Israel, tan avergonzado por sus acciones, tan pesimista respecto de algún tipo de paz que pueda acabar con el dominio de los muertos y dar una oportunidad a los vivos.
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Más que sueños, he tenido pesadillas. No alcanzo a distinguir ninguna perspectiva en la que una victoria táctica a corto plazo de Israel sobre Hamas no sea abrumada por el costo estratégico a largo plazo de esta guerra. Pero antes de abocarme a eso, permítanme volver por un momento a la protesta de los estudiantes árabes-israelíes.
Hay alrededor de 1,3 millones de ciudadanos árabes en Israel, un poco menos del 20% de la población. Sus lealtades están divididas, pero nunca antes habían protestado tan enérgicamente. Eso sirve para evaluar con justicia la virulencia del sentimiento árabe.
El presidente Bashar al-Assad, de Siria, ha dicho que Gaza es "un campo de concentración". Estas alusiones al nazismo son odiosas; una minoría judía en cualquier Estado árabe del tamaño de la minoría árabe de Israel es inimaginable.
Israel sigue siendo una pequeña isla de democracia relativamente liberal en un represivo mar árabe. Pero se está "guetizando". La cerca construida para aislar a Cisjordania y el casi hermético precinto con que se ha sitiado a Gaza son intentos de dejar afuera la realidad.
Los palestinos se han convertido en una abstracción difusa para la gran cantidad de israelíes que está fuera del alcance de los cohetes de Hamas: ojos que no ven, corazón que no siente. De manera vergonzosa, Israel ha impedido a los periodistas internacionales el acceso a Gaza.
En este contexto, los alucinógenos pedidos de primer ministro Ehud Olmert a los palestinos comunes de Gaza, instándolos a darse cuenta de que Hamas es el enemigo común, se tornan más comprensibles.
Tzipi Livni, la canciller, que desprecia cordialmente a Olmert, ha hablado mientras tanto de cambiar la "ecuación" en Gaza. El único cambio de la ecuación que yo veo con el correr del tiempo es un odio más profundo por Israel en Gaza.
En cuanto a Ehud Barak, la tercera boca de la troika israelí que hace declaraciones, su discurso como ministro de Defensa tiene sin duda relación con su intento de ampliar su aceptación entre los israelíes que lo ven demasiado pacífico. El entrelineado de manipulación política previo a las elecciones del 10 de febrero ha sido uno de los aspectos más repulsivos de la matanza de Gaza.
El heroico relato israelí ha seguido su curso. Pero ¿qué pasa con los intolerables cohetes de Hamas contra Sderot, con el perverso lenguaje de aniquilación de la Constitución de Hamas? Sí, es necesario darle una respuesta a Hamas, pero ésta es la respuesta equivocada. Israel tiene derecho a responder al ataque de Hamas con otro ataque? pero no de hacer volar en pedazos a Gaza. Lo que no tiene es el derecho a engañar a su pueblo instándolo a pensar que se puede lograr la paz sin tener en cuenta las arraigadas realidades encarnadas por Hamas y Hezbollah.
Tuve otro sueño: soñé que los árabes-israelíes, necesitados de dinero, construían refugios antibombas para los judíos de Sderot. Como mi primer sueño, demostró ser real. El dinero todavía tiene la palabra en Medio Oriente. Lamentablemente, la voz de los muertos es más audible.