Santos, el Alcapone boliviano, dejó la pose del puño amenazante, ahora, preso, recurre a Dios.
En su mala hora, no suelta el libro «Conversaciones con Dios». Si lo habría leído antes, ¿ habría sido capaz de semejantes fechorías ?…
Los masistas no se destacan precisamente por su religiosidad pero al parecer existen golpes en la vida que ocasionan repentinos arranques místicos. Se comenta que Santos Ramírez ha sufrido uno de esos súbitos ataques y que durante su detención en la Felcc, se lo observaba en actitudes de profundo recogimiento.
Es más, durante su encierro que muchos aseguran será algo prolongado, se ha dado a la lectura del libro “Conversaciones con Dios” del escritor norteamericano Neale Donald Walsch en el que el autor, a lo largo de tres tomos hace diferentes disquisiciones acerca de la relación entre Dios y el hombre.
Walsch asegura que el autor de dichos libros es el propio Dios quien guió su mano y finalmente esta obra se plasmó mediante una especie de “escritura automática”.
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Ciertamente se trata de una lectura impensada para lo que podría considerarse el perfil típico del masista, pero parece que cuando se pasa de las maduras a las más duras se operan ciertos mecanismos que activan el misticismo en determinadas personas, así sea de alguien considerado el ideólogo del MAS. Este hombre que a la hora de hacerse del poder político y económico no mostró escrúpulo espiritual ni moral alguno.
Sin embargo algunos de los allegados a Santos aseguran que resulta erróneo el considerarlo un ateo rematado cuya cosmovisión se circunscribe por razones políticas a la pachamama y a los achachilas andinos.
Es más, aseguran que Santos, desde chiquito tuvo esos arrebatos místicos y que era normal verlo sumido en profundas meditaciones. Ya por esas épocas no faltó alguien que asegurara que Santos sería en el futuro un gran hijo de Buda.
Sin embargo, lo que se perfilaba como una prometedora carrera al servicio de profundas convicciones religiosas se vio truncada por un fortuito encuentro con un grupo de individuos prosaicos e inquisidores conocidos por el nombre genérico de “ revolucionarios masistas” y que congregaba a una multitud de personajes de la más diversa laya que solo tenían como elemento común su espíritu iconoclasta.
Se dice que desde esa época perdió totalmente sus inclinaciones espirituales y comenzó a tomar un más que preocupante interés por cosas más terrenales, es decir los negocios, no importa si lícitos o ilícitos y a frecuentar lugares non sanctos en compañía de personas de las que cualquier individuo medianamente sensato tomaría prudente distancia como Gustavo Torrico. (a propósito, ahora calladito, seguramente está rezando para que no investiguen su asociación con la fundación Khantati, otro palo blanco del clan Ramírez y sus cuñados).
En esa su cuesta abajo, Santos no dudó en vincularse a un par de familias cuyos miembros no tardaron mucho en agenciarse buenas pegas y empresas fantasmas a su amparo y que, además, terminaron de arrastrarlo a realizar negocios más que turbios, ¿o fue al revés?.
Sin embargo dicen que en los últimos días Santos, al influjo de la buena lectura, está retomando su perdida espiritualidad y se ha mostrado dispuesto a corregir sus pasados desatinos, comenzando por un matrimonio en el que fue sorprendido en su buena fe.
No obstante muchos consideran que ya es tarde y que Santos ha caído irremediablemente en las garras de ese reprochable vicio llamado angurria (de plata y poder) y que no tiene posibilidad alguna de redimirse en esta ni en la otra vida.