El Estado ‘plurinacional, socialista y comunitario’, emerge en Bolivia a partir de la Nueva C.P.E, un estatuto social ‘racista’ e ‘indigenista’, cuyo carácter se funda conceptualmente en la confusa pregunta onegista sobre la autoidentificación étnica del Censo del 2001 y la amañada interpretación, en sentido que el 60% de los bolivianos se declararon ligados ancestralmente con algún pueblo o cultura indígena. La Constitución asume, además, que la ‘cultura’ es un insoslayable destino que obliga a los bolivianos a dividirse por su bien según la etnia con la que creen identificarse.
La estrategia masista de utilizar ciudadanos de la ‘Nación Aymara’ y de la ‘Nación Quechua’ para crear una mayoría electoral que les garantice un poder totalitario, indigenista y hegemónico conducido por un gobierno de iluminados, empieza a dar resultados. Aunque a futuro, no queda claro cuál será el organismo gubernamental que deberá definir la clasificación racial para el doble voto, es decir, para calificar como elector indígena y votar tanto en la circunscripción ‘especial’ como en la ‘ordinaria’.
La Nueva C.P.E., desconociendo que toda cultura es básicamente pluricultural, es decir, se ha ido formando y se sigue formando, a partir de los contactos entre distintas comunidades que aportan sus modos de pensar, sentir y actuar, en evidente interés político, ignora la existente mezcla cultural, es decir, a los ‘mestizos’, a los que califica como ‘interculturales; un fuero o categoría discriminatorio frente a los ‘pueblos indígena originario campesinos’. Entonces, quien quiera privilegios, será mejor que la piense dos veces antes de quedarse como ‘intercultural’ y caer en la trampa de los ideólogos del MAS.
Ante esta realidad los habitantes del Oriente, herederos de raza y cultura, no pueden dejar que le destruyan su ‘conciencia de pertenencia’. No deben continuar pasivos frente a la hostilidad intercultural, fomentada por políticas de diferenciación racial desde el gobierno. Es de ingenuos pretender aminorar la arremetida, con actitudes sumisas o con negociaciones de velados intereses, cuando el gobierno tiene la visión de crear un nuevo Bloque Histórico que, al modo gramsciano, impulse un sistema hegemónico que contempla el sometimiento de los pueblos orientales. ¿O no empezó con Pando?
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Los ciudadanos del Oriente, si es que desean pervivir evitando perder su visión de vida, su tierra y territorio, deben considerar los peligros que implica la ‘interculturalidad’ y asumir su defensa. Para ello, basados en los Arts. 2, 3, 5, 21, 30 y 190 de la Nueva C.P.E, deben organizarse y conformar la NACIÓN DE LOS PUEBLOS DEL ORIENTE, identificándose y reclamándose pertenecientes a culturas ancestrales poseedoras de identidad, creencias, costumbres y visión de país. Una armazón institucional con base en su gobierno autonómico y ámbito cultural, que exija su libre determinación y territorialidad.