El PRI, con maquillaje socialdemócrata

El PRI se levanta de la lona con maquillaje socialdemócrata. La Vanguardia.

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Enrique Peña Nieto, gobernador del estado de México, con su novia la actriz Angélica Rivera. Televisa



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Joaquim Ibarz

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El Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaba en la lona, fulminado por una derrota que parecía mortal. Tras las elecciones presidenciales del año 2000, que ganó Vicente Fox, todo el mundo daba por muerto y enterrado al antiguo partido de Estado. Sin embargo, en este mes de marzo llega a los 80 años de su fundación como la fuerza política más fuerte de México. Las encuestas más serias (Consulta Mitofsky y María de las Heras) coinciden en que está en inmejorable posición para recuperar la mayoría en la Cámara de Diputados en las legislativas del próximo 5 de julio y, tres años después, ganar las elecciones presidenciales.

¿Qué significa que en su 80 aniversario el viejo partido corporativista esté de nuevo en el umbral del poder? El analista Ricardo Alemán señala que el PRI puede ganar las próximas elecciones porque es más que siglas y colores patrios. El PRI, dice, es una cultura nacional que colonizó todo el sistema de partidos con lo más cuestionable de sus prácticas antidemocráticas.

"El PRI es el único que sin pleitos practica pinceladas de democracia interna. No se divide, no pelea, no da espectáculos por luchas internas de poder; tampoco toma carreteras, ni asalta tribunas, no ocupa por la fuerza el paseo de la Reforma y la plaza del Zócalo. No insulta al presidente Calderón, ni se niega al diálogo. Para una mayoría, es símbolo de estabilidad", escribe Alemán en el diario "El Universal". Agrega el comentarista que, en contra de lo que se creía hace 10 años, "el PRI representa la estabilidad política, económica; la gobernabilidad, las reformas, la seguridad…".

El PRI, símbolo de estabilidad y corrupción

Hay que tener presente que durante 73 años el PRI ha sido símbolo de corrupción, trampa, engaño, fraude y mil trapisondas más. Por ello, a muchos mexicanos les revuelve el estómago que sea el favorito para ganar los comicios que renovarán la totalidad de la Cámara de Diputados. El PRI celebró su 80 aniversario preparando su regreso a la residencia presidencial de Los Pinos. Los sondeos de opinión, los medios, los especialistas, parecen estar convencidos de que así será. Pero los antecedentes evidencian que a veces los pronósticos no se cumplen. Un año antes de las elecciones de 2006, el populista Andrés Manuel López Obrador parecía seguro ganador de la presidencia; en 2004, el PRI logró en el estado de México el 50% de la votación y sus posibilidades de victoria parecían crecer en forma geométrica. Pese a los pronósticos, en 2006 ganó Felipe Calderón, candidato del conservador Partido de Acción Nacional (PAN). López Obrador, abanderado del Partido de la Revolución Democrática (PRD), sufrió una derrota por estrecho margen que aún ahora se niega a aceptar; Roberto Madrazo, candidato del PRI, registró los peores resultados en toda la larga historia del partido.

Al cabo de siete décadas de monopolizar el poder, los analistas sentenciaron la muerte del dinosaurio tras la derrota en las presidenciales del 2000. Incluso se anunciaba su práctica desaparición.

Fuerza decisiva en el Congreso

Pese a las necrológicas glosando su enterramiento, el PRI supo mantenerse como fuerza decisiva en el Congreso y recupera palmo a palmo las posiciones de gobierno. De hecho, no se fue del todo del poder. Quedó como tercer grupo en el Congreso y por dos veces perdió la presidencia, pero ha podido retener el control de la mayoría de las gobernaciones y domina en buena parte de los congresos locales y en un número importante de municipios. Después del 2000, ha ido ganando las elecciones locales en 18 de los 32 estados del país. De hecho, en 14 estados nunca ha habido un gobernador que no haya salido de las filas del PRI. El partido perdió en Nuevo León, Chihuahua, Yucatán y Nayarit, pero en los siguientes comicios recuperó los cuatro estados y ganó la mayoría de diputados locales y alcaldías. Estos triunfos le permiten mantenerse como la fuerza con mayor presencia en todo el territorio nacional gracias a que parece ser más una maquinaria para acceder a posiciones de poder (una maquinaria eficiente) que un partido sólido. Por unas u otras razones, buena parte de los mexicanos siguen votando al PRI.

Hoy, con sólo 127 de los 500 diputados federales y 32 de los 128 senadores, el PRI gobierna desde el Congreso, ya que por la composición de las cámaras legislativas todas las decisiones pasan necesariamente por sus manos. Gracias a que se ha erigido como partido bisagra, es "el fiel de la balanza"; el PAN y el PRD son incapaces de sacar adelante una sola ley sin el apoyo del PRI.

Una posible causa del resurgimiento del PRI se encuentra en la percepción fallida de la alternancia en el poder. Ante los pocos cambios estructurales logrados con los gobiernos del PAN, sectores de la ciudadanía creen que "tan mala era Chana como Juana". Los triunfos del PRI en elecciones estatales y municipales indican que, ante la actual incertidumbre política, económica y social, los mexicanos optan por un partido que les inspira seguridad y les ofrece estabilidad. Más de uno y más de cien mexicanos nos han dicho: "El PRI sabía gobernar, aunque muchos robaban sabían lo que tenían entre manos; con calderón parece que hay más descontrol". Ante la incapacidad del gobierno del PAN para ofrecer respuestas a los complejos problemas que enfrenta México, muchos extrañan a los priístas porque "al menos tenían oficio político". "Los mexicanos padecemos una especie de síndrome de Estocolmo colectivo: los antiguos victimarios ya no parecen tan malos. Un empresario afirma que los dirigentes del PAN tampoco resultaron tan honestos: ahora las mordidas son más altas porque son más honrados", subraya Jorge Zepeda Patterson, director del diario "El Universal".

La resurrección del PRI ha sido facilitada por la debacle a la que López Obrador condujo a la izquierda populista mexicana y a que el PAN no ha sabido operar con eficacia como el partido en el poder. El comentarista Jorge Fernández Menéndez afirma que "la verdadera fuerza del PRI se llama López Obrador, quien le devolvió los votos que le había quitado en 2006". Los sufragios de lo que se podría denominar centroizquierda se están moviendo (la expresión correcta sería están regresando) hacia el PRI.

El PRI está haciendo su tarea, cumple sus objetivos y no sólo ha logrado buenos resultados sino el control de la agenda del Congreso, lo que le otorga un amplio margen de maniobra que se refleja en el campo electoral y en los acuerdos en el legislativo.

El PRI ni siquiera se presenta como un partido renovado. Emilio Gamboa y Fabio Beltrones, jefes de los grupos parlamentarios en la Cámara y en el Senado, no son prototipos de un cambio de imagen; son los mismos viejos caciques de antaño. Beatriz Paredes, presidenta del PRI, lleva toda su vida ocupando cargos de todo tipo.

Peña Nieto, favorito para ganar la presidencia en 2012

Enrique Peña Nieto, gobernador del PRI en el estado de México, es el gran favorito para ganar los comicios presidenciales de 2012. Va delante en todas las encuestas sin haber expuesto una idea nueva y sin presentar una plataforma de cambio. La popularidad de Peña aumenta con la difusión por televisión de anuncios en los que repite lo mismo que hicieron los presidentes del viejo régimen: inaugurar obras y presidir mítines. También le ayuda, y mucho, que su novia sea la guapa actriz Angélica Rivera, estrella de la popular telenovela "Destilando amor".

¿Acaso el PRI gana elecciones porque el elector no tiene memoria? ¿O porque el partido cambió?

"No, el PRI no cambió. Mejor dicho, bajo la presidencia de Beatriz Paredes sigue anclado en ese cómodo papel de fiel de la balanza. En la polarización que vive el país, sin la opinión favorable de los parlamentarios del PRI no se mueve una hoja del poder real, de la política", destaca Ricardo Alemán.

Mientras el PAN intenta alinearse con la derecha moderna, el PRI dice identificarse con el centroizquierda. Al entender que los vientos soplan a su favor, tiró el lastre del viejo PRI para presentar un maquillaje de socialdemócrata europeo. Cirugía plástica de cara, cuerpo y alma; debajo de la ropa aparece el PRI de siempre.

El PRI surgió en 1929 con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR) con el propósito de unificar a las fuerzas revolucionarias que habían surgido o participado en la Revolución Mexicana (1910-1920), que en ese momento aún se disputaban el poder. En abril de 1938 cambió el nombre a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y quedó integrado por cuatro sectores: obrero, campesino, popular y militar. En enero de 1946 tomó el nombre de Partido Revolucionario Institucional (PRI), integrado con los mismos sectores, salvo el militar. El partido creado desde el poder por el general Plutarco Elías Calles el 4 de marzo de 1929, que dio a la nación 14 presidentes de la República –desde Emilio Portes Gil hasta Ernesto Zedillo–, proclama una y otra vez su "reconstrucción". En los hechos, sólo cambia para seguir igual.

Los mismos dinosaurios de antaño

El PRI de hoy día no es un partido distinto al que gobernó México con la llamada dictablanda. La mayoría de sus actuales dirigentes son los mismos dinosaurios que gobernaron con autoritarismo, prácticas antidemocráticas y sin pluralismo; incluso líderes jóvenes como Peña Nieto se mueven dentro del estilo acartonado de antaño. El PRI ha logrado combinar una identidad ideológica que, con su tradicional pragmatismo político, se adapta según el momento y las circunstancias: es de centro, de centro izquierda o de centro derecha, según convenga. Pero no parece haber cambio en sus costumbres, sus prácticas y su discurso.

A pesar de que las encuestas auguran un abstencionismo del 65 % para los comicios de julio, es probable que el PRI logre la mayoría –absoluta o relativa- en el Congreso. Un sondeo del diario "Reforma" señala que el 41% de los electores votaría por el PRI, 29% por el gubernamental PAN y 17% por el PRD. La gran pregunta es si el PRI que se prepara para regresar al poder es el mismo que perdió las elecciones en el año 2000. ¿Es otro partido con nuevos rostros, nuevas prácticas y nuevas formas de ejercer el poder o se trata del mismo lobo con piel de oveja?

Existen evidencias en uno y otro sentido. De ese 65% de los electores que por ahora parece poco interesado en participar puede depender que se confirme el regreso del PRI renovado, que haya aprendido de sus errores del pasado o si sólo se trata del mismo viejo partido, cuyo maquillaje funcionó para pasar como joven veinteañero a sus 80 años.